Laura vive en una casa en una cortada del sur de Rosario. Es un barrio muy tranquilo al que se mudó con su compañero hace un año. Pegada a su casa está la de N., una mujer de unos 65 años. Comparten la medianera del patio.
“A N. la conocí en la puerta de casa o haciendo mandados. Charlamos varias veces y una vez me pidió perdón por si escuchaba ruidos y gritos desde su casa. Ahí fue cuando me contó que su marido es psiquiátrico pero él no quiere medicarse, que le grita, que tiene arranques, que está loquito”, cuenta Laura a Cosecha Roja. Ella le pasó su número de teléfono y le dijo que cualquier cosa les llame o les toque timbre.
Vivir pegada a otra casa, ph o departamento nos hace muchas veces testigues involuntaries de la violencia: gritos, golpes, discusiones, platos que se rompen, llantos, son algunos de los indicios auditivos del maltrato que está pasando al otro lado de la pared.
Si algo aprendimos de los feminismos e internalizamos sobre todo en los últimos años, a partir del Ni Una Menos en 2015, es que la violencia de género no es un tema privado. Todos los meses conocemos las cifras frías de esa violencia. Según el último informe de la organización Mumalá, en lo que va de 2021 se cometieron 142 femicidios y 220 intentos de femicidios. El 60 por ciento de los femicidas eran pareja o ex pareja de la víctima. El 62 por ciento de los crímenes se cometieron en la casa de la víctima o en la que comparten con sus agresores.
¿Qué pasa cuando las cifras se vuelven historias que conocemos y que están sucediendo en nuestro círculo cercano o al otro lado de la pared? ¿Nos involucramos? ¿Le tocamos el timbre a la vecina? ¿Le mandamos un mensaje? ¿Llamamos a la Policía? ¿Llamamos a la línea 144?
“Lo primero que hay que aclarar es que la violencia por problemas de género es un problema público, un problema que compromete a toda la sociedad. Por ende, cuando una persona toma conocimiento de que otra persona está en situación de violencia de género es correcto que pueda intervenir frente a esas situaciones”, explica a Cosecha Roja Laurana Malacalza, subsecretaria de Abordaje Integral de las Violencias por Razones de Género del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación.
¿Cómo intervenir? “Si es una situación de emergencia, algo que la persona puede dilucidar a partir de lo que escucha o vivencia, puede comunicarse al 911, que es el teléfono de emergencia mediante el cual se puede dar una respuesta a través de las fuerzas de seguridad”, dice Malacalza.
Pablo vive en un ph en el conurbano bonaerense. Su vecina tiene unos 70 años y vive con su hijo de 40 y pico. Los gritos y los golpes contra la pared son una constante. “Al principio escuchaba discusiones entre los dos. Pero de a poco fui escuchando que el violento era él”, cuenta a Cosecha Roja.
“Una vez la paré en la puerta, sabiendo que él no estaba y le pregunté si estaba todo bien. Le dije que me escriba si quería que llame a la Policía. Me dijo que no me preocupara, que ella se arreglaba. Que el tipo se ponía loco por problemas de laburo y problemas propios y se ponía a discutir por cualquier cosa y terminaba a los gritos, pero que no era para preocuparse”, detalla. Pero los gritos seguían y se ponía cada vez peor.
“Si tenemos conocimiento de una situación de violencia, sea cual sea el vínculo con la víctima, además de poder brindarle los lugares adonde recurrir, también es importante mantener el contacto con esa persona”, aporta Leticia Locio, directora de Abordaje Integral de las Violencias por Razones de Género de la provincia de Buenos Aires. “Preguntar si está bien, construir códigos comunes que sirvan de alerta, saber cuándo hay que pedir ayuda”, agrega.
Pablo desplegó una estrategia. “A veces he tocado el timbre, para ver qué onda, haciéndome el boludo. Les digo que pensé que estaban robando y pregunto si está todo bien. La miro fijo a ella para ver si está todo bien”, dice.
Varias veces la casa de Pablo fue refugio para que su vecina pasara allí unas horas hasta que el hijo “se calmara”.
Otras veces él llamó a la Policía. Una de esas fue porque en el medio de los gritos lo escuchó claro: la vecina pidió auxilio. Pablo tenía en ese momento una aliada, la vecina del ph 5. Es la única con la que hablaba del tema, hasta que se mudó y no volvió a verla. “Esta señora me contó que se divorció de su marido por violencia de género, que él la violentaba, maltrataba y humillaba”. El resto de los vecinos no se metían ni se meten. “Se hacen los boludos”, dice Pablo.
“La Policía ya vino varias veces y siempre le da la opción de llevárselo. Pero ella no quiere. Incluso ella hizo una vez la denuncia en la Comisaría de la Mujer y lo citaron a él. Pero él no se presentó y no pasó más nada”, cuenta.
Locio refuerza la necesidad de “saber que esas personas están inmersas en procesos de sometimiento y eso significa que a veces pueden tomar decisiones y a veces no”.
En el imaginario colectivo, muchas veces reproducido por los medios de comunicación, siempre está flotando la pregunta culpabilizante: ¿Por qué no lo denuncia?
“Los tiempos son subjetivos y personales”, dice Locio. “A veces, cuando alguien acompaña a una víctima, puede haber frustración por cómo actúa la persona violentada. La violencia arrasa con la capacidad de las personas y no es sencillo salir de ese círculo. Pero sí es fundamental estar en contacto. A veces con estar cerca, alcanza”, destaca.
En el caso de Laura y a pesar de que su casa está pegada a la de N, nunca escuchó ni vio ningún indicio de lo que pasaba y pasa en la casa de su vecina. Hasta que ella misma se lo contó.
Con el tiempo, también le confió que siempre fue ama de casa y tiene la jubilación mínima. “Me dijo que por eso no puede separarse, no sabría a dónde ir ni tendría con qué pagar un alquiler. Dice que tampoco sabe hacer nada y no sabría de qué trabajar o cómo mantenerse”, cuenta Laura.
En los casos en que la situación de violencia no es una emergencia, es decir, que no hay un hecho puntual del que une es testigue, la mejor opción es llamar a la línea 144. “Allí tendrá un buen asesoramiento y podrá identificar cuáles son los circuitos y los lugares adonde tiene que orientar a la persona para que pueda acudir frente a esa situación de violencia”, dice Malacalza.
Tal como sugiere la página oficial, además de poder llamar al 144 de manera gratuita las 24 horas, los 365 días, también se puede mandar un mensaje por WhatsApp al 1127716463, por mail a linea144@mingeneros.gob.ar, y descargar la app.
En Semana Santa, Laura vio un patrullero en la puerta de la casa de N. “Nos acercamos mi compañero, yo y los vecinos de la otra casa lindera. N. se fue a lo de la otra vecina y le contó a la Policía que su marido le gritaba y amenazaba con pegarle”. Pero no quiso denunciarlo.
A partir de ese día, algo cambió: él aceptó ir a un psiquiatra y que lo mediquen. “Hace poco le mandé un mensaje porque hacía mucho que no la cruzaba y me dijo que estaba bien, que después me llamaba. Y me la crucé en la puerta de casa y me dijo que cada tanto a él “le dan esos arranques””, continúa Laura.
Previa autorización de N., Laura se comunicó con la concejala Norma López y su equipo de género. “Le expliqué que me parecía que un equipo podía asesorarla mejor en todo lo que ella no sabe cómo hacer: alquilar, mudarse, denunciar, conseguir créditos o subsidios, etcétera. Y que era la posibilidad de un acompañamiento mejor al que podíamos darle las vecinas. Ella aceptó”. Con López acordaron que Laura le pasara su número de teléfono a N., para que ella pueda llamarla cuando tomara la decisión de hacerlo. N. nunca se comunicó.
“Poder tomar conciencia y poner en palabras la situación de violencia que una mujer puede estar sufriendo es un proceso, no es algo que pase de un momento a otro”, dice a Cosecha Roja Luciana Vallerella, fiscal adjunta de la Oficina de Violencia de Género del Ministerio Público de la Acusación de Rosario. “Identificar que la persona con la que decidimos compartir nuestra vida es un violento no es fácil. Denunciar a esa persona, a la cual la une un vínculo afectivo es parte de ese proceso”, dice Vallerella y considera que todes les operadores del sistema penal y cualquier persona “debe tratar de acompañar ese proceso y ponerse a disposición de esa mujer, para que en el momento en el que ella decida pedir ayuda, pueda hacerlo”.
“La denuncia para nosotros, como Ministerio, forma parte de un proceso que siempre tiene que estar considerado como una estrategia dentro de un montón de otras estrategias de intervención que se pueden desarrollar”, suma Malacalza. En este sentido, el Ministerio puso en marcha el programa Acercar derechos, que consiste en equipos interdisciplinarios (abogades, trabajadores sociales, psicólogues) que funcionan en todo el país y que asesoran, orientan y acompañar a mujeres y personas LGBT+ que estén atravesando una situación de violencia.
“Nosotros vivimos en alerta porque entendemos que ella está en una situación de extrema vulnerabilidad. No sé si corre peligro su vida, pero sí entiendo que está atravesando un momento muy delicado a nivel psicológico”, dice Laura, quien alguna vez pensó en hacer una denuncia. “Pero siento que es traicionar la confianza que ella deposita en mí todos los días”, dice.
Laura no tiene claro cuál es el límite entre ayudarla y perjudicarla. “No sé siquiera si ella ya se reconoce como víctima de violencia de género, si reconoce a su marido como un maltratador o simplemente sigue convencida de que hay un problema psiquiátrico que un par de pastillas pueden solucionar”, piensa.
La conclusión general de quienes trabajan con víctimas de violencia de género, ya sea desde el sistema penal o desde un Ministerio, es que siempre es mejor acompañar y no presionar.
“Las mujeres muchas veces se retractan y deciden volver a reestablecer su relación: esto obedece a múltiples razones: económicas, hijos, situaciones de consumo, vivir en la misma casa. Hay que entender que puede pasar que con el tiempo esa mujer decida volver. Eso es parte del ser respetuoso de las decisiones de las mujeres. Salvo que advirtamos una situación de riesgo que ella no está pudiendo ver o naturaliza, lo que nos queda es acompañar”, agrega Vallerella.
Repetimos: para denunciar una situación de emergencia, llamar al 911. Para pedir asesoramiento sobre una situación de violencia de género, llamar al 144.