M era un chico trans de 14 años. Cursaba segundo año en un colegio técnico en la ciudad de Buenos Aires. Hace un mes la escuela anunció que había fallecido. Sus compañeres denuncian la falta de acompañamiento y perspectiva de género de la institución. Compartimos un texto escrito por ellxs sin identificarlxs para preservar su integridad.
El 6 de agosto nos enteramos que falleció nuestro compañero M. Se había suicidado. Tenía 14 años y era un chico trans. Nos dieron la noticia en medio del curso. Estábamos haciendo un trabajo práctico. El silencio fue terrible. No queríamos saber nada. No es el tipo de noticia que esperes recibir. Algunes se pusieron a llorar o se fueron del aula.
Después de decirnos que él había fallecido empezaron a preguntar si habíamos visto algún indicio. Algunes contaron que hubo autolesiones y que sabían que él necesita algún tipo de acompañamiento psicológico. Los preceptores dijeron que no sabían nada. Después supimos que hubo compañeres que fueron a hablarlo con el gabinete psicopedagógico el año pasado, pero no hubo un acompañamiento.
En ese mismo momento la psicopedagoga nos dijo que “nuestra compañera M murió”. No era una manera de expresarse hablando de nuestro compañero. A principio de año, él hizo un trabajo sobre cómo debía ser llamado y su identidad de género. Habló con los preceptores. ¿Por qué insisten en decirle compañera?
Nos mandaron una nota comunicando que iban a venir un grupo de psicopedagogos. Estábamos esperando eso. Pero antes de que lleguen volvió la psicopedagoga. Empezó a referirse a M. como él/ella. No paraba de decir él/ella. Nos enojamos porque no queríamos que lo llamen así. La psicopedagoga nos dijo que no era tan importante como lo nombramos.
En el curso decidimos no tener ningún tipo de contacto con psicólogos por ese día. Nos reunimos para discutir qué podíamos hacer. Decidimos organizar una jornada para todo el colegio en la que pudiéramos recordarlo y hablar sobre identidad de género.
Hablamos con el centro de estudiantes. Pensamos pintar un mural para que quede su huella en el colegio. Hacer un taller de dibujo y charlas para contener. Las autoridades dijeron que no podíamos organizar una jornada porque iba a entorpecer el cierre de notas de trimestre. Nos pareció una cargada. Esa misma semana nos tomaron una prueba de Historia.
Insistimos con la necesidad de hacer una jornada. Nos ofrecieron hacerla un sábado, pero queríamos que esté todo el colegio y el sábado ¿quién va a venir? Aceptamos hacerla a mediados de septiembre, después de una expo que se hace en el colegio. No queríamos dejar pasar el tiempo, dilatar, no queremos que se olvide. Terminamos cediendo y vamos a hacer una jornada muy potente para llegar a la mayor cantidad de personas.
El trato fue muy hostil. Cuando cuestionamos que el colegio no estuvo presente para nuestro compañero, nos preguntaron qué hicimos para salvarlo. Algunes pensamos cómo no lo vimos, otres dijeron -por lo bajo- que no hablaron por miedo. Después pensamos que no tenemos las herramientas para saber a quién acudir ni cómo. No se fomenta el diálogo.
Es importante que se conozca nuestro reclamo: que haya más personal en el gabinete psicopedagógico, que haya más acompañamiento. Eso estamos pidiendo: no quedar solxs.