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Por Alice de Souza y Uriel Velasquez.-

“Ayer fue el peor día de mi vida. No pude dormir. Era tiro, bomba, grito. Una secuencia. Tiro, bomba, grito. Yo intentaba dormir, no sabía qué hacer. Tomé un calmante natural y nada”. Raynéia Gabrielle Lima tenía 30 años, era brasilera y estudiaba medicina en Nicaragua. Hace unas semanas le mandó un audio a sus amigos para contarles la crisis del país.

Los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua llevaban dos meses  atrincherados. Los paramilitares y la policía antimotines fueron a desalojarlos. El enfrentamiento duró más de quince horas. “Parecía que estaba en el medio de una favela de Rio de Janeiro”, les dijo Lima a sus amigos de Pernambuco.

El lunes a las 11:30 de la noche, diez días después de la represión, Lima volvía al barrio de clase media-alta de Managua donde vivía. En el camino le dispararon un balazo en el pecho que le afectó el corazón, el diafragma y parte del hígado.

“Fueron tres encapuchados”, contó uno de sus amigos. “Ella iba en dirección a la casa de su novio. Él salió a recibirla e hizo señales para que no le dispararan. La dejaron pasar y cuando aceleró su carro uno de los encapuchados disparó en ráfaga”, contó uno de los testigos.

En un comunicado oficial la policía culpó a un guardia de seguridad privada del barrio que abrió fuego “en circunstancias aún no determinadas”. Los vecinos y el entorno de la chica lo desmienten.

“Primero se escuchó una ráfaga intensa, horrible, no podría decir con certeza cuántos disparos. Diez minutos más tarde se escuchó otra ráfaga de balazos menos intensa. Un guarda de seguridad que apenas cuenta con una pistola no tiene la capacidad de hacer tantos disparos como los que se escucharon”, contó una habitante del sector.

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Lima fue trasladada al Hospital Militar por el novio. “Llegó casi sin signos vitales, tenía una hemorragia tremenda, le hicieron una transfusión de sangre y se la llevaron al quirófano. Ahí se vio que era una bala que atravesó hígado y tórax. Era una bala de alto calibre porque el orificio que causó en el tórax era de 15 centímetros y eso no lo hace una bala cualquiera”, dijo a El Nuevo Diario una fuente médica que pidió no ser identificada.

Los vecinos de Lomas de Monserrat confirmaron que los paramilitares de la zona custodian la casa de Francisco López, tesorero del partido de Gobierno Frente Sandinista y uno de los hombres de mayor confianza del presidente Daniel Ortega.

“Esto hay que decirlo: los paramilitares que estaban en la casa de López fueron los que dispararon”, dijo Ernesto Medina, el rector de la Universidad Americana (UAM), donde estudiaba la brasileña.

A la una de la mañana efectivos de la Policía Nacional llegaron al Hospital Militar a buscar al novio de la chica. Dijeron que lo llevarían “a reconstruir la escena”. Los médicos lo impidieron. Dijeron que estaba en shock.

“Se tiró de rodillas, se le subió la presión, se desestabilizó y quedó bajo observación; por eso no se permitió que se lo llevaran”, relató una fuente médica. A las 11.40 del martes lo dieron de alta. La nota de prensa de la Policía Nacional no menciona al joven, ni detalla que fue él quien la trasladó al hospital.

Represión y muertos

La enfermera jubilada María José de la Costa tiene 55 años y vive en la ciudad de Garanhuns, a tres horas de la capital Recife, provincia de Pernambuco. El martes a las 7:30 se despertó con el timbre del teléfono. Sintió una puntada en el pecho, un dolor que le avisaba lo que había pasado.

“Me dio un apretón, pues su ex-suegro nunca me llama y me estaba llamando. ¿Por qué hicieron eso con mi hija? Ella vivía yendo de la casa al hospital”, lamentó entre lágrimas.

Según las organizaciones humanitarias, la represión a las protestas contra el gobierno de Daniel Ortega ya se cobró más de 300 muertes. Tres de esas víctimas son extranjeras. Lima había emigrado desde Brasil para cumplir el sueño de la infancia de ser médica. Había terminado la universidad en diciembre. Estaba haciendo la residencia y pensaba volver a Brasil en marzo de 2019.

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Antes de migrar había intentando entrar en las universidades públicas de Recife dos veces. Como los ex-suegros vivían en Nicaragua, decidió cursar medicina por allí. No había fronteras para su sueño de niña. “Desde los cinco años ella decía que quería ser doctora. Siempre me acompañaba mis turnos de trabajo. Era su sueño quitar el dolor del prójimo”, dijo su madre.

Casi todos los días hablaban por mensajes o teléfono. En los últimos tiempos el miedo era un asunto recurrente. “Ella contaba que Nicaragua era un caos, que era más seguro estar en el hospital que en la casa. Que a veces volvía en la ambulancia del trabajo, por miedo”.
El lunes por la mañana hablaron por la última vez. María José le dijo que tuviera cuidado y que cuando volviera a su casa, descansara y después la llamara. El teléfono no volvió a sonar hasta la mañana siguiente.

En una nota, el ministerio de Relaciones Exteriores afirmó que el gobierno brasileño recibió con profunda indignación la muerte de Raynéia Gabrielle. El organismo condenó el caso y dijo que está buscando aclaraciones ante el gobierno nicaragüense. “Ante el ocurrido, el gobierno brasileño vuelve a condenar la profundización de la represión, el uso desproporcional y letal de la fuerza y ​​el empleo de grupos paramilitares en operaciones coordinadas por los equipos de seguridad”, dijo el documento en relación a Nicaragua. Brasil llamó a volver a Brasilia el embajador brasileño en Nicaragua, Luís Cláudio Villafañe Gomes Santos.

Nicaragua se enfrenta a una ola de protestas desde el 18 de abril, cuando el gobierno de Daniel Ortega anunció una reforma del sistema previsional. La reforma se anuló, pero las manifestaciones no han cesado porque ahora piden la salida del presidente.

Los grupos paramilitares surgieron en mayo, tres semanas después de iniciadas las protestas. Matan, hallanan viviendas, torturan y detienen jóvenes ilegalmente, y en muchos casos, actúan bajo el resguardo de la Policía Nacional. Siempre andan encapuchados exhibiendo armas de alto calibre. Se movilizan en camionetas doble cabina adornadas con banderas del partido de Gobierno Frente Sandinista.

Esta nota se produjo en el marco de la beca Cosecha Roja.-