Hacer de una canción un himno feminista

La cantante chilena Camila Moreno saltó a la fama en 2009 con el disco “Almismotiempo”, que contempla una de sus canciones más populares: “Millones”. Ese hit contra las farmacéuticas y termoeléctricas que en algún minuto dijo que no iba a cantar más y que hoy, junto a la comediante Natalia Valdebenito, convirtió en un himno feminista que habla sobre los millones de mujeres que están enojadas por la vulneración de derechos.

Hacer de una canción un himno feminista

22/04/2019

Por Valentina Collao López (The Clinic)*

Foto: Josefina Astorga

Diez años han pasado desde que la cantante Camila Moreno irrumpió en la escena chilena con “Antes que”, el primer sencillo de “Almismotiempo”(2009), el disco debut de la artista que más tarde sorprendió con una canción que se convirtió en himno.

“Farmacéutica, trasatlántica, trasandina, una vida se apaga porque le estorba, que no muera pronto pa’ darle la vacuna”, rezaba “Millones”, el single que ese mismo año fue nominado al Grammy Latino como Mejor Canción Alternativa.

Pero lo que para cualquiera podría haber sido signo de éxito, para ella se convirtió en presión y hastío. Sacó dos discos más: “Panal”(2012) y “Mala Madre”(2015) y con el paso de los años dejó de tocarla. Fue recién el año 2018, tras algunos intentos de reversionarla, que volvió a “sentirla” gracias a la versión rap que hizo la comediante Natalia Valdebenito.

“No lo hagas, no lo digas, todos los días matan a una mujer, no insistas en que es mentira, déjame abortar, déjame hablar, yo decido por mi cuerpo, no hay nada que dudar”, decía la canción ahora.

Este sencillo, con nueva voz y mirada feminista, se sumó al listado de canciones de “Pangea Vol.1”, el primer disco en vivo de Moreno, que es parte de un proyecto más grande que tiene el mismo nombre y que se compone de dos LP, un libro álbum, un comic, un cortometraje y un documental. Este último fue dirigido por el realizador Alberto Hayden y está listo para ser presentado a fin de mes en el Festival de Cine y Documental de Música In-Edit .

“El documental ‘Pangea’ es asistir a un concierto mío en donde se ahonda en mi proceso creativo y de dónde viene todo este rollo de los continentes unidos como una gran fuerza”. Es así como la cantante chilena Camila Moreno se refiere al relato que presenta el trabajo audiovisual protagonizado por ella y sus músicos.

Es ahí donde su padre, el periodista y realizador audiovisual Rodrigo Moreno, tiene un rol fundamental: a través de una entrevista a su hija va desentrañando el imaginario de este proyecto.

–Él es un poco culpable de que yo esté haciendo todo esto: cuando yo era niña él me contaba historias que ocurrían en Pangea– recuerda Moreno.– Me contaba historias fantásticas todas las noches, cuando vivíamos juntos, entre mis 5 y 8 años, más o menos. Entonces, la película tiene que ver con ese viaje también, con entender de dónde viene este concepto y también muestra el proceso colectivo que yo viví con mi banda. También hay hartas imágenes de ensayos, de backstage, entrevistas a ellos, como cómo es este proceso de ir juntando distintos imaginarios y generar nuevos territorios.

Aunque no será la primera vez que muestre este trabajo al público. El pasado 11 de marzo debutó en el Festival de Cine de Guadalajara con buena recepción del público. “Ha sido exquisito conocer ese mundo. No tenía idea cómo funcionaba un festival de cine, estar dentro, ser parte de la curatoría. Todos estos años he asistido a festivales de música que tienen una lógica súper distinta. Participar y pertenecer un poco a la dinámica que se da ahí adentro, ha sido una expansión del mundo, y finalmente, eso es lo que busco”, reconoce la artista.

¿Y qué se siente estar en otros terrenos, ser vista por otros ojos que no son necesariamente tu público?
-Ahora estamos súper nerviosos por el estreno de la película en In-Edit. Es súper distinto que prepararse para un show, es como un nerviosismo distinto, es algo interesante en ese sentido, porque es súper nuevo. Pero todo este viaje, toda esta volada de Pangea se siente como un gran salto al vacío.

Pero es lo que buscabas, ¿no?
-Sí, pero de repente me salgo de ese rollo y es como: “oye, la hueona loca, por qué tanto”. Pero es tan exquisita esa sensación, como de chucha madre, no sé qué estoy haciendo, pero lo estoy haciendo igual, así que vamos para adelante.

Tu papá cumple un rol importante en el documental también, ¿de qué forma te ha impulsado él creativamente?
-Siempre fue así. Él y mi vieja, aunque quizás más él porque tenía una relación más directa con el arte. Mi viejo me mostró mucha música cuando yo era chica porque era muy melómano, siempre habían miles de cassettes y discos en la casa, siempre escuché mucha música con él. También vi mucho cine gracias a él. Cuando me interesé en el cine me regaló una cámara de fotos, cuando me interesé en la música, me regalaron una guitarra. En algún momento me bajó la fiebre del acordeón y me regalaron un acordeón. Quería estudiar danza, vamos estudiando danza. Todo lo contrario a los típicos papás que dicen “no te vayas por las artes”. Igual si hubiese querido estudiar biología, también me habrían apoyado. Pero eran de la idea de “métete dentro de las cosas”. Tenía que ver con eso: si vas a decidir por algo, arriésgate y llega hasta el final.

¿Y cómo nace la idea de ‘Pangea’? Una cosa es tener gustos por distintas cosas, y otra cosa es conceptualizarlo y darle forma.
-Claro, es que siempre fue como: no quiero ser cantante y hacer la típica carrera del cantante. Antes de hacer canciones escribía poesía y siempre sentí una deuda con eso. Y claro, tiene que ver con esa sensación, como media mística quizás, de que las cosas se están juntando de forma inexplicable, aunque no muy lógicamente, pero si sincrónicamente.

¿Qué fue lo que te pasó?
-Estaba leyendo un libro de Patti Smith, que se llama ‘M Train’ y mientras tanto yo estaba súper pegada con el rollo de Pangea. Siempre me ha gustado mucho esa imagen de todos los continentes unidos en una sola gran tierra y también esta idea de que en verdad los continentes se están uniendo y se están separando continuamente, porque antes de que estuvieran unidos, estaban separados y ahora se supone que se están volviendo a juntar. Entonces, esa imagen de la tierra como una célula que respira, que va mucho más allá de los humanos, me encanta. De repente la Patti Smith cuenta en su libro que ella es miembro del Club de la Deriva Continental y la deriva continental es la teoría que hizo Alfred Wegener, que fue el que acuñó el concepto de Pangea en la historia. Y yo no sabía eso. Ambos elementos no estaban necesariamente conectados pero llegué igual a lo mismo. A eso me refiero cuando las cosas te empiezan a hablar por sí solas. Cuando me meto en algo, ese algo se posiciona en mi vida.

Somos millones

Da la sensación de que desde “Mala madre” hay un interés artístico por mostrar más de ti, exponerte. No sólo lo físico, sino también lo íntimo. Ahora muestras a tu padre haciéndote preguntas.
-Puede ser que tenga una cosa medio exhibicionista. Pero creo que tiene que ver más con ponerme incómoda a mí, dejar ciertas cobardías atrás, como mojarse el potito 100%: es simplemente quemarse en lo que uno hace. Creo que esos son los artistas que a mí me interesan y he seguido durante mi vida, no están con un pie afuera de lo que están haciendo. Cada vez me interesan menos los artistas que hacen arte con distancia de sí mismos. A pesar de que lo puedo apreciar, no sé, algo me falta. Mujeres como Cecilia Vicuña, Stella Díaz Varín, Violeta Parra, Patti Smith, son puras mujeres malas madres, en el sentido de la marginalidad con la que habitan, lo extremas que son o fueron para vivir.

En algún minuto dijiste que “Millones”, una de tus canciones más reconocidas, no la ibas a tocar más, y ahora tiene una nueva versión completamente feminista.
-Me empecé a encontrar con la canción de vuelta, reversionándola, buscándole un lado. Hace mucho rato que venimos haciendo muchas versiones que nunca me dejaron tranquila, ni contenta. De pronto encontramos esta versión y que tuvo mucho que ver con el aporte que hizo la Natalia Valdebenito (comediante chilena). Ella se refería a la canción en su stand up, y eso me daba mucha risa y me gustaba, y así empecé a tener más soltura, menos gravedad con la canción y empecé a dejar de tenerle esa tirria que le tenía.

¿Cómo surge la necesidad de resignifcarla?
-Empecé observar la canción, a resentirla, no sé. Y apareció esta versión que me encantó y empezó a tener que ver con otras cosas. Cuando las canciones empiezan a tener otro significado es porque se expanden de su primera concepción. La misma Nata hizo que “Millones” se transformara en una canción feminista. Y el mismo feminismo hizo que mientras yo estuviera cantando la canción diga: “oh, estoy cantando algo que tiene que ver con esto ahora”. Antes quizás tenía que ver con las farmacéuticas, también con las termoeléctricas. Es una canción que siempre tuvo que ver con la rabia, pero ahora tiene que ver con la rabia de que somos millones de mujeres. Y el rap que hizo la Nata tiene total coherencia con eso.

Abrir la canción a otra autoría, ¿qué significó para ti? Porque dejó de ser sólo tuya
-Es súper liberador, es exquisito y es cuando las cosas tienen sentido para mí. En verdad yo nunca he creído mucho en la autoría. ¿Por qué me encanta el poeta Juan Luis Martínez? Porque tacha su nombre de los poemas. Porque qué significa eso en verdad, es como “esa canción es mía”, así como cuando los niños son chicos. Sobre todo esa canción, siento que no es una canción mía nomás. Al final la gente se la apropia, por eso también hicimos el video con muchas mujeres cantándola.

El video de la versión junto a la comediante Natalia Valdebenito, lo lanzaron justo para la semana del 8M, ¿cómo viviste todo lo que pasó?
-Fue demasiado emocionante. Es maravilloso lo que está pasando en relación al movimiento feminista y es lo que tiene que pasar, y que se acelere y que avance a pasos agigantados. Yo creo que fue histórico y ojalá que el próximo año sea más todavía. Tiene que ver también con el asentamiento de un movimiento que no es una moda, como creen los medios o la tontera de la gente, tiene que ver con una convicción humana, política y espiritual de la realidad. Y ser parte de ese cambio de paradigma humano, estar viviendo ese cambio, es muy loco. Tenemos que estar agradecidos de estar viviendo esto.

Te iba a preguntar por tu propia experiencia. ¿Siempre tuviste la conciencia de que la mano estaba cargada para un lado o fue este auge del movimiento feminista el que te permitió ver las cosas de forma más nítida?
-Yo creo que siempre lo viví de alguna manera: el miedo de estar viva por ser mujer, eso lo viví desde siempre, quizás no lo había racionalizado tanto y no lo había llevado a tantas áreas de la vida y creo que cada día me doy cuenta de más cosas, que son sutilezas de los micromachismos, de los machismos que tiene uno también, de las cosas que uno reproduce, de esta idea del príncipe azul o de que alguien me tiene que salvar. O esta idea de que una es mala madre porque trabaja. Y está todo súper emparentado con el cristianismo también, horrible. Eso lo tenía más presente. Venía sobre todo con “Mala Madre”, donde venía investigando mucho sobre la inquisición y todo ese rollo.

La caza de brujas
-Claro, me había metido mucho en la energía femenina que trasciende lo humano y que atraviesa la naturaleza, que le pertenece ella. Mi reflexión iba más por el lado de que lo femenino es incontrolable, lo femenino es salvaje, lo femenino, por lo tanto, es malo. Pero lo femenino encarnado en la mujer: por eso la mujer era perseguida, por albergar esta energía. Pero también es una energía que está en los hombres, que está en los animales, que está en las plantas, qué se yo, en las cascadas, en los volcanes. Entonces, en el mundo post-inquisitorio patriarcal, existe la necesidad de control, la necesidad de controlarnos. Entonces, cuando le sacas la conexión espiritual a la gente con las cosas, o su propia conexión espiritual con lo que sea, ahí tienes todo el control. Entonces pones un intermediario, una institución, una jerarquía y ahí la gente perdió todo su poder. Entonces, me pareció muy amenazante para este sistema la energía femenina y en ese rollo me fui primero. Después empecé a entender cosas más concretas y racionales del mundo, obvias, que tienen que ver con el sentido común: Igualdad de derechos y deberes, por ejemplo.

Tiene que ver con vivir en sociedad
-Claro, que no nos maten, no nos violen. El nivel de las cosas que estamos pidiendo es muy primigenio, muy básico. Esa fue mi manera de acercarme, necesitaba entender por qué. Por qué esta persecución de siglos. Cuando le tienes mucho miedo a algo, quieres matar ese algo. Entonces imagínate si todas las mujeres estuviesen totalmente empoderadas y fueran las que gobernáramos el mundo. Sería la cagá. Sería muy heavy. Estarían todos los hombres cagados de susto.

Mala Madre

Hace un tiempo te convertiste en mamá. ¿Qué reflexiones sacas de ese proceso?
-Uff. Fue como una autopremonición, quedé embarazada en el proceso de ‘Mala Madre’. Mi hijo tiene dos años 8 meses. Observar a estas mujeres que habían llevado otros tipos de maternidades, mujeres que habían optado por la marginalidad en vez de la convencionalidad, mujeres a las que admiro mucho a nivel artístico y humano, o mujeres que nunca fueron madres. El yugo de la mala madre ante estas mujeres, versus a los hombres que se van y es como: “ah, eres un hombre normal”; y la fuerza del discurso con respecto a la importancia de ser buena madre. Eso me ha tocado super fuerte a nivel personal, familiar, o sea, de partida me separé. De alguna manera mi pega no es la pega de una “buena madre”, convencionalmente hablando. Tengo que viajar mucho. Empecé a trabajar cuando mi hijo tenía 2 meses y no fue algo fácil para mí, para nada y también tiene que ver con mi carácter, con cómo vivo las cosas. Yo veo a otras mujeres músicas amigas que son madres y que viajan con sus guaguas, qué se yo, y se lo viven de una manera más tranqui. Pero yo no soy tranqui, creo que tiene que ver simplemente con eso. Tiene que ver con las aprensiones o con las maneras intensas de vivir la vida y las emociones. Este proceso me ha servido mucho para crear. Porque yo en general creo desde el dolor y ser madre me ha dolido mucho física y emocionalmente.

¿Qué es lo que te duele del proceso? ¿Perder cosas? ¿ganar cosas que no querías, quizás?
-Pucha, físicamente primero, yo parí en mi casa, con un trabajo de parto de 42 horas. Nunca en mi vida había sentido tanto dolor. Nunca en mi vida sentí tanto terror y una sensación de algo tan violento.

¿Te sentiste engañada con esa idea de que parir es maravilloso y único?
-Obvio que sí, que tiene cosas bonitas, y sobre todo cuando uno se desliga en el tiempo, uno empieza a tener más romanticismo con el suceso. Pero los días posteriores al parto me decía a mi misma: “acuérdate que esta hueá es terrible”.

Claro, para que no se te olvidara lo traumático que fue.
-Y después la lactancia, eso también fue súper difícil para mí. Me dio todo lo que te puede dar en las tetas: pezones con sangre, mastitis, tetas de leche, etcétera. Eso de dar leche con sangre es bastante gore igual. Durante los primeros seis meses era como dolor, dolor y dolor.

¿Eso fue lo peor?
-No, lo peor fue la falta de sueño. El primer año y medio no dormí. Y eso me enloqueció. Eso por un lado, y la responsabilidad de estar mostrándole el mundo a un ser humano, conchesumadre, es súper fuerte. Y mi hijo tiene muchísimo carácter. No se quiere lavar los dientes, no quiere vestirse.

Es un rebelde
-Es un rebelde y tiene a quien salir.

La rabia

Siempre he tenido la sensación de que tu trabajo tiene que ver mucho con la rabia: la rabia del amor, de la injusticia ¿Es para ti una fuerza que te impulsa a crear?
-Sin duda la rabia es un motor creativo. Y todas las emociones en general. Yo creo que la música es un vehículo emocional humano y creo que ese es el rol que cumple en la sociedad, apelar a las emociones, hablar desde las emociones hacia las emociones. Y la rabia me encanta. Encuentro que tiene tanta fuerza y cuando uno la usa creativamente es poderosa. Se le teme mucho a la rabia y hay una cosa media puritana además.

¿Qué cosas te dan rabia ahora?
-Uh, tantas cosas. Puta, todo lo que pasa en el mundo me da rabia. Me da rabia los subtextos de la gente, sobre todo con respecto a ser madre. Los subtextos no tan subtextos: “mala madre, saliste a trabajar”, “dejaste a tu hijo”, “tu hijo lloró por ti”, “tú no sabes lo que es escuchar a tu hijo llorando por la ausencia de madre”, todas frases que me han dicho. Aunque igual cada vez estoy más zen, más vieja también.

¿En serio nada más?
-Quizás gasto menos energía en hueás, pero puta, me sigue dando demasiada rabia que la heteronorma sea tan preponderante, en todos los términos y en todo ámbito. Aparte de rabia, me genera tanto aburrimiento. Qué se supone que significa ser mujer, qué significa ser hombre. Finalmente todas esas definiciones son súper necesarias para una sociedad que usa esa información como producto de mercado: si eres bisexual, si eres homosexual, si eres heterosexual, son todas puras casillas para poder venderte al final. Incluso si eres soltero, si eres casado o si eres no sé qué. Esa necesidad humana, incluso con los géneros musicales también, de encasillar y querer meterte en cubículos para querer controlarte, para decir: “ah, esto pertenece acá”. Esa es mi lucha hoy día: ándate a la chucha, yo no me voy a definir, no pertenezco a ninguna cosa más que a mí misma. En ese sentido me gusta mucho la teoría queer y estoy leyendo sobre eso.

¿Qué encontraste en ella?
-Me interesa mucho lo no-binario. Me interesa mucho la no-definición. La posibilidad de esta mixtura, de quizás armar una nueva posibilidad de género. Eso lo encuentro fascinante y super contestatario políticamente.

Piñera y Rosalía

La otra vez estaba leyendo una entrevista tuya en tiempos de elecciones hacías un llamado a no votar por Sebastián Piñera. Ahora, que han pasado algunos meses, ¿qué impresión tienes de este Gobierno?
-Siempre pienso en cómo chucha votaron por este hueón, ¿quiénes fueron los idiotas? Han sido tiempos horrorosos. El conflicto mapuche también es algo que me da demasiada rabia. Pero ya no es rabia solamente, es dolor, es ira. ¿Qué te puedo decir? Encuentro que es una vergüenza, a mí me da vergüenza decir que vivo en Chile y hay un presidente que se llama Piñera, me da mucha vergüenza. Y lo que más me preocupa es que hay tanto facho que salió del clóset estos últimos 3 años. La gente votando por Kast, esta idea de que los homosexuales van al infierno o la gente provida. Y se está expandiendo. Es como que ahora se liberan los fachos, no sé, es rarísimo.

¿Te asusta?
-Sí, me da susto. En este país hubo una cosa que se llamó dictadura y que duró más de 18 años y no entiendo que en este contexto en que los detenidos desaparecidos siguen siendo detenidos desaparecidos, puedas ser de derecha. Es amoral. Es no tener contexto país, no tener historia. Es no haber entendido nada de lo que pasó. Porque finalmente ser de derecha qué significa, en un país como este. O sea, fue la maratón de Santiago y tuvimos que correr con poleras de los detenidos desaparecidos, todavía. Y la derecha sigue diciendo es que son resentidos.

“Oye perdonen, olviden”
-Claro. Y no, no se puede. Es que no es una rabia no más, llamarlo rabia queda corto. Hay una deuda histórica nacional que nunca se saldó y no creo que se salde, entonces hay un hoyo energético en el país, un hoyo emocional, espiritual, humano, tremendo.

¿Hay alguna persona, organismo o fenómeno que te convoque y te inspire a creer que las cosas pueden ser distintas?
-Yo creo que el feminismo hoy día es eso. Es una lucha, es un movimiento que me apela en todas sus aristas. El feminismo que yo entiendo. Yo no soy separatista, pero a veces creo que sí es bueno estar separados, sobre todo en las marchas. Entonces en ese sentido es un aprendizaje constante. Y es un aprendizaje constante en mi construcción personal, sobre cómo yo reproduzco el machismo o lo patriarcal en mi propia vida, en mi trabajo, en las sutilezas de las relaciones. Es super complejo, es un cambio de paradigma humano, como te decía antes, que tiene que ver con las estructuras que tenemos adentro, que no son solo estructuras externas, no son solamente cosas que pasan afuera, sino que son lógicas internas también.

¿Y no hay nadie para ti que encarne esto?
-O sea, encuentro que hay demasiadas minas que la llevan en todo sentido. Creo que en la música chilena hay muchas mujeres que están haciendo un trabajo importante en ese territorio. Y en la música mundial también, desde viejas hasta jóvenes, y muchas desde el pop.

¿Antes tenías prejuicios con el pop?
-Sí, cuando era adolescente todo lo que no fuera cine arte era una mierda.

¿Y qué experiencia artística pop te ha gustado últimamente?
-Rosalía.

¿Pudiste verla en Lollapalooza?
-Sí, pero no me hables de eso porque me emociono.

¿Es primera vez que la veías?
-Sí, pero la vengo escuchando hace rato. Me gusta mucho cómo mezcló el flamenco con este pop/trap/reggaeton y con sonidos demasiado bien producidos. Desde un plano técnico-musical es como: qué chucha. Cada sonido es una exquisitez. Cada canción es como escuchar una clase de producción. Y me parece que ella en el show establece una relación de enamoramiento con el público que yo no había visto en ningún otro artista. Esos primeros planos a su cara, a sus ojos y ella coqueteándole al público mucho rato, y todos como que nos empezamos a poner nerviosos: Como que el público es su pareja. Chucha, chucha madre hueón, la cagó la mina heavy. Ándate a hacer esa, ante miles y miles de personas. Es un coqueteo, no sé, maravilloso. Yo le hago un queque, le doy un hijo, la amo. Y aparte hay una hueá con el baile, una cosa sexual pasando, que me interesa mucho también. La encuentro poderosa, me apela. La encuentro sexy. Encuentro que todo el imaginario de ella es sexy, además de glamoroso. Realmente muy bacán.

*Esta nota fue realizada en el marco de la beca Cosecha Roja.