La periodista que se travistió para cubrir la guerra

A principio del siglo XX, a Dorothy Lawrence le permitían escribir en un diario pero desde su casa, para que no distraiga a los varones en la redacción. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial quiso ser corresponsal pero nadie quería contratarla por ser mujer. Así que se cortó el pelo al ras y se vistió de soldado.

La periodista que se travistió para cubrir la guerra

Por Danila Saiegh
02/10/2019

Seis semanas tardó Dorothy Lawrence en llegar desde la ciudad de Senlis, cerca de París, hasta el frente de batalla casi en la frontera con Bélgica.

El viaje empezó una tarde calurosa de 1915. Dorothy entró a un bar, vio a dos soldados británicos y se sentó cerca para escuchar su conversación. Eran mucho más jóvenes que ella, extrañaban sus casas, sus camas y a sus madres. Después de 10 o 15 minutos de escuchar atentamente mirando un punto fijo Dorothy fingió sorpresa: “Discúlpenme, me pareció escucharlos hablar inglés, el verdadero inglés”. La invitaron a sentarse con ellos. Dorothy se reía exageradamente de los chistes de ambos y los miraba por igual. Quería mantener el interés de los dos.

Con las piernas cruzadas y las manos en su falda ella inventó una historia para justificar su presencia en Senlis. Dijo que estaba de visita en lo de unas primas pero que había perdido la dirección de la casa. El relato no era creíble pero la falsa ingenuidad de Dorothy predispuso a los soldados. Se quedaron charlando tres horas más y después, borrachos, se fueron juntos.

Dorothy se despertó a la mañana siguiente muy temprano en un campamento militar semidesnuda, entre dos muchachos de veinte y feliz. Le pidió al más flaco que le consiguiera un uniforme, él le explicó que por el momento podía darle sólo un par de botas.

Pasó cinco noches escondida en el campamento. Todas las tardes uno de los soldados le daba una prenda hasta que Dorothy tuvo el kit completo: chaqueta, insignia, gorra, pantalones, camisa y botas. Escuchó que uno le decía al otro que no tenía problema en ayudarla porque ella nunca se animaría a ir al frente. Dorothy ignoró ese comentario. Se despidió largo y tendido de sus dos amigos y se fue a la estación de tren vestida como soldado y con el cabello escondido en la gorra militar.

Mientras esperaba el tren fingió una voz más grave para conversar con un policía militar escocés. Se llamaba Edwin, tenía manos grandes y cabello rubio. Se reía de los distintos ensayos de voces de hombre que Dorothy practicaba delante suyo. A los veinte minutos le dijo que se relaje, que ya se había dado cuenta de que era una mujer haciéndose pasar por un soldado. Ella se rindió y le contó su historia. Le dijo que era una periodista británica que quería llegar al frente para retratar el horror de la gran guerra. Que había hecho varios intentos para que algún periódico británico la mande como corresponsal, pero que no había tenido éxito. Todos los editores se habían reído de ella, les resultaba impensable que una mujer participe de algún modo de cualquier cuestión vinculada a lo bélico.

Edwin le propuso cortarle el pelo como un soldado. Le dijo que esos mechones que se escapaban de la gorra reglamentaria la habían delatado y que no era recomendable generar sospechas ante los oficiales que custodiaban las fronteras. Se metieron en el baño de la estación. Edwin tapó el inodoro y le pidió que se sentara. Con un cortaplumas recorrió toda su cabeza. Le dejo dos centímetros de cabello en la tapa del cráneo y le cortó al ras en los costados y la nuca. Dorothy sintió el frío en el cuello y se imaginó su aspecto. Se levantó del inodoro y se acercó al lavamanos. Se miró en el espejo y, satisfecha, por fin se vio como el cabo Denis Smith del 1er Batallón del Regimiento de Leicestershire.


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1. Dorothy Lawrence tenía el apellido de su padre biológico que no estaba casado con su madre. Thomas Hartshorn Lawrence había hecho un pacto matrimonial con otra mujer. Con ella tenían un hijo y una casa sobre Moxon Street en Hendon, un barrio en las afueras de Londres. Dorothy nació el 4 de octubre de 1896. En marzo de ese mismo año, su madre, Mary Jane Beddall, que era una mujer muy práctica, decidió que no tenía nada más que hacer en Hendon y se fue con Dorothy a Londres. Sus padres le dieron plata un poco para ayudarla y un poco porque creían que era una vergüenza para ellos que su hija hubiera tenido relaciones con un hombre casado.

2. Mary Jane alquiló una habitación para ella y Dorothy en una lodging house, una especie de conventillo donde vivían las clases medias bajas y bajas en el Londres de 1900. La casona estaba ubicada en Bethnal Green, un barrio periférico de la ciudad. Eran inquilinatos con grandes dormitorios que, muchas veces, se compartían con otras personas, en su mayoría inmigrantes recién llegados o familias de obreros calificados. Mary Jane había sido criada para ser esposa y madre, pero nunca le habían interesado ninguna de esas actividades. Le gustaba conocer gente y charlar. De modo que fue muy fácil encontrar quien cuide de Dorothy mientras ella ocupaba sus mañanas trabajando como ayudante en una botica. Por las tardes llevaba a su hija a Hyde Park a ver los carruajes o a las damas pasearse con sus elegantes vestidos y protegerse del sol con sus sombrillas. Le parecía un entretenimiento barato, como ver un desfile.

3. Cuando Dorothy fue un poco más grande pasaba las tardes haciendo tareas escolares y jugando con otros niñes del conventillo. Mary Jane entraba y salía con la tranquilidad de que la comunidad de mujeres que se había armado en la casona de Bethnal Green cuidaba a Dorothy.

4. En el verano de 1909 Mary Jane contrajo una enfermedad. Empezó con muchísima fiebre, dolores y pústulas en diferentes partes de su cuerpo. Una de las amigas de Mary Jane, Anne, trajo a un médico a la casa para que la viera. Les dijo que era viruela. Explicó que debían aislar a Mary Jane hasta que esa pústulas se convirtieran en costras y se desprendieran de su cuerpo. Hasta ese momento la madre de Dorothy era contagiosa. Dorothy movió sus pocas cosas a la habitación de Ann y sus hijos. Fue difícil que la dueña del inquilinatos aceptara seguir alquilándole la habitación a una mujer enferma, pero finalmente aceptó. Una vez que se le cayeron las crestas de la piel, Dorothy volvió a la habitación con su madre. Creyó que ya estaba bien, pero a los días se quedó ciega y empezó a estar mucho peor. Una mañana Dorothy quiso despertar a su madre y no respondió.

5. Al principio Dorothy quedó al cuidado de Anne, pero con el paso del tiempo la mujer no pudo hacerse más cargo de ella y la llevó a una iglesia cercana. Anne era amiga del cura, el padre Sean, con quien acordó que cuidaría de Dorothy como si fuera su sobrina para que no se la llevaran a una workhouse o a un orfanato y, de ese modo, Dorothy podría seguir en contacto con ella y sus hijos. El padre Seann era un hombre al parecer amable, extrovertido y muy querido en esa comunidad. Durante unos meses cumplió su trato pero después de un tiempo no permitió que Anne y sus hijos vieran a Dorothy. De hecho, dos años después, cuando Dorothy cumplió 15, la envió a vivir a Salisbury. Si bien nadie le preguntó, Dorothy estaba de acuerdo.


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6. Josephine Fitzgerald era una mujer rica y viuda que tenía una casa muy grande. No había podido concebir y luego de la muerte de su esposo se dedicaba a adoptar jovencitas. Ella creía que las preparaba para la vida futura. Las niñas alternaban sus tareas escolares con los quehaceres domésticos. Dorothy tenía una habitación para ella sola porque era la mayor de las cinco niñas que vivían en la casa de Josephine. Iba a una pequeña escuela privada para niñas y sobresalía en literatura y lengua inglesa. Había aprendido de su madre las ventajas de conversar con todo el mundo y, si bien era discriminada por ser adoptada, también era invitada a todos los eventos que sus compañeras organizaban porque era divertida.

7. A los 18 años Dorothy decidió volver a Londres. Fue a la casona de Bethnal Green a buscar a Anne y sus hijos. Pensó que si seguían viviendo allí quizás podría quedarse, pero la idea de volver a la casa donde había vivido con su madre la angustió. Por suerte se habían mudado a Brixton. Todo los hijos de Anne trabajaban, de modo que podrían pagar el alquiler de una casa. Si bien había pasado algún tiempo de las últimas cartas que había intercambiado con Anne, cuando Dorothy llegó a su casa fue recibida con mucha emoción. Se quedó a pasar unos días con ellos hasta que pudiera conseguir otro lugar.

8. Dorothy quería ser periodista. Le gustaba escribir y contar historias. Uno de los hijes mayores de Anne, Peter, tenía un amigo que trabajaba en Pall Mall Magazine, una revista literaria que publicaba cuentos, poesía y algunas notas editoriales. Le dijo a Dorothy que podía presentárselo. Le advirtió que Tom pensaba que las mujeres no estaban preparadas para encarar un trabajo con tanto riesgo como el periodismo. Anne armó una cena para que Dorothy y Tom se conozcan. Al despedirse, Tom le dijo a Dorothy: “Vení a verme a la revista y veamos de qué podés escribir”.

9. Le dijeron que podía escribir pero no en la redacción porque podría desconcentrar a los periodistas. El editor de la revista Pall Mall le encargó que escribiera algunas historias de amor cortas. Josephine, quien había cuidado de Dorothy cuando todavía era menor de edad, le envió el dinero para que se comprara una máquina de escribir y así empezar con su carrera como periodista. Dorothy sabía que su propia máquina de escribir era el pasaporte a escribir en otros medios. Tranquilizaba muchos a los editores. Al tiempo empezó a publicar en el periódico Times de Londres.

10. En 1914 estalla la guerra y Dorothy decidió que se iba a convertir en una corresponsal, quería retratar la verdad de lo que sucedía en el frente de batalla. Se presentó en muchos periódicos cercanos y escribió a otros tantos proponiéndose como reportera de guerra pero no tuvo éxito. Para ella, ser corresponsal de guerra era una oportunidad para volverse indispensable, quería escribir historias tan convincentes que los periódicos y el público tendrían que reconocer su capacidad. No importó cuánto lo intentara, no había un periódico en la ciudad que enviara a una mujer a las líneas del frente. También intentó llegar a través de la organización sanitaria Voluntary Aid Detachment. Tampoco lo logró. Decidió ir por la propia. Viajó a París e intentó que algún medio francés confiara en ella.

11. Partió hacia Senlis sin credenciales ni dinero. Utilizó su encanto e inteligencia para desarrollar un plan que evolucionó a lo largo de seis semanas. Comenzó haciendo amistad con dos soldados británicos en París que luego le dieron el uniforme para hacerse pasar por soldado. Más tarde, un policía le hizo el corte de pelo reglamentario en una estación de tren. Los llamó sus “cómplices color caqui” y serían los primeros de diez que la ayudarían en su travesía.

12. Dorothy aprendió a parecerse a un soldado, adaptó sus movimientos, se fajó los pechos, con algodón se rellenó el saco para que sus hombros se vieran más voluminosos, con un producto para pulir muebles diluido en agua le dio un efecto de bronceado a su piel. Aprendió a marchar. Recorrió cientos de kilómetros en bicicleta. Dormía en edificios bombardeados, en campos de maíz o al costado del camino. Finalmente llegó a Albert, bastante al norte de parís, cerca de la frontera con Bélgica, un área del frente tan peligrosa que estaba fuera del alcance, incluso, para los corresponsales de guerra autorizados. Allí conoció a Tom Dunn, un ex minero que la dejó quedarse en el campamento. Dormía en un colchón empapado lleno de insectos y comía las raciones que él le compartía. Dorothy trabajó excavando túneles y minando tierras. Pero, al cabo de diez noches bajo el fuego casi constante su reuma empezó a afectarle. Comenzó a tener desmayos y se entregó a las autoridades militares para que sus amigos no se metieran en problemas si la descubrían.

13. El sargento de la división le aseguró que mantendría su secreto, luego regresó con tres soldados para arrestarla en la cabaña donde habían acordado reunirse. Ella le dijo: “si realmente fuera un hombre, te derribarría aquí y ahora”. Fue encarcelada por unos dias y sometida a muchas horas de interrogatorio. Nunca delató a ninguno de sus cómplices color caqui. Las autoridades militares estaban avergonzadas de que una mujer joven hubiera podido infiltrarse en su ejército. Inicialmente sospecharon de que Dorothy era una espía o una prostituta. Cuando vieron que no podían obtener información la encerraron como prisionera de guerra en un convento en St Omer. Dos semanas después la deportaron a Gran Bretaña. Todos sus soldados amigos fueron a despedirla. Antes de irse la obligaron a firmar un acuerdo de confidencialidad, no podría escribir sobre su experiencia. A los militares les preocupaba que otras mujeres trataran de imitar a Dorothy.

14. De vuelta en Londres, publicó sus experiencias en una revista. Los militares sacaron la publicación de circulación y la amenazaron con encarcelarla de nuevo. La sufragista Emmeline Pankhurst le ofreció a Dorothy contar públicamente su experiencia en el frente, pero ella tuvo que decir que no. También la obligaron a destruir el primer borrador de su libro The only english woman soldier. Para Dorothy, firmar ese acuerdo significó perder la posibilidad escribir y ganar plata como periodista que era su gran objetivo. También quería exponer su historia para disipar los rumores que decían que ella había estado en las trincheras porque era una trabajadora sexual. Finalmente en 1919, y a pesar de la interferencia del Departamento de Guerra, pudo publicar su historia, pero para un mundo que ya estaba traumatizado con la guerra que acababa de terminar, su libro que recuperaba los horrores de aquellos días simplemente no se vendió.

15. A los 29 años Dorothy se animó a denunciar por abuso sexual al cura que había estado a cargo de ella en su infancia. Nadie le creyó. Su relato fue leído como síntoma de un comportamiento maníaco y sirvió como excusa para internarla en un Hospital psiquiátrico al norte de Londres, en Barnet. Los médicos decían que inventaba sus acusaciones de abuso debido a las profundas fantasías neuróticas y reafirmaban su diagnóstico diciendo que por eso nunca se había casado con un hombre y no tenía familia. Estuvo institucionalizada 39 años, hasta su muerte en 1964.

Danila Saiegh
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