Lucas Azcona desvía la mirada de las cámaras de televisión y busca algo en el suelo. Apura un vaso de agua y se pone las manos en la cabeza. Se aprieta la frente. Una periodista de un canal de Chile es la única que logra sacarlo de su limbo personal y le hace una pregunta. El micrófono queda colgando al lado de su boca, pero él no dice nada. Ni siquiera la mira. Se mantiene inmóvil y en silencio. Está sentado en el banquillo del Tribunal Oral en lo Criminal N° 15.
Dos meses atrás, antes de que empezara el juicio en el que se lo acusó de asesinar a la joven chilena Nicole Sessarego, había dicho que se declararía culpable. No lo hizo. Se quedó callado, como lo hace ahora.
-Este es el momento en que usted tiene derecho a decir algo que todavía no haya declarado. La jueza Patricia Llerena lo invita a hablar.
Azcona mueve la cabeza y articula una frase en voz baja.
“Ninguna palabra”, parece haber dicho.
Entonces, los jueces dicen que el tribunal se tomará un cuarto intermedio para deliberar. Azcona también se va. Deja la sala esposado, custodiado por personal penitenciario.
Treinta minutos más tarde, la sala vuelve a estar a pleno. Cada uno ocupa su lugar.
Primero entra Azcona. Luego los jueces. La presidenta del Tribunal Patricia Llerena comienza a leer la sentencia. Azcona escucha y aprieta los labios.
El tribunal, por mayoría, lo condena a la pena de prisión perpetua por homicidio doblemente agravado por femicidio y alevosía. Los medios se abalanzan sobre el femicida, pero ninguno logra obtener su testimonio.
A pocos metros, Shirley Bórquez, la mamá de Nicole, se seca las lágrimas con un pañuelo de tela. Los medios le hacen preguntas y ella responde.“Estoy satisfecha”, dice. Y sonríe porque después de dos años del asesinato de su hija se hizo justicia.
“No puedo decir que estoy contenta, pero sí muy conforme. Por fin la Justicia hizo su trabajo y Azcona va a pasar el resto de su vida en la cárcel”, explica la mujer, oriunda de Valparaíso, ahora, parada a 1500 kilómetros de su casa, en Lavalle al 1171, en una sala de los tribunales de Ciudad de Buenos Aires.
En uno de los ascensores, un hombre pregunta por qué hay tanto movimiento. Una señora le explica el caso de Nicole, como fue asesinada por Azcona, el veredicto de los jueces. El hombre resopla. “La violencia es violencia de cualquier forma. Eso de la ‘violencia de género’. Qué se yo…”, comenta. El ascensor se detiene. La mujer le clava la mirada. “Ojala que se pudra en la cárcel”, le dice antes de bajarse.
El fiscal Ignacio Mahiques había pedido en sus alegatos que el tribunal condenara a Azcona a la máxima pena por “homicidio agravado por odio de género”, figura establecida en el artículo 80 inciso 4 del Código Penal. “El crimen de Nicole se produjo por su condición de mujer. Se trató de una muerte violenta e intencionada basada en género”, había dicho. También dio detalles de cómo Azcona apuñaló once veces a la joven en distintos puntos del cuerpo: la cara, el cuello, el torso y el brazo izquierdo.
El tribunal formado por LLerena, Adrián Martín y Hugo Decaría consideró que el asesinato fue un femicidio pero no tomó en cuenta el planteo de odio de género. “Nosotros estamos muy contentos y creemos que es un fallo ejemplar. Consideramos que el tribunal y el fiscal hicieron un gran trabajo”, declararon a la prensa los abogados de la querella Patricia Anzoátegui y Julio Cisterna. “Ahora Azcona va a tener que responder por otros casos que se presentaron durante el juicio”, avisaron.
“Nadie tiene el derecho de quitarle la vida a nadie. Nunca voy a entender por qué lo hizo”, dijo Roberto Azcona, el padre del femicida. Él mismo fue quien llevó a su hijo a una comisaría de Quilmes y lo entregó a la policía. Unas horas antes, su otra hija Milagros había reconocido a Lucas en un video que la televisión repetía constantemente. Eran imágenes del 15 de julio de 2014, el día que Nicole fue asesinada. El joven que aparecía en las filmaciones merodeaba por las calles de Almagro y luego perseguía a la chica, que iba a su casa, en Don Bosco al 4109. Allí fue donde la acuchilló. La hermana de Azcona supo que era él por la forma en que caminaba.
Azcona mató a Nicole a las seis de la mañana y luego se fue a trabajar. Le explicó a sus colegas que le habían intentado robar y por eso tenía las manos y la cabeza llenas de sangre. Laura Vanesa Sandoval, una compañera, lo vio y se asustó: “Pensé que era su sangre pero él estaba muy tranquilo”. Los análisis de ADN después demostraron que su perfil genético estaba en el edificio donde vivía la adolescente chilena.
En el juicio declararon al menos seis mujeres que denunciaron violencia por parte del acusado. A raíz de esto, el joven no sólo va a cumplir la condena en el Complejo Penitenciario de Ezeiza, sino que también lo investigará la UFI de Quilmes en otra causa por abuso sexual. Y sobre ese caso, el acusado tuvo la misma respuesta que para todo. Guardó silencio.
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