La policía mató a mi hijo y solo les preocupó cubrirse

Valentino Blas Correa tenía 17 años. El seis de agosto la policía cordobesa baleó el auto donde iba con sus amigos porque evitaron un control de tránsito. Las pericias ya comprobaron que la bala que lo mató salió de un arma policial. “No tengo odio, pero quiero que esto cambie”, dice su mamá.

La policía mató a mi hijo y solo les preocupó cubrirse

Por Cosecha Roja
19/08/2020

Por Soledad Laciar, mamá de Blas

Es difícil como mamá ponerle palabras al dolor que siento, pero lo voy a intentar porque no tengo odio, lo único que espero es que no haya otra mamá como yo que sufra.  La muerte de Blas me destruyó la vida, y aunque voy a hacer prejuicios anticipados porque no estuve la noche del 6 de agosto cuando le dispararon, puedo decir que en lo que siguió obraron todo mal.

Blas tenía un grupo de 11 amigos muy respetuosos de la cuarentena. Cuando acá en Córdoba se habilitan las reuniones familiares para los fines de semana nos pusimos de acuerdo con los papás de dejarlos juntar en las casas, se les había dado por cocinar así que un día hacían pollo al disco, al otro día hacían un asado, otro día un costillar y así. 

Ese fin de semana vuelven a bloquear las reuniones familiares, pero en Córdoba sí estaban autorizados los bares y restaurantes hasta la 1 de la madrugada. Blas me dice “mami no vamos a ir a ninguna casa porque no vaya a ser que nos pongan alguna multa y pongan en riesgo a algún papá, nos vamos a ir a un bar”.

Salió de mi casa a las 6 y media de la tarde y fue a lo de sus abuelos a bañarse, porque acá en casa estábamos con una obra. Se bañó y se juntó con sus amigos para ir al bar y de ahí no volvió nunca más. Hizo lo que estaba permitido y lo mataron.


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Yo tengo una bebé de ocho meses así que a la noche pongo el teléfono en silencio para que no suene y se despierte. Así que los papás de los otros chicos me hablaron por teléfono, yo no atendí y automáticamente le hablaron a mi hijo más grande que me dijo “mamá pasó algo con Blas”. 

Me fui hasta la esquina donde me indicaron y estaba todo vallado por la policía, entré corriendo y a 20 metros del auto me frenaron. Lo único que alcancé a ver fue un hueco en el vidrio y las piernas de mi hijo colgando. Estaba tapado con un nylon. Esa es la mayor cercanía que tuve, hasta el otro día que me lo entregaron en un cajón.

Hay imágenes que muestran pasar el auto a las 12 de la noche a todo lo que da, a 200 metros de donde fue el tiroteo de la policía a mansalva. Yo no sé si Juan, el nene que manejaba, ya sabía que Blas estaba herido o iba con miedo y por eso aceleraba. De ahí siguen camino y los que iban atrás dicen “frená, frená que queremos bajar”. Cuando le dijeron a Blas que bajara el respondió, “no puedo moverme porque me dieron”. Su amigo escuchó esto y salió a todo lo que da buscando una clínica y fueron a la Aconcagua. 

Los chicos llegaron desesperados a los gritos, eso se ve en un video. Como les dicen que “no” lo vuelven a cargar en el auto e intentan llegar al Hospital Municipal urgencias. En el medio del camino los intercepta la policía. Yo no sé si mi hijo ya estaba muerto, porque en las imágenes que se ven en la clínica aparentemente está vivo. De hecho la autopsia dice que estaba vivo. Tal vez le podrían haber salvado la vida, pero no lo intentaron.

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Cuando los intercepta la policía y aparentemente llaman al 107 constatan la muerte. No tengo idea de lo que pasó en ese momento porque no sigo de cerca la causa judicial, tampoco tengo detalles de la autopsia. Quiero ser cautelosa y no decir cosas que ni suman ni restan.

“Es mi hijo, es mi hijo”, les dije llorando. Llegué a las dos menos cuarto. Nadie me decía qué había pasado. Recién a las 4 de la mañana me entero que lo había matado la policía. Pensé que era un robo, que les habían querido robar, porque mi hijo decía a mí no me van a robar, me voy a defender. Por dentro decía: “¿por qué no le habrá dado el celular, el auto, lo que le pidan?”.

Ahí me mandan a la jefatura de policía, no me dan ningún tipo explicación, no me dan ningún tipo de contención. De ahí volví al lugar, que está a 15 cuadras, y ahí escucho a un papá de uno de los amigos que dijo que les había disparado la policía. Pero la policía nunca vino a dar la cara, a decir “mirá yo soy el jefe del operativo…”. Nada. Ni “tome un vaso de agua”, cero humanidad.

Ellos me demostraron con sus hechos que su preocupación era tapar todo esto. Y no lo digo yo, lo dijo la misma policía que puso un arma: se habían mandado una cagada y estaban preocupados en taparla. No tuvieron la deferencia de pensar en mí como mamá. 

Yo trabajo en un banco, estoy casada por segunda vez, y mi marido se dedica a lo inmobiliario. Somos una familia normal que sale todos los días a laburar y Blas era un pibe cuya única pasión era Belgrano, su abuelo y su bisabuela. Estaba en el último año del secundario y quería estudiar periodismo deportivo. Era muy fanático del fútbol, no de jugarlo sino de comentarlo: partido que mirara te lo relataba antes de la tele. El que quería saber algo de fútbol se lo preguntaba a él.

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Era muy fan del fútbol, decía que iba a estudiar periodismo deportivo y soñaba con algún día trabajar en Belgrano de Córdoba, donde mi papá, Miguel Laciar, había jugado. Tenía mucha química con Blas, esto del fútbol era su conexión. Como mamá no puedo ser objetiva, pero no tenía ni un gramo de maldad. No era moquero, que uno diga que hacía cagadas como lo puede ser cualquier adolescente, ni eso. 

Hasta dónde son capaces de no asumir que se equivocaron. Cuando ves toda una trama de tapar y tapar, te preguntás ¿dónde estoy?, ¿quién es la gente que supuestamente te defiende?, ¿en quién puedo confiar?. Espero que la muerte de mi hijo sirva para que haya un cambio en serio, yo le quiero decir a el hijo y la hija que me quedan que si tienen un problema busquen ayuda de un policía. ¿Cómo hago ahora para decirle que les pidan ayuda? 

No es odio contra la policía, yo trabajo todos los días con policías y conozco gente buena, pero los malos tienen que estar afuera, y el que se mandó una cagada tiene que hacerse cargo. Si no fuera porque la prensa saliera a dar la versión de lo que en verdad pasó, capaz que a mi hijo le metían un arma o droga para tapar un error de ellos.  Sé que este dolor me va a acompañar toda la vida, pero como madre espero que su muerte sirva -y no sé si es la palabra adecuada- para que esto no vuelva a pasar. Esto no se soluciona con uno o dos policías presos, esto es más profundo, estas cosas no pueden pasar impunemente.