skate y policia 2Texto: Tomás Lluna / Fotos: Santiago Garralda

Tres pibes patinan y filman en la esquina del Teatro Argentino de La Plata. Amadeo está por bajar la prueba cuando ve a través del vidrio las siluetas de dos policías que se acercan. Sólo le queda un intento: la explota. Corre a buscar la tabla y los agentes se acercan, tranquilos, como si quisieran charlar. Amadeo sospecha que la escena es la de siempre: la policía los echa, los pibes insisten un poco y después se van. Pero no. Uno de los oficiales le saca el skate y el otro lo reduce.

– Siempre lo mismo con vos, si no hago ésto no vas a aprender – le dice uno mientras le retuerce el brazo y lo lleva a la Comisaría Primera, a media cuadra del Teatro.

Lo que pasó después corrió rápido entre los skaters platenses. Para Amadeo fueron cuatro horas de incertidumbre en la comisaría. No tenía ni su skate, ni su visera, ni idea de lo que pasaba: “Tenía que esperar, nadie me decía qué exactamente”. Afuera sus amigos pedían información. “Le están armando una causa” fue todo lo que les dijeron. Cuando otro oficial lo vio, se sorprendió:

– ¿Y vos pibe por qué estás acá?

– Por patinar.

– Sí, ¿pero qué hiciste?

– Invasión de propiedad ―interrumpió el policía del Teatro.

Los skaters platenses están acostumbrados al maltrato policial. Los echan de Obras Públicas, Plaza Paso, Plaza Moreno e incluso de la vereda pública. Los motivos nunca se los dicen, tal vez porque no los hay: “Se van porque si no nos van a tener que acompañar”. Patinar no está prohibido por ninguna ley y sí respaldado por el artículo 19 de la Constitución Nacional: “Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”.

Tres años atrás, antes de que enrejaran el Teatro Argentino, los problemas con la policía ya existían. Según el día y el humor de los guardias, estaba permitido o no usar las escaleras. “El Córdoba” tenía 16 años cuando discutió con un oficial, le parecía “raro, injustificado” que lo echaran. El pibe estaba sentado sobre su skate en la escalera, el policía, parado, lo prepoteaba: “¿te pensás que no me animo?” fue lo último que le dijo antes de pegarle un cabezazo.

Los skaters no dejaron de ir, y el oficial se hizo fama. “Este es el que le pega a los menores” decían los pibes que patinaban en el Teatro cada vez que los echaba. Un día el policía quiso detener a ‘Shimi’ y lo desafió:

– Vamos a la Comisaría y ahí vemos quién la tiene más grande.

*

skate y policia 1Amadeo tiene 18 años, empezó a patinar con un amigo a los 12. La diversión y el desafío que implicaba dominar la tabla de madera con ruedas lo atrapó. A partir de ahí la mirada del mundo cambio. Los golpes, moretones y cicatrices marcaron su adolescencia. “Cuando patino, dejo de lado todos los problemas. Patinar me cambia, me pone positivo”. Además, le gusta leer y dibujar. Se inscribió en Artes Plásticas en la Facultad de Bellas Artes.

La escena en la comisaría lo marcó. Después de cuatro horas y media en la comisaría, y sin saber por qué lo demoraban tanto, le dieron dos “opciones”. Una era quedar detenido. La otra, a la que accedió, fue un acuerdo de palabra: lo dejaban irse pero él tenía que prometer que no volvería al Teatro nunca más.

Según Carolina Salvador, estas prácticas son comunes en la policía Bonaerense. “Mientras estuviera demorado, sin comunicación y sin información, le podían hacer lo que quisieran. Por eso fue clave que estuvieran sus amigos ahí, que pidieran ayuda, que se organizaran, informaran y entraran a la comisaría a pedir explicaciones”, dijo a Cosecha Roja Carolina Salvador, del Colectivo de Investigación y Acción Jurídica (CIAJ).

Amadeo todavía no se decide si va a volver o no a patinar al Teatro. Cree que sí. Nunca en su vida se va a olvidar la última conversación que tuvo en la comisaría después de prometer que no volvería a patinar el edificio:

– ¿Cuál es la garantía que tengo de que vas a cumplir tu promesa?

– Sé lo que pasa si me vuelven a traer acá.

– Creeme que no lo querés averiguar.