Juan Darthés en un spot del Ministerio de Desarrollo Social contra la violencia de género.

Juan Darthés en un spot del Ministerio de Desarrollo Social contra la violencia de género.

Mi mamá está dolida. Seguía mucho a Juan Darthés. Vio varias de las novelas que él protagonizó. Incluso vimos alguna juntas, cuando compartíamos casa. Anoche se quedó mirando Intratables, un programa que detesta, pero como estaban hablando del tema.

Mi mamá es la única mujer de siete hermanxs. La única que ayudaba en las tareas de la casa y la que dejó de trabajar cuando nació mi hermana para ocuparse de ella y de la casa. Y después de mí y de la casa.

Cuando Calu Rivero denunció a Darthés, mi mamá dudaba. Como muchxs otrxs. Después leyó una nota que publicamos en Cosecha Roja y ya no dudó. Este año me dijo que gracias a mi y a mi hermana se estaba deconstruyendo. Que había naturalizado tantas violencias en su vida y que ya no más. Ayer me dijo que estaba dolida, asqueada y enojada.

¿Cuántas mujeres ayer habrán escuchado desconsoladas el relato de Thelma? ¿Cuántas se habrán acordado de Calu? ¿Cuántas habrán buscado las caras de las actrices más famosas, sus favoritas, para sentir que ellas legitiman esa denuncia? ¿Cuántas se habrán sentido identificadas?

La violencia cotidiana es invisible. Todos los días escribimos sobre casos similares: que no le tomaron la denuncia, que el tipo violó la perimetral, que en la comisaría la trataron mal. Todo el sistema está preparado para no escucharnos. Veamos un ejemplo: las mujeres que publicaron sus testimonios sobre Onda Vaga están siendo intimidadas judicialmente. Incluso Calu Rivero tuvo que hacer frente a una demanda de Juan Darthes.

Que un grupo de actrices reconocidas se pare en un teatro para denunciar no sólo a un actor, sino a una industria que sistemáticamente las oprime habla de valentía pero también de entender que la clave es estar juntas.  Que la imagen que nos devuelve la pantalla deja de ser esa cosa edulcorada, frívola, casi idealizada, y refleja la violencia cotidiana en la que vivimos.

¿Cuántas de nosotras entendimos eso? ¿Cuántas le creímos a Calu? ¿Cuántas le creemos ahora, desde ayer? ¿Cuántas aprendimos de otras, más jóvenes o más viejas?

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Zoe tiene 11 años. Está por terminar sexto grado y en estos días discutían en el aula si usarían lenguaje inclusivo en los buzos de egresadxs.

Ayer estaba sacando canciones de Natalia Lafourcade con el piano cuando escuchó algo en la tele que le llamó la atención. Era la conferencia de las actrices. Ella no llegó a ver Patito Feo en la televisión, pero se volvió fanática siguiendo los capítulos por YouTube. En la tele escuchó violación y el nombre de uno de sus programas favoritos. No lo podía creer.  Gugleó a Darthés porque no sabía quién era. Lo primero que le salió fue poner en instagram: Mirá cómo nos ponemos. Cuando llegó su mamá le dijo que quería poner algo más. Se sentaron y juntas agregaron la frase: “Basta, esto recién empieza” y el emoticón de un puño.

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En la parada del colectivo, en la cola del cajero y en un bar. La denuncia de las actrices traspasó la televisión, pero también las redes sociales. Que sea un actor famoso, que sea un “padre de familia”, que haya sido un “buen tipo” con algunas y un “gran amigo” con otros desconcertó.       

La industria que nos vendió modelos de hombres inalcanzables, que multiplicó hasta el infinito el convertir a las mujeres en mercancías, hizo crack desde adentro. La señora que lloraba con las novelas del galán, ahora llora por otras cosas. Llora por ella, llora por nosotras.