La posición del que maneja, del que mueve, del que está encima es manipuladora: te hago desear, te voy calentando de a poquito, doy una entrevista, hago un videíto, y te convoco. Cuando quiero, donde quiero.

Te hago creer que es necesario que estés allí, a como dé lugar. Nunca se sabe si habrá una última vez, aunque no sea muy importante: con cambiar la lista de temas ya te tengo en mis manos. ¿Como no fuiste, si justo toqué “Todo preso es político”, o “Un héroe del whisky más” o “El capitán Buscapina”? Porque vos venís a buscar lo que no existe, lo que se perdió: los Redondos perdieron primero a Patricio Rey, luego a la ricota y se hicieron redondos. Hasta que se perdieron en una trama judicial mezquina por regalías, derechos, por dinero. Ese colectivo hermoso contracultural que nació en dictadura se estragó y comió a sí mismo, y terminó peleando como chicos por plata.

Estamos hablando de personas que ya tenían bastante para vivir tranquilos su madurez y vejez.

Estamos hablando de codicia, de inquina, de mensajes baratos.

Ya lo conté varias veces, pero ví a los Redondos hasta que murió Bulacio. Es decir: saqué entradas un mes antes para ir a un teatrito en San Telmo, compré un disco anticipadamente sin escucharlo para poder editarlo en forma independiente(Gulp!), comí redonditos de ricota cocinados por el Profe, me banqué los larguísimos monólogos de Symms (hasta que la Negra Poli lo agarraba de un brazo y lo sacaba de allí), ví a Monona en pelotas, a las Bay Biscuits siendo chifladas todo el set. En el show de Obras donde murió Bulacio por mi cabeza pasaron varias damajuanas y botellas y varias chicas fuimos manoseadas: ya no éramos todos “redonditos de ricota”, el público cambiaba, nadie cuidaba de nosotros. Ya en 1991 la independencia se asemejaba a descontrol, y durante toda la década empeoró: avalanchas para ingresar sin entradas, robos, agresividad, violencia, intoxicaciones de todo tipo.

La banda siguió tocando hasta que –como expliqué al principio- se pelearon como niños por dinero.

Y no tocaron más.

La parte que me perdí es porque el Indio concitó toda la atención, el público y la convocatoria y Skay no. Ambos eran un tándem que parecía inquebrantable, Skay solía ser mucho más sociable –iba seguido a Cemento, Die Schule, teatritos a ver bandas que le gustaban- y los Redondos estaban donde estaban porque la Negra Poli era férrea. Sin embargo el público luego de la pelea se fue con el Indio.

Qué implementó esa manera de tocar que implica que la gente deba transportarse en pésimas condiciones y gastando lo que no tiene a sitios insólitos. Nació allí también el concepto de misa, concepto que tira por tierra lo que en sus comienzos fue una banda firme ideológicamente, culturalmente, independiente.

No es que los Redondos fueran declamatorios, pero eran grandes lectores, sus letras estaban trabajadas y tenían una striptisera y cuatro minas gritando a lo loco en sus shows. En aquellos años estaban más cerca de quemar iglesias que de comulgar.

Lo que pasó en este show –aún no se sabe bien que pasó en este show: escribo estas líneas a las 5 de la mañana de un domingo, cuando los muertos aún están lejos de la morgue y las redes son un hervidero de pedidos de informe por un hermano, un amigo, una familia- podría haber pasado en cualquier otro show.

No hay en Argentina un predio capaz de contener más de 200.000 personas en un acto público, sea político, rockero o de amantes del paddle, pagando entradas.
Gente acampando en cualquier sitio, bebiendo, comiendo, preparándose para la “fiesta”.
Accesos taponados y lo más llamativo: bebés y niños pequeños entre el público.

Cromagnon no enseñó nada. Las personas siguen haciendo “partícipes” de su idolatría y fanatismo a personitas sin la menor defensa. Los llevan a la cancha, a recitales multitudinarios, donde no solo pueden quedar sordos o en medio de peleas, sino además corren el riesgo de ser expuestos a pirotecnia.

En el show del Indio prendieron bengalas, ¿Pueden creerlo? Casi 200 muertos en Cromagnon no nos enseñaron nada.

Lo último que puedo escribir es el título: la angustia.

Me angustia enormemente que estemos viviendo así.

Me duele, aunque hace 26 años que no escucho en vivo al Indio Solari.

Y lo que si me enoja es la cantidad de personas que van a llorar en un altar cuando –seguramente- el Indio anuncie la penitencia: no va a tocar más.

Lobo suelto, cordero atado.

 

Foto: Gentileza Correpi

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#IndioEnOlavarría: tres miradas

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