Por Federico Bianchini

 

Adoración Gutiérrez parece querer sostenerse de ese pañuelo de papel que, ahora, agarra con las dos manos. Está sentada en el comedor de su casa de Ramos Mejía, frente al escritorio donde trabaja como abogada. Tiene los ojos húmedos, la voz tranquila y ganas de que no existan motivos para que alguien la entreviste.

En silencio, esperando que se prenda el grabador y llegue la primera pregunta, parece desear que los últimos años hayan sido parte de una filmación hecha con una cinta mágica. Una cinta que permita ir hacia atrás; que a medida que retroceda borre las imágenes grabadas. Quiere volver al día en que a su hija la quemaron viva. Retroceder hasta el momento en que María Laura fue rociada con un bidón de nafta; borrar la escena en el basural de Gonnet donde Mirta Orellana y Elida Isopra trataron de asfixiarla con una bolsa de nylon, y no pudieron. La imagen de esas dos mujeres intentando descuartizar a su hija con un pequeño cuchillo. O aquella otra, en el departamento de Villa Lugano, donde le inyectaron Trapax para atontarla. Evitaría los golpes, los insultos. Pondría pausa a las tres de la tarde del miércoles 8 de noviembre de 2000 -antes de que María Laura se subiera al Fiat 133 azul en el que la secuestraron-, y se detendría a disfrutar de esa expresión sin miedo.

Si pudiera, Adoración retrocedería un poco más: hasta llegar a la última siesta, la vuelta del trabajo, a uno de esos momentos en los que, todavía, nadie podía imaginarse lo que iba a pasar.

 

*

 

El día que fue a reconocer el cuerpo, durante todo el viaje entre Ramos Mejía yLa Plata, Adoración Gutiérrez tuvo la ilusión de llegar y descubrir que la que estaba ahí, sobre la camilla de metal, no era su hija. Pensaba: ¿Qué voy a hacer si es María Laura?. Pensaba: no voy a seguir viviendo.

Pero era ella, y los días se transformaron en una cosa oscura, en una sustancia espesa que se chorreaba lenta. Adoración quería quedarse en la cama hasta enfermarse; hasta que pasara algo, cualquier cosa, que terminara con ese sufrimiento.

 

A seis meses del asesinato, había tres detenidas pero la causa no tenía juez, fiscal ni nadie que investigara. No quedaba claro dónde había muerto María Laura: los secuestradores la habían tenido en un departamento en Villa Lugano y, luego, la habían llevado a un baldío de Gonnet para prenderla fuego. El lugar de la muerte iba a determinar a qué juzgado le correspondería hacerse cargo. Pero faltaban pericias y el caso seguía nebuloso. En medio de la confusión, Adoración fue aLa Plata. Preguntóen mesa de entradas por el nombre de su hija: nada; por el de las imputadas: nada. Un adolescente que trabajaba ahí como meritorio, ella sólo se acuerda de que se llamaba David, la acompañó a buscar. Juntos encontraron la fiscalía en la que se radicaba la causa. El expediente no estaba. Lo ubicaron después de un rato. En la fiscalía reconocieron que se les había traspapelado. “Y recién en ese momento mandaron a hacer las pericias. Si yo no iba a preguntar, si no iba hastaLa Plata e insistía para saber qué había pasado, quién sabe qué habría sucedido con el caso”.

 

Los días seguían espesos. Hoy, Adoración dice que cuando uno sufre tanto, en un momento toca fondo. Dice que en ese momento, uno hace un clic y toma una decisión tajante. O para bien o para mal. “Yo un día me levanté y dije: no puedo seguir así”.

A los 48 años, empezó a estudiar Derecho. “Además de que me permitía entender la causa, me sirvió de terapia. Tener la mente concentrada en estudiar, en preparar los exámenes, leer monografías y trabajos me hacía pensar en otra cosa”.

No fue fácil. La memoria no era la misma que a los 20. “Y estudiar después de que te pasó algo terrible es difícil”. Le costaba concentrarse. Pero pensaba cada contenido teórico referido a su caso. “Una de las primeras materias era Derechos Humanos, que estaba puramente enfocada a los imputados. De la víctima no hablaba nadie. Era muy duro, pero yo no decía nada. No quería que me aprobaran por lástima, ni que los profesores garantistas me tomaran como una representante de las víctimas”.

Se dio cuenta de que estudiar era una de las pocas cosas que la hacían sentir bien. “Al poco tiempo, dije: si Dios me da la fuerza para terminar la carrera, voy a trabajar por los derechos de las víctimas”.

En agosto de 2004 empezó el juicio. Durante cuatro años,  ayudó al abogado en su rol de madre. A mediados de 2008 se recibió, empezó a trabajar enla Organización NoGubernamental AVISE y, un tiempo más tarde en el Centro de Protección de los derechos de la víctima. En esos meses, aunque le costó decidirse, asumió la querella del caso de María Laura.

Ayudar a otras madres, a otros familiares de víctimas, le hizo bien. Seguir con la causa del asesinato de su hija no.

 

*

 

Durante la entrevista, en las dos horas y media en que agarrada de su pañuelo de papel  cuente su vida y el caso de su hija, Adoración Gutiérrez dirá once veces la palabra “terrible”.

 

 

*

 

 

—Hola, pá

 

—Hola, Laurita

 

—No le avisaste ¿no? ¿A nadie?

 

—No, no. ¿Qué pasa?

 

—No, ¿a nadie?

 

—No, por supuesto

 

—Bueno. ¿Recibiste el llamado de antes?

 

—Si, ¿te sentís bien? ¿Estás bien?

 

—Sí estoy bien, pero lo único que piden es la plata y que no se le avise a la policía, ni nada. Sobre todo, lo que van a hacer sino, si se les da eso, ¿viste?

 

—¿Te golpearon? Tranquila. ¿Los nervios?

 

—Sí. Pero bueno, pasa eso. Lo único que quieren es eso. Los conoz….

 

—Escuchame. ¿Qué quieren que haga mañana?

 

—Que saques lo del banco. Porque no es que me amenazan a mí sola, es a ustedes también.

 

—¿Qué hago con la plata?, ¿dónde voy?

 

—Que la tengas vos la plata y ellos después llaman. Pero esto para que me dejen ir ahora.

 

—Ajá, escuchame. ¿Te estás…?

 

—Yo cuando vuelva no puedo abrir la boca de nada, ni me tienen que preguntar nada.

 

—¿Pero te dejaron salir de la casa?

 

—No.

 

—¿Estás en una casa?

 

—No te puedo decir donde estoy.

 

(…)

 

—¿Te están apuntando?

 

—No, no, no. Ahora no me están haciendo nada. Va a pasar si se abre la boca. Porque no son dos personas ni tres, son más las que están atrás de todo esto.

 

 

(Transcripción del segundo llamado extorsivo, desgrabado en la causa).

 

Adoración dice: “Lo dijo Laura. Son varias personas que están atrás de esto”. En la causa queda mucho por saber. “Pese a toda la investigación, sólo hubo dos condenas”. En enero hubo un cambio de fiscal. El juez llamó a declarar a testigos que nunca habían hablado. Adoración confía en que va a haber más detenciones.

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