Juliana Mendoza – Cosecha Roja.-
-Ma, ¿te puedo pedir algo? El día que yo me vaya, cuidá a mi hermana porque es mi vida. Prometeme que me vas a poner la camiseta de River.
Luciano Arruga y la mamá caminaron con la mirada baja las siete cuadras que separan el destacamento de Lomas del Mirador de su casa. Ninguno de los dos hablaba. Él rengueabay lloraba de la impotencia. Mónica Alegre lo abrazó para ayudarlo.
-Ahí no mamá, me duele, poné la mano más abajo.
El 22 de septiembre de 2008 el adolescente de 16 años estuvo detenido nueve horas: los oficiales lo golpearon, lo amenazaron y le dieron de comer un sándwich escupido. Hoy empezó el juicio por las torturas de la primera detención de Luciano Arruga y el único imputado es el ex policía del destacamento Julio Diego Torales. La primera en declarar fue la mamá, representada por los abogados Maximiliano Medina y María Dinard, del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), y Juan Manuel Combi, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) de La Matanza.
Aquel día Luciano salió de su casa a las 7.30. Había dejado el secundario y trabajaba con el novio de su hermana Vanesa. Unas horas más tarde, cuando Mónica preparaba el almuerzo, un policía bajó del patrullero en la puerta de su casa y le dijo que Luciano estaba detenido en el Destacamento. Ella fue a buscarlo pero no lo pudo retirar.
-Su hijo robó un mp3 y un celular. No lo puede ver, está incomunicado, le dijo Torales.
A las 14.30 Mónica regresó a la casa para contarle a Vanesa lo que estaba pasando y juntas volvieron al destacamento. La hermana de Luciano enfrentó a Torales: “Quiero ver a mi hermano ¡Sueltenlo!”. Desde un cuarto que tenía la puerta abierta, escuchó el grito del adolescente.
-Vane, sacame de acá que me están matando a palos.
Una bota cerró la puerta. Enseguida Mónica y Vanesa escucharon golpes y el llanto de Luciano.
“Mamá no lo dejes solo, yo me tengo que ir a trabajar”, le pidió Vanesa. Pero Mónica se fue porque Torales le dijo que necesitaba la partida de nacimiento de Luciano para sacarlo. Ella no la tenía, estaba en la casa de la cuñada en Puente La Noria, y para buscarlo tuvo que tomar dos colectivos. Cuando volvió al destacamento a las 17, presentó el papel pero no dejaron que lo viera. “Tardaron dos horas en hacer los trámites para soltarlo, necesitaban una orden del juez pero no me dijeron quién era”, contó en la audiencia.
Recién a las 19.30 lo liberaron. Luciano señaló e insultó a Torales: “Vos me pegaste mientras otros dos me agarraban”. Mónica le pidió que se callara. “Vos sos una ortiba, me estaban cagando a palos y vos los defendiste. A vos no te pegaron, a vos no te dieron un sánguche escupido”, le dijo el adolescente. Cuando volvían, ella lo aconsejó de nuevo.
-Cuidate por favor, no los insultes. Agachá la cabeza. Si ves un patrullero cruzá de vereda porque si a vos te pasa algo, yo me muero.
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Esta mañana pasadas las nueve un camión blindado estacionó detrás de las vallas que puso la policía. Un hombre encapuchado bajó y entró a la Unión Industrial del Partido de la Matanza (UIPMA), donde funciona el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°3. Todavía había poca gente en la calle Juan Florio y el hecho pasó inadvertido para la mayoría de los asistentes. La audiencia empezó a las once y media. Cuando todo el público estaba sentado dentro de la sala, otro camión estacionó afuera: esta vez Torales bajó esposado y con una campera blanca que le tapaba la cabeza.
El único acusado por las torturas a Luciano Arruga nació en Berazategui en 1980 y vivió con su familia en Lomas del Mirador. Es el único varón de cuatro hermanas mujeres y siguió la carrera policial del papá. La mamá Zulma Robles está terminando el profesorado de Economía. Ella dice que su hijo es “policía de vocación” y que él estudió gracias al esfuerzo de toda la familia. “Mi hijo está preso por un moretón, lo trataron peor que a un asesino”, dijo Robles ante el Tribunal. Para la familia Torales y para los abogados que lo defienden, el ex policía es un preso político de un hecho “delirante”. “Esta imputación debe repugnar a la Constitución y a los Derechos Humanos, los cargos que se le adjudican a mi cliente son absolutamente inexistentes”, dijo el defensor Juan Grimberg.
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Juan Gabriel Apud conocía a Luciano desde que tenía cinco años. Es uno de los testigos de la querella y hoy declaró ante el tribunal. Trabajaba con él y en las épocas en las que escaseaba la plata, salían a cartonear juntos. Arruga lo pasaba a buscar con la guitarra para que Apud le tocara unos temas. Ese 22 de septiembre Apud estaba en la plaza con unos amigos cuando lo vio con la mamá. Al otro día, Luciano fue hasta su casa y le mostró las marcas de los golpes. “Tenía el pómulo inflamado y rayas violetas en la espalda, como marcas de bastones policiales”, contó ante los jueces.
El protocolo del cuerpo forense establece que hay que observar al detenido por lesiones previas o por tratamientos como el asma. La médica policía Fontela que examinó a Luciano siguió el procedimiento: le sacó la ropa, lo palpó y con una luz especial le alumbró las palmas y el torso desnudo. El diagnóstico fue negativo: Luciano no tenía lesiones traumáticas. La defensa le preguntó si ese mecanismo puede fallar. “Hay lesiones que si son muy recientes la luz no las capta”, respondió. El médico Gabriel González también lo revisó a Arruga en la guardia del Policlínico de San Justo, a donde Vanesa y Mónica lo llevaron. Hoy contó que la única lesión visible de Luciano era el pómulo hinchado.
-¿Pudo haber sido por un cachetazo?, preguntó uno de los abogados defensores.
-Tuvo que haber sido una cachetada muy fuerte porque lo tenía inflamado.
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El juicio pasó a un cuarto intermedio hasta mañana por orden de los jueces Diana Volpicina, Liliana Logroño y Gustavo Navarrine. Se espera que declare Vanesa y cuatro testigos más. A más de seis años de su desaparición -el 31 de enero de 2009- y a siete meses de la identificación del cuerpo -estaba enterrado como NN en el Cementerio de Chacarita-, la causa por las torturas del 22 de septiembre es la primera que llega a juicio.
Fotos: Facundo Nívolo
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