Por Cosecha Roja. –
El temporal de la mañana había sido inusualmente furioso. Karen Campos se pasó la tarde del último sábado sacando el agua del quiosco junto a dos compañeras. Desde hacía un año que trabajaba en Carlitos, el local de la esquina de Borges y Siria de la ciudad de Junín, provincia de Buenos Aires. “Vamos, entreguen la guita que esto es un asalto”, fue la frase que rompió la monotonía. Eran las diez de la noche. El hombre encapuchado alzaba un revolver calibre 32. Karen estaba cerca de la caja, le tocó el hombro y le dijo: “Tranquilo, llevate todo, llevate todo”.
El dueño del quiosco les había dado un spray de gas pimienta y una picana eléctrica. “Mientras el tipo juntaba la plata de la caja escuché el ruido de la picana y el disparo -dice Pamela, una de las tres chicas que estaba en el local- Fue todo junto. Le tiró en el pecho. Cuando sentí el ruido de la picana, me agaché. Después vi que ella se dio vuelta, nos miró y dijo ‘ay, ay’ y cayó en los brazos de su madre. Desde que el ladrón entró al local me parecía que de ahí no salíamos vivas”. El disparo le había perforado un pulmón y la arteria aorta, lo que le produjo una hemorragia interna. Tenía 17 años, trabajaba para ayudar a su familia. Y hoy habría empezado el último año de la secundaria.
Pueblo chico, infierno grade. Aunque la comisaria 2° estaba a menos de 100 metros, los oficiales tardaron al menos 10 minutos en llegar. Otros 20 tardó la ambulancia de Intermed. Mientras Karen agonizaba camino al hospital, familiares, vecinos y amigos comenzaron una marcha espontanea para pedir más seguridad.
La muerte de Karen es la tercera que se registra en lo que va del año, y se suma a los ocho asesinatos que se registraron desde marzo de 2012: unas 11 muertes violentas en los últimos 12 meses. Demasiado para un lugar a 270 kilómetros de la Capital que 10 años atrás se vanagloriaba de tener el espíritu imperturbable de un pueblo del interior.
“La mayoría de los homicidios del último año”, explicó una fuente del gobierno local que pidió reservar su identidad, “fueron por ajustes de cuentas y temas relacionados con la venta de droga. Hay un núcleo de pibes de los barrios marginales que están hasta las manos. Ese es el problema central. Hace 10 años que Junín dejó de ser un lugar tranquilo. Hoy te roban de caño a plena luz del día. A alguien que entra armado a un quiosco en pleno centro no le importa ni su propia vida. Se consigue cocaína o paco en cualquier esquina. Está claro que hay zonas liberadas por la policía, que en vez de ser parte de la solución, es parte del problema”.
“Quiero justicia por favor para que esto no vuelva a repetirse. Para que no le hagan más daño a la gente. ¿Cuántas muertes más debemos esperar? Por el cuerpo de mi hija, pido justicia para todos, no sólo para Junín porque esto pasa en todos lados”, dijo Walter Campos, el padre de Karen, y pidió que la manifestación fuera en paz.
Cuando la gente que estaba frente a la comisaría se enteró de la muerte de Karen, la situación se salió de control. La multitud arrasó el vallado de protección como si fuera una ola: lo levantaron por el aire y lo tiraron contra las paredes del destacamento. De entre la multitud empezaron a volar piedras y bombas molotov. Una movilera de TN terminó hospitalizada con un piedrazo en la cabeza. Un policía disparaba contra la gente apostado desde la ventana del segundo piso de la comisaría. La puerta de entrada de la dependencia, y tanto el primer como el segundo piso de la municipalidad ardieron. Más tarde, el fuego se extendió a varios locales comerciales sobre la calle principal y a los patrulleros y autos particulares estacionados en la puerta. Hasta que la guardia de infantería salió agrupada detrás de los escudos decidida a avanzar contra los manifestantes por la calle Siria: un grupo de 30 oficiales avanzando abrazados contra las piedras que silbaban en la noche bonaerense. Al avance policial lo siguieron más balas de goma y las bombas de gas pimienta.
“Lo que pasó es que a la marcha en reclamo de seguridad se sumaron los pibes de los barrios marginales que aprovecharon la situación para vengar a sus muertos y arrasaron todo. En Junín la venta de drogas es algo común, que se ve en todas las esquinas como si fuera algo natural. La policía libera las zonas para facilitar la venta. Todo el delito está fogoneado por un grupo de criminales que están hasta las manos, que te matan por nada”, agregó la fuente gubernamental. “Acá estamos hablando de un fuerte problema social vinculado a las zonas marginales con las adicciones y a la policía”, explicó.
Hoy la ciudad amaneció repleta de policías: unos 200 oficiales de la bonaerense custodiaban la plaza principal y los edificios municipales que fueron incendiados en la pueblada. Por el crimen de Karen ya detuvieron a un sospechoso, apodado El Pelado, que tiene 17 años y vivía en el Barrio La Celeste. Pero la calma no volvía a las calles del pueblo.
A la noche del lunes 11 de marzo, los vecinos de Junín volvieron a manifestarse. La reivindicación que los aglutinaba era el pedido de seguridad, aunque no se conocieron medidas específicas exigidas para tal cosa. Marchas iguales se repitieron en el barrio de Mataderos de la Capital Federal y en Capilla del Señor, en la provincia de Buenos Aires; ambos lugares tuvieron recientemente muertos por hechos de la llamada “inseguridad”. En este último pueblo bonaerense los vecinos realizaron una fogata frente a la intendencia además de apedrearla y a continuación se enfrentaron a la policía, que respondió con gases lacrimógenos y balas de goma.
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