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Alejandro Bajeneta citó a una mujer en un bar de Caballito. La degolló y la asesinó delante de todos los clientes. Después, quiso suicidarse: terminó internado e imputado por homicidio agravado por femicidio. Hoy se despertó del coma y la justicia lo indagará para determinar si es imputable.

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Alejandro Bajeneta y Gabriela Parra no eran pareja. El sábado él la citó en el bar Plaza del Carmen de Caballito. Ella le pidió a un amigo que la esperara cerca porque tenía miedo y le dijo al mozo que quería una mesa cerca del ventanal. Cuando se levantó para irse, él la mató con un cuchillo a la vista de todos. Después se quiso suicidar con el mismo arma y terminó internado e imputado por “homicidio agravado por femicidio”. El 10 de abril Agustina y su novio salieron de un after office en Puerto Madero, discutieron y él la asesinó de tres cuchillazos en el cuello. Cinco días después, en Córdoba, el ex de María la degolló en la puerta del jardín maternal donde trabajaba. No son locos, no son casos aislados, no son hombres que matan por amor. “Con impunidad, los varones violentos cosifican a la víctima: el deseo de poseerlas es tal que las asesinan”, dijo a Cosecha Roja Ada Beatriz Rico, cofundadora de la Asociación Civil La Casa del Encuentro.

La cita de Bajeneta y Gabriela fue cerca de las seis de la tarde en el bar de Rivadavia y La Plata. La confitería estaba llena de familias con niños que tomaban la merienda. Cuando el hombre se tiró encima de la víctima, un cliente le pegó con una silla para detenerlo. El femicida rompió el vidrio, saltó hacia la vereda y se clavó el cuchillo en el pecho. Después se golpeó contra un auto para profundizar la herida. “Es una escena impresionante, de gran histrionismo y teatralización”, dijo a Cosecha Roja la perfiladora criminal María Laura Quiñones Urquiza. “Podemos pensar que el homicidio estuvo premeditado porque llevó el arma, quiso provocar. Y el intento de suicidio fue infantil y poco planificado: es improbable concretarlo en la calle”, explicó.

Ante la escena de violencia en un lugar público, algunos corrieron y otros reaccionaron e intentaron salvar a Gabriela. Pero eso no siempre sucede en los círculos íntimos. “¿Qué pasa cuando alguien conoce a una mujer que vive un vínculo de violencia? ¿La ayuda? Aún hay que profundizar en esa concientización: debemos entender que a ninguna mujer le gusta el maltrato”, dijo Rico. Los violadores, los abusadores, los golpeadores, los femicidas no son enfermos ni locos sueltos. “No ser misógino ni machista es un esfuerzo a contracultura: hay que desaprender todo lo que te enseñaron, sacarte data del cerebro”, dijo a Cosecha Roja la humorista, guionista y actriz Malena Pichot.

“Cómo te lleno el orto de…”, “Cómo le saco filo a esa concha, tragaleche”, son algunos de los halagos que Pichot escenificó en el capítulo de “Cualca” que le dedica a los piropos.

“Los varones justifican los piropos aunque aclaren que ellos no lo hacen porque lo que defienden es su derecho a imponerse sobre una mujer”, dijo Pichot. La práctica en la vía pública está naturalizada y algunos varones lo mezclan con la seducción. Pero son cosas distintas. “En el levante una tiene espacio para decir que no. El acoso callejero es un tipo que pasa y te tira una energía de mierda sin que vos puedas responder. No hay igualdad, es alguien ejerciendo poder”, dijo Pichot.

En las últimas semanas se presentaron tres proyectos de ley para sancionar al acoso callejero. A nivel nacional, el de la diputada Victoria Donda y Humberto Tumini (Libres del Sur) establece multas a los acosadores que van de los 100 a los 7 mil pesos. En la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, las iniciativas de Gabriela Alegre (Frente para la Victoria) y Pablo Ferreyra (Seamos Libres) proponen vincular al acoso callejero con el hostigamiento -que ya figura en el Código Contravencional- y que implicaría penas de dos a diez días de trabajo, multas de 400 a 2000 pesos y de 2 a 10 días de arresto.

Alegre propone realizar campañas de difusión que contribuyan a concientizar, y la confección de un protocolo de actuación policial para la Metropolitana. El proyecto de Ferreyra incluye prevención y difusión, y especifica las conductas penalizables: miradas lascivas, silbidos, besos, bocinazos, jadeos y otros ruidos; gestos obscenos; comentarios sexuales, directos o indirectos al cuerpo, fotografías y grabaciones no consentidas a partes íntimas, contacto físico indebido o no consentido, persecución y arrinconamiento, masturbación y exhibicionismo.

Foto: El Día