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A las cuatro de la tarde, como en procesión, centenas de mujeres vestidas de negro caminan por la 9 de Julio rumbo al norte, al Obelisco. No van calladas, algunas hablan, otras cantan. Las conversaciones se repiten: “Y le pegó”, “Yo no sé cómo ella no lo denunció”, “Esto se arregla desde la justicia”, “Hay que estar en su lugar”. En el Obelisco, por Diagonal Norte, en Maipú, Florida, la recova del Cabildo, los senderos y el pasto de la Plaza de Mayo. “No se puede seguir así”, “¿Y los tipos estos, están en Batán?”. A pesar de la muerte, la aberración, la locura, los 19 femicidios de octubre y la lluvia copiosa, las mujeres sonríen. Marchan y sonríen.

El Gobierno de la Ciudad no ha colaborado esta tarde: no hubo cortes de calles anticipando el caos de tránsito de la hora del regreso en Microcentro. A las mujeres también las putean. Desde los autos. Bajito. Entre dientes. Los varones saben que hoy es ese día. Y callan.

Noelia vive en Temperley pero hoy fue al centro. Ahora trepa entre los escudos que rodean el Obelisco. Lo hace con delicado equilibrio. El mismo que hace en la vida desde que un vecino mató a su sobrina Milagros Moreira, de cuatro años. “La incentivó, la llevó engañada a su casa. Le dijo que su mamá le iba a dar ropa y la mató”. Noelia llora y muestra un pin redondito con la cara de la nena. “El hombre está preso pero nosotros no vamos a estar bien nunca más”, dice a Cosecha Roja. A Milagros la mataron y la metieron desnuda en un lavarropas viejo. Allí la encontró su abuelo y allí comenzó el horror.

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#NosotrasParamos #NiUnaMenos #VivasNosQueremos fue la convocatoria que giró primero por las redes sociales y luego por la asamblea que alojó la sede de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, para luego pasar a los medios de comunicación. La idea nació con el crimen de Lucía Pérez, el sábado 8 de octubre en Mar del Plata. El de la adolescente de 16 años no fue el único femicidio del mes: esa misma semana, una madre mató a su hija lesbiana y dos chicas fueron acuchilladas en La Boca. A los pocos días, una pareja abusó y asesinó a su beba de once meses. En Córdoba fueron tres las mujeres asesinadas la última semana. La bronca se acrecentó y, aceitada la comunicación y el sentimiento luego del Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, la convocatoria se convirtió en un Paro. El primer Paro Nacional de Mujeres.

“Yo decido quién me toca”, dice el cartel que lleva una adolescente con la sien rapada. Al lado, las mujeres de la Izquierda Latinoamericana usan bolsas grandes de residuos como pilotines improvisados. La lluvia no da respiro.

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Desde un rincón del Obelisco, a cada nombre de cada víctima, las mujeres de La Casa del Encuentro gritan presente. Una señora, con un cartel desteñido por la lluvia, dice “Por favor, Verónica Di Bernardi”. Y la nombran. Al escuchar “Presente, ahora y siempre” la mujer se tranquiliza. Su nombre es Andrea Gagliardi y es la mamá del ex novio de Verónica. “Que salga la sentencia. ¡Que los jueces se muevan!”, pide.

“Verónica tenía 17 años. Salía con mi hijo pero se pelearon. A los cuatro meses empezó a salir con otro chico. Tres días después de la marcha del 3 de junio, ella le dijo que quería dejarlo y él la acuchilló”, cuenta a Cosecha Roja. La causa por el asesinato de Verónica fue caratulada como  “Femicidio”.

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El último Encuentro Nacional de Mujeres fue masivo: más de 90 mil personas estuvieron en Rosario. “Más allá de la furia, porque estamos enfurecidas en vida, el movimiento de mujeres está en un momento muy alto y unido en toda su heterogeneidad, llegando a consensos muy grandes. Hay una transformación cultural y cambios en el sentido común y en pequeñas cosas en la vida cotidiana que se juega en el público que no es militante”, explica a Cosecha Roja Florencia Abbate, miembro del colectivo NiUnaMenos que convocó a la marcha. “Lo que me resulta desesperante es el vacío del Estado que se produce: mientras el Movimiento de Mujeres alienta, la justicia es lenta y misógina. Entonces ¿qué pasa en el medio? Faltan instancias institucionales en esos momentos en que las mujeres se atreven. Que cuando las mujeres digan no, tengan respaldo institucional”.

Entre las cientos de adolescentes, vestidas y maquilladas de negro de pies a cabeza, en un escalón de la plaza, sola, está Noemí Zerpa. En sus manos sostiene un palo muy largo. En la punta un cartel escrito en fibrón sobre cartón corrugado: “No más muertes de mujeres en Jujuy”. Su sobrina murió quemada después de agonizar un mes: el marido la prendió fuego. “La quemó el 16 de septiembre y falleció el 15 de octubre. Sus hijitos, de cuatro y seis años. les decían a los abuelos que su papá trataba mal a la mamá. Ellos nunca imaginaron cuánto, hasta que la mató”, cuenta a Cosecha Roja.

La carátula también es “Femicidio”.

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– Estamos acá porque tenemos hijas y nietas, dice Alejandra Sánchez.

– Yo hoy hice paro. A la una menos diez dejé todo como estaba y no lavé los platos. ¡Los va a tener que lavar mi marido cuando llegue!, cuenta Graciela Flores.

Unos metros más allá, las tres hermanas de Mariela Fernández, asesinada por su marido en Chile, limpian el afiche que prepararon. El cartel está envuelto en un plástico, para protegerlo de la lluvia. Como si lo acariciaran, Lorena, Bárbara y Daniela le pasan la mano para sacar el agua. A Mariela la mataron a puñaladas el 7 de octubre en Santiago. El marido está preso por femicidio pero sus tres hijos quedaron al cuidado de un primo lejano de la familia paterna. “El está con prisión preventiva y desde el Centro Nacional de la Mujer nos están ayudando mucho. Nos orientan, nos acompañan. Nosotras queremos traer los restos de Mariela y a los chicos. Ellos tienen que vivir con la familia de su mamá”, dicen a Cosecha Roja.

“La naturaleza es sabia, el macho no pega”, bromean unas chicas que fuman porro. “¿Sabés por qué? Porque el machismo es el miedo a las mujeres sin miedo”.

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A las 18:42 la Plaza de Mayo está llena. Desde el escenario empiezan los primeros cantos. Debajo de un mar de paraguas, las mujeres escuchan el discurso del colectivo NiUnaMenos: “Nosotras paramos. Porque nos duele y nos indigna que en este mes de octubre ya se cuenten 19 muertas. Paramos porque para detener a la violencia femicida necesitamos plantarnos desde la autonomía de nuestras decisiones y esto no es posible mientras el aborto no sea legal, seguro y gratuito para todas. Mientras las variables económicas sigan reproduciendo la violencia machista: porque nuestras jornadas laborales son dos horas más largas que las de los varones, porque las tareas de cuidado y reproductivas caen sobre nuestras espaldas y no tienen valor en el mercado de trabajo. Porque la desocupación crece dos puntos cuando se habla de mujeres, porque la brecha salarial es, en promedio, de un 27 por ciento. Es decir, que a igual trabajo, las mujeres ganamos mucho menos que nuestros compañeros”.

Mientras Marta Dillon, Florencia Minici, María Florencia Alcaraz y Ximena Espeche leen el discurso, en más de 154 ciudades del mundo las mujeres gritan #VivasNosQueremos. “En América Latina nos acompañamos entre todas, porque América Latina será toda Feminista”.

Leé el texto completo de Ni una menos.

Fotos: Sebastián Hacher