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Julia Muriel Dominzain – Cosecha Roja.-

Kevin Hoistacher trasladaba droga en el auto, hablaba cinco idiomas -chino, ruso, inglés, finlandés y español- y tenía 50 sellos en el pasaporte: ese fue el perfil que armó la Justicia rusa para catalogarlo como narcotraficante y encerrarlo durante seis meses. Le prohibieron hablar español con su familia y lo llevaron enjaulado a declarar. Pero Kevin no es más que un mochilero argentino de 24 años que se casó con una artista finlandesa y que el 21 de julio de 2014 cruzó la frontera entre Rusia y Finlandia con medio gramo de porro encima. “Trataron a mi hijo como si fuera un espía”, dijo a Cosecha Roja Beatriz Elizabeth Rossano, la mamá. Ayer le retiraron los cargos y lo liberaron.

Kevin es del barrio porteño de Devoto y estudió ingeniería agrónoma en la Universidad de Morón hasta segundo año. En 2009 decidió viajar: los padres le regalaron un pasaje a París y él agarró la mochila. Recorrió todo lo que pudo, se tomó el tren Transiberiano y vivió un año y medio trabajando en un hostel en Rusia. Cuando cruzó a Finlandia conoció a Noora: se enamoraron y hace tres años se casaron. Viven en una casa en Tampere, una ciudad al sur del país. Kevin estaba en un programa de integración hasta que manejara completamente el idioma y pudiera trabajar. Esa tarde de julio volvía a su casa manejando desde San Petesburgo porque había llevado a un amigo al aeropuerto y la policía lo detuvo en Víborg -todavía en Rusia, cerca de la frontera- por un control de rutina. “Le barrieron el auto, revisaron todo. En una cajita tenía varios cigarrillos normales y uno de ellos era marihuana”, contó Rossano. Estuvo diez días detenido en la frontera hasta que lo trasladaron a la cárcel de la ciudad. “Lo llevaron en una caja, todo apretado. Le sacaron el auto, el celular, la plata y el reloj”, relató la mamá.

Hasta septiembre -cuando le otorgaron el beneficio de prisión domiciliaria- estuvo en una celda con otros tres hombres. Dos veces al mes le permitían visitas. Duraban una hora e iban el papá, la mamá y Noora. Kevin estaba flaco y llegaba esposado y ruso parlante: en la cárcel no lo dejaban hablar en su idioma natal. En cada encuentro, además de un vidrio grueso, entre el joven y su familia había un traductor. “Siempre nos hacía un gesto con la manito de que estaba bien, pero nosotros salíamos y largábamos el llanto: no fue fácil”, dijo Rossano.

Según contó la familia en la cárcel “hacía un calor inmenso y había ratas gigantes”. Con otros presos habían construido unas pesas con botellas de agua para hacer algo físico. Sólo tenían permiso para salir 10 minutos a caminar. El cónsul argentino en Moscú, Jorge Zobenica, lo acompañó desde el principio: le llevó ropa y las hojas y birome que Kevin le pidió. Ahí empezó a escribir un diario de prisión que todavía nadie leyó. “Dice que es muy triste”, contó la mamá.

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La investigación sobre el caso de Kevin estuvo a cargo del equipo del Servicio de la Federación Rusa para el control de contrabando, que lo acusó de infringir el artículo 229 del Código Penal. En la audiencia del 11 de septiembre le dieron el beneficio de la prisión domiciliaria. La familia estuvo ahí para apoyarlo: fue la primera vez que lo vieron sin un vidrio de por medio. A las cuatro de la tarde se abrió la puerta del juzgado y Beatriz no pudo creer lo que vio. Kevin llegó encerrado en una jaula con ruedas empujada por policías.. Tenía puesto un jean y una remera negra. “Estuvo las tres horas parado en esa jaula todo sucio, con un olor impresionante”, contó Rossano.

Cuando terminó la jornada lo autorizaron a irse a un hotel que fijaron como su domicilio legal hasta que se resolviera la situación procesal. Tenía que usar pulsera electrónica y no podía alejarse más de 100 metros. Fue el primer logro de su defensor. Ese día Kevin recibió un abrazo por primera vez en tres meses.

A pedido de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, Juan Carlos Molina -titular de la SEDRONAR- se comunicó con su par ruso Viktor Ivanov. “Por la cantidad de sustancia en su poder quedó rápidamente en evidencia que Kevin está lejos de ser un narcotraficante”, dijo Molina. Y agregó: “Trabajamos para lograr la excarcelación de Kevin siguiendo los mismos criterios de no criminalizar al consumidor que intentamos llevar a cabo en nuestro país”. Según Rossano, las gestiones del Gobierno Nacional fueron claves para lograr que la Justicia rusa retire los cargos y se cierre la causa. La semana que viene la familia espera recibirlo en Argentina.