encuentro mujeres

Rosario fue un eco avasallante y político en el que unas 90 mil mujeres repitieron en simultáneo que cada una construye su modo de ser. Durante tres días, a orillas del río Paraná, compartieron 69 talleres, 140 actividades culturales y 45 cuadras de marcha el 31° Encuentro Nacional de Mujeres. Llegaron movilizadas por la necesidad de compartir experiencias individuales y sufrimientos por las víctimas de la cultura machista, y también fortalecidas después de dos marchas nacionales al grito de #NiUnaMenos.

El 31° encuentro ininterrumpido comenzó al pie del Monumento a la Bandera con la lectura de un documento que denunció el tráfico de armas, de drogas y de personas. “Este año tiene un matiz distinto. Que haya un ajuste económico nos deja más recluidas en casa y se hace más difícil salir. La crisis económica nos perjudica más a las mujeres porque tenemos menos posibilidades de acceder al trabajo digno, cobramos menos que los varones haciendo la misma tarea, no tenemos guarderías para dejar a nuestros hijos cuando queremos salir de una situación de violencia y necesitamos trabajar”, dijo a Cosecha Roja Marina Baldrini, integrante de la comisión organizadora.  

En Argentina, una mujer muere asesinada cada 28 horas. A mayor crisis económica, dijeron las organizadoras, más violencia de género. Por eso los primeros reclamos apuntaron al 82% móvil, a la igualdad de salarios y de oportunidades en la participación sindical, porque las mujeres debemos ocupar los espacios donde se toman las decisiones. Así lo creen los diputados y diputadas provinciales que la semana pasada aprobaron la paridad en los cargos electivos.

Durante tres días hubo debates sobre género, políticas del cuerpo, aborto, educación sexual integral, maternidad, derechos sexuales y reproductivos, derechos laborales para las trabajadoras sexuales, cupo laboral trans, feminización de la pobreza, y participación en sindicatos y partidos políticos. La violencia en sus distintas formas fue cuestionada por mujeres enérgicas en aulas que desbordaron. Al salir, se apoderaban de las calles con una comodidad que no se siente todos los días.

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Entre los temas que se discutieron, la mercantilización de los cuerpos femeninos mostró dos posiciones encontradas. Mientras que en una escuela, las transgénero, transexuales y travestis se pronunciaron en contra de la prostitución, en una plaza las trabajadoras sexuales coordinaron un taller defendiendo sus derechos.

Travestis y trans están en contra de la prostitución: no quieren que nadie ejerza el trabajo sexual porque para muchas de ellas es la única opción y quieren tener otras alternativas laborales. La Ley de Cupo Trans establece que en la administración pública provincial tiene que haber, mínimo, el uno por ciento de personas T. Quieren que la ley lleve el nombre de Diana Sacayán, la activista travesti que encabezó esa lucha y fue asesinada el año pasado. Pero, aunque está aprobada, todavía no la reglamentaron.

La semana pasada presentaron en la Cámara de Diputados el proyecto de ley nacional de Reparación Histórica de Personas Travestis y Trans Víctimas de Violencia Institucional que difunde en las redes la campaña #ReconocerEsReparar. Buscan que las víctimas de la violencia institucional por identidad de género obtengan una pensión reparatoria. Deben acercarse a las unidades judiciales y pedir los antecedentes, así podrán exigir después la reparación.

Otro de los reclamos fue sobre el sistema de salud, que no sabe dialogar con sus cuerpos o no quieren hacerlo. Una correntina contó que la última vez que fue al médico, el doctor le dijo que se sacara las siliconas. “No respetan la adecuación del cuerpo. ¿Qué quieren? ¿Sacarme todo y dejarme sin nada? No soy un varón”, dijo. Después, los aplausos coparon el pasillo de la escuela que rebalsaba de gente.

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Una travesti rubia, de labios fucsia y vestida con una calza blanca y negra se paró frente al semicírculo para contar orgullosa que ella había conseguido trabajo en el Poder Judicial. La euforia por la conquista se mezcló con el dolor: la hermana de Marcela Chocobar –una joven trans asesinada en Río Gallegos– leyó una carta para exigir que el caso no se investigue como homicidio simple. Aún no encontraron el cuerpo de la víctima, sólo apareció el cráneo. Y de los tres imputados, uno ya recuperó la libertad.

“Hay mucha gente capacitada pero nos discriminan porque pensamos y amamos distinto. Y como nos dedicamos a la prostitución se creen que es para lo único que servimos”, dijo Gabriela Romanello, activista trans. Estar en contra de la prostitución es para ellas tener otras posibilidades al momento de elegir un trabajo y generar políticas públicas que mejoren su calidad de vida.

Eugenia Aravena –secretaria general de AMMAR Córdoba e integrante de la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual y la CTA– está a favor de luchar por el cupo laboral trans: “necesitan políticas y recursos que no tienen, para muchas de ellas la única salida es la prostitución. Estamos en veredas distintas pero sabemos que acá no está el enemigo”. Después de ocho años, las trabajadoras sexuales volvieron al encuentro con un taller sobre Estrategias de lucha y resistencia organizado por AMMAR. Unas 700 mujeres estuvieron ahí para escuchar.

Mientras haya políticas que prohíban el trabajo sexual, más desprotegidas están. “Al prohibir o abolir la prostitución impulsan a una mayor clandestinidad el trabajo sexual, que sigue existiendo y cada vez en condiciones más vulnerables y de menos derechos”, explicó a Cosecha Roja Aravena.

“El problema es que la prostitución no puede ser un trabajo por lo sexual. No podemos hablar de revolución si lo sexual sigue siendo tabú, porque seguimos cultivando el conservadurismo de la sexualidad sagrada, monogámica, heterosexual, romántica”. Aravena habla y detrás suyo cuelga la bandera que horas después desplegarán en la marcha. Las letras de colores aclaran que la trata de personas no es lo mismo que el trabajo sexual.

La sexualidad está en juego todo el tiempo en todas las relaciones. Y eso se siente en el Encuentro. En el taller “Mujeres y Sexualidad” muchas jóvenes contaron cuántas veces tuvieron relaciones con su pareja sólo por complacer al otro u otra. De los relatos surgió la propuesta de explorar el trinomio “sexualidad, cuerpo, deseo”.

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La marea feminista apareció lento en las plazas después de debatir, cuestionar los estereotipos y buscar estrategias para romperlos, escuchar a otras, (re)pensarse. Antes de la marcha, las mujeres iniciaron el ritual previo que merece un hecho histórico como el Encuentro. Algunas se maquillaron, tres adolescentes se sacaron la remera y se ataron el pañuelo verde de la Campaña por el aborto a la altura de las tetas; otras se cubrieron la cabeza y caminaron desnudas con frases escritas el cuerpo: “Juntas nuestros silencios hoy gritan libertades”, “No legalizar el aborto es femicidio de Estado”, “Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar”. Algunas se disfrazaron de brujas, se pintaron la cara, vistieron coronas de flores, zapatos de taco alto o zapatillas.

La marcha empezó a las 18. Enseguida aparecieron los carteles pintados a mano con consignas o nombres de las víctimas de femicidios, los gritos y cantos y las bengalas. Un abrazo agónico de 45 cuadras logrado entre mujeres: tomadas de la mano formaban un cordón de resguardo para la marcha.

Mientras avanzaban las columnas, la ciudad permanecía muda en las veredas. Todos miraban la estampida de mujeres con pelucas rosas que imitaban el sonido de las indias y corrían tomadas de las manos. Eran las chicas de Socorro Rosa, un grupo que acompaña a quienes quieren abortar y da información segura para tomar decisiones autónomas y libres. Abordan la sexualidad de manera integral, una política de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito: Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, Aborto legal para no morir. La consigna aparecía a cada paso en los pañuelos verdes. Uno de los principales reclamos fue la anulación de la condena y la inmediata absolución de Belén, la joven tucumana que estuvo presa dos años por sufrir un aborto espontáneo.

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La marcha no pasó por la cuadra de la Catedral. Las integrantes de la comisión organizadora inclusive se pusieron en la esquina de Santa Fe y Buenos Aires para evitar que se acercaran a la iglesia. Allí, unos 15 hombres rezaban el padrenuestro, en voz alta, sin mirar a los ojos a nadie que se acercara. Algunos estaban encapuchados y rompieron las vallas que había en la puerta de la Catedral. Como un ejército de hormigas, después de los destrozos, salieron los policías preparados para reprimir. Dispararon balas de goma y usaron gases lacrimógenos para custodiar las paredes intactas de la Catedral. El saldo fueron dos periodistas heridos y más de treinta lesionados, víctimas del accionar policial que no sólo puso en riesgo la integridad de las mujeres que marchaban sino también de las mismas agentes: mientras los varones estaban protegidos con el uniforme completo, las policías estaban al costado sin casco ni escudo. A través de un comunicado, la Comisión organizadora del Encuentro repudió la actividad represiva.

 

Estar en el encuentro es un equilibrio constante entre mirarse a una misma y saberse parte de un todo que invoca como protagonistas a todas las mujeres. Porque están las que encabezan la lucha por la legalización del aborto, las que exigen derechos laborales, las familiares de las víctimas de femicidio, las que exigen cupo laboral trans y ley de reparación histórica. Todas se apropiaron de la marcha, porque todas queremos lo mismo, combatir el machismo en sus distintas formas y luchar por lo que para cada una significa ser mujer.

“Feminista o no, lo que hay que ser hoy es ser una luchadora de nuestros derechos y unirnos, porque los que más les molesta a los responsables de nuestras problemáticas es que estemos juntas. 90.000 mujeres no se pueden eludir. Hay que poner adelante que somos mujeres”, dijo Marina cuando la marcha terminó bruscamente por la represión. Hacer foco en los grafittis es la excusa para distraer a la sociedad del verdadero reclamo: combatir el machismo que todos los días nos mata con políticas públicas y presupuesto para garantizar la correcta aplicación de la Ley Nacional 26.485 de Protección Integral a las mujeres. Los carteles, los gritos, los cantos y las pintadas impregnan el cuerpo, así el silencio al que estamos acostumbradas desaparece para convertirse en lenguaje y acción, ya no solas sino como parte de una marea feminista. El año que viene el 32° Encuentro nos volverá a reunir en Chaco.

Fotos: Juan José García y Florencia Gordillo