Horacio González, el profesor que daba cátedra en el aula, el bar y el bondi

Sociólogo, ensayista y ex director de la Biblioteca Nacional, murió ayer a los 77 años. Fue uno de los referentes intelectuales más importantes de la Argentina y su rol como docente fue uno de los más destacados en las despedidas y recordatorios que circulan incansablemente por las redes sociales. Horacio, el profe.

Horacio González, el profesor que daba cátedra en el aula, el bar y el bondi

Por Cosecha Roja
23/06/2021

Tres minutos antes de que el reloj marcara las 16.09, hora en la que en todo el país resonaría el #GritaloPorD10s, el homenaje al aniversario del gol de Diego a los ingleses, el periodista Daniel Tognetti tuiteó la noticia: murió Horació González.

Coincidencia mágica o no, los lamentos y pésames se fueron reproduciendo y mezclando con las fotos del barrilete cósmico. Como si acaso fuera cierto eso de que la felicidad siempre trae tristeza y viceversa.

Horacio González murió ayer, a los 77 años, en el Sanatorio Güemes, donde estaba internado hace un mes luego de dar positivo de covid 19.

En las necrológicas se destaca su lucidez intelectual para siempre generar debates y análisis históricos, políticos, literarios, su extensa militancia política y su década como director de la Biblioteca Nacional. Pero en las redes sociales los mensajes que más conmueven son los de quienes fueron sus alumnxs en la Universidad de Buenos y en la de Rosario, entre otras instituciones.

Elegimos algunos de los más significativos, que reflejan al Horacio profesor. Ese que en el aula, en el bar o en el bondi daba cátedra.

Eleonor Faur: “Horacio González daba los seminarios de investigación más creativos y eruditos de la carrera de sociología en los 80. Cursé 2: De la Escuela de Frankfurt al Corto Maltés y uno sobre los vínculos entre Borges y Walter Benjamín. En éste, teníamos un cuadernillo hermoso, que contenía desde textos hasta adivinanzas, salíamos juntos a la calle y el grupo se dividía entre quienes observaban lo que estaba fijo y los que reparaban en lo móvil. Ahí también escribíamos a partir de pautas geniales. Las correcciones de cada ejercicio ironizaban la noción central de los seminarios “50 horas de investigación”. Horacio corregía a veces sumando 1 hora o 2.5 o lo que fuera, otras restando. Un viernes a la mañana vino Fito Paez que era su gran amigo. Época dark de Fito. El aula atiborrada. Hablamos de las representaciones sobre el día y la noche. Fue quizás el día más divertido de toda mi carrera. Horacio González era único. Qué tristeza, buen viaje”.

Lucila Deponti: “La verdad es que nunca entendía bien sus textos, tenía que leerlos como tres veces para descifrar lo que se decía entre tantas palabras. Era fascinante ir a las clases de un profesor y leer la historia de su vida en La Voluntad. En el aula más chiquita de la facu nos abriste las puertas al inmenso mundo del pensamiento nacional y latinoamericano. Nos mostraste a Marechal, a Lugones, a Roberto Carri, a Cooke, a Hernandez Arregui, a unos brasileros que me olvidé sus nombres. En el trabajo final quise mezclar todo, la ciencia y la técnica con la falsa disputa entre los saberes populares y el pensamiento académico, y otras cosas y a Arlt, y no tenía mucho sentido pero igual me aprobaste bien, creo que solo porque me había tomado el compromiso de leer y de pensar. Y fuimos a la biblioteca nacional un montón de veces. Y fuimos a Maimara a buscar la puerta verde de la casa de Kush. Gracias por esas lecturas a las que siempre se puede volver y por mantener encendida la llama del proyecto político de nuestro pueblo en una universidad que tanto se empeñó en darle la espalda. Hasta siempre Horacio Gonzalez”.

Ivan Noble: “Corría el 91. Yo era un estudiante de Socio pedaleando en falso después de unos años de entusiasmo inicial. No encontraba razones para seguir tomándome el Sarmiento y después el 28 para ir a cursar. Excepto los días que daba clase Horacio González. El tipo era un placer. Buen viaje”.

Valentina Cuneo: “Horacio González siempre llegaba con un pilón de libros y los iba desplegando durante la clase, estaban llenos de servilletas de bares garabateadas con sus notas. Un maestro en el arte de irse por las ramas con inteligencia y claridad. Gracias, Horacio”.

Rodrigo Manigot: “Recién en el taller de letras mostré Por siete vidas (Cacería) de Fito Páez, y se me vino una tremenda magdalena: Fito mismo explicando cómo escribió esa letra en una clase abierta de las que daba Horacio González en Sociales. Fito con el piano en el aula 100. Belleza”.

Mario Gluck: “Horacio González era un verdadero maestro, de esos que ni siquiera se proponen serlo. Escucharlo en una clase, leerlo, tomar un café con él, encontrárselo en los pasillos, eran momentos en los que uno aprendía y se le disparaban ideas. Los que lo conocimos podríamos dar material para varios tomos con los encuentros, a veces insólitos, que tuvimos con él. Y claramente se nos fue el más grande ensayista vivo que teníamos”.

Daniela Burgos: “Anteúltima materia, final oral con Horacio González: el mejor de mi vida. Habló casi todo él, me hizo una clase personal, intercambiamos ideas y cuando “se hizo la hora”, me dijo “un 10 te parece bien?”. Enorme Horacio, no nos importaba la forma ni el puntaje, eras todo poesía. Recuerdo sus clases como una obra de teatro: pura imagen, filosofía, historia, política, todo en él; salíamos con la bocha abierta de par en par. Todas las batallas populares en su voz, una ebullición didáctica de amor y luchas. Gracias Horacio! Para siempre”.

Candela Ramirez: “Septiembre 2008, Facultad de Ingeniería, Rosario. Escucho a Horacio González por primera vez. Pienso que usa “palabras difíciles” pero me cautiva. Tengo 17, voy a una escuela contable donde el vocablo retenciones irrita muchísimo pero los profes que me tocaron no explican por qué. El auditorio no está lleno, pero somos bastantes. Hay algo que me entusiasma, todavía no sé bien qué es. Y no me siento una extraña, al fin. Gracias por eso y el universo de lecturas y personas que se abrió para mi a partir de ese día”.

Eugenia Zicavo: “Después de dar varias peleas, hoy falleció Horacio González, un intelectual enorme, un tipo a quien quiero y admiro. Impertinente, gracioso, cálido.
Sus clases en Sociología de la UBA eran una fiesta: iba con una pila de libros que jamás abría porque todo estaba en su cabeza, en esa oratoria maravillosa, única. No va a haber otro Horacio. Que tristeza. Y qué alegría haberlo cruzado en esta vida”.

Micaela Libson: “Horacio González me dio una clase en un colectivo. Era de otro planeta”.

Lucas Rubinich: “Horacio González, un profesor que le dio identidad trascendente a esa tarea, y a nuestra carrera de Sociología de la UBA. La confrontación de ideas, el debate revitalizador por sobre el burocratismo académico fueron sus prácticas permanentes. El mejor homenaje: actualizar esa herencia”.

Agustín Cosovschi: “Lamento muchísimo la muerte de Horacio González, alguien con quien seguramente compartía muy poco intelectualmente, pero que nunca dejó de estar comprometido personal y profesionalmente con la educación pública y con la formación de los más jóvenes. Todos los que cursamos con Horacio tuvimos la oportunidad de leer cosas interesantes. No se puede pedir mucho más en esta vida”.

Christian “Chipi” Castillo: “Lo conocí de estudiante, en clases inolvidables de Pensamiento Social Latinoamericano. Horacio era de los pocos intelectuales referenciados en el peronismo que debatía sin prejuicios y a gusto con los marxistas. Vino a la Cátedra Libre Karl Marx y a distintos debates que organizamos de la revista Ideas de Izquierda. Sus planteos siempre eran sugerentes, aún cuando uno discrepara. Su erudición e inteligencia serán recordados por muchos en estos días, igual que su bonhomía. Personalmente, le tuve un aprecio sincero, que creo que era mutuo. Sin dudas lo vamos a extrañar. Chau Horacio, nos dejás tu obra, montones de anécdotas y un recuerdo imborrable”.