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El relato judicial va a contramano de la versión de los vecinos. En la Villa 21 denuncian que la noche del sábado un grupo de prefectos golpeó a un adolescente y reprimió a los vecinos que protestaban. Después se metieron sin orden judicial, uno de los fotógrafos de la Garganta Poderosa que había registrado el accionar de los agentes: le pegaron a él y a Juan, su cuñado, manosearon a su hermana y se los llevaron detenidos. En la causa judicial los prefectos no son imputados sino víctimas. Roque y Juan están acusados de haberle robado un arma a los agentes. “Les armaron una causa para justificar la razzia”, dijo a Cosecha Roja su abogada, Gabriela Carpinetti.

Roque Azcurraire sigue detenido en la Alcaidía de Tribunales. Está acusado por el delito de “tentativa de robo en poblado y en banda”. Esta mañana la jueza Carina Rodríguez le tomó indagatoria después que declararan cinco prefectos. Uno de ellos es el que denunció que le quisieron robar el arma: ante la jueza dijo que no sabía quiénes eran las personas que lo habían asaltado.

Según contaron desde La Garganta Poderosa el sábado a la noche un chico de 16 años entró corriendo a su casa en uno de los pasillos de la Villa 21. Estaba asustado: un grupo de prefectos acababa de pegarle a su hermano en un colectivo. Los vecinos salieron a la calle. Primero apareció un grupito de agentes, después empezaron a llegar muchos más: eran casi cincuenta. Repartieron palazos y dispararon balas de goma contra la casa del frente, ahí donde vive Iván Navarro, uno de los jóvenes de La Poderosa que denunció a seis prefectos que llevan casi un año y medio presos y que están siendo juzgados por torturas y privación ilegítima de la libertad. En la casa también vive el padre de Iván, que el próximo viernes debe declarar en la causa.

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Roque, fotógrafo de La Garganta Poderosa y tío del chico al que habían golpeado, se refugió en la casa con su familia. Lo siguieron unos diez prefectos que atravesaron el pasillo lanzando gases y repartiendo palazos a los vecinos. Rompieron la puerta a patadas y se metieron en la casa donde vive la familia de Roque y otras dos familias.

“Todos hombres, cinco, me agarraron de los pelos, me apretaron el cuello, me patearon las piernas y me dieron con sus palos, hasta que uno me puso contra la pared, manoseándome las tetas”, contó Jésica, la hermana de Roque.

—Soltame, me estás tocando —le gritó a uno.

—Callate, puta de mierda, —contó que le respondieron— negra, puta, bocona.

Los agentes le pegaron a todos los que estaban en la casa. Roque sacó la cámara y quiso filmar. No llegó a apretar el botón. Los prefectos se lo llevaron detenido junto a su hermana y a su cuñado Juan. Prefectura secuestró un palo que presentó como prueba. Es el palo que usan para trabar la puerta desde adentro, porque no tienen cerradura.

A Juan y a Roque los llevaron a la garita que Prefectura tiene en el barrio. Según contó Roque, les tiraron gas pimienta en la cara mientras estaban esposados y se reían mientras se retorcían en el piso. “Nos tiraron en el piso y hacían fila para golpearnos. Nos obligaban a repetir nuestros nombres, entre rodillazos a las costillas”, contó. Pisotones en los pies, patadas en los tobillos, piñas en la cabeza. Así durante tres horas.

Mientras tanto, a la hermana de Roque la paseaban en un patrullero por la Villa sin avisarle a los familiares y vecinos que la buscaban por las comisarías. Juan y Roque pasaron la “noche en la comisaría y después los trasladaron a la Alcaidía de Tribunales.

“Yo no hice nada. O sí: luché, luché y voy a seguir luchando, para que nunca más ningún villero deba sufrir esta mierda”, escribió Roque en la carta que difundió La Garganta Poderosa. “No tengo dudas que me pasa por pobre y me pasa por negro, pero también me pasa por no callarme la boca y por seguir abriendo La Garganta, para que nuestro grito retumbe por todos lados”. Y cerró: “Porque sí, nos pueden encontrar muertos, ¡pero nunca nos van a encontrar callados!”.