– Mi deuda, entre comillas, ya la pagué. Sale un Pablo distinto. Maduré y crecí.

Así le dijo a la prensa el femicida Pablo Cuchán cuando quedó en libertad en abril de 2016. La justicia lo había condenado a 17 años de cárcel por matar a Luciana Moretti, de 15 años. La sentencia no quedó firme. Puertas adentro, tuvo una conducta ejemplar y cuando cumplió dos tercios de la pena, salió. Ahora, once años más tarde, se convirtió en un activo usuario de redes sociales. En el Tinder, una plataforma para buscar pareja, usó el usuario “Pablo37” pero no tuvo suerte. Un alerta llamó la atención: en 2004 había descuartizado y quemado con 20 litros de solvente y 10 bolsas de leña a Luciana, sobre una parrilla. Un par de semanas, su última novia, una empleada de la Municipalidad de Monte Hermoso, también lo denunció ante la Justicia por violencia machista.

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Pablo Cuchán trabajaba en la ferretería naval de su padre en Ingeniero White. Le decían “el Loco” porque si algo se le metía en la cabeza, se volvía imparable. Sus amigos, en cambio, lo consideraban “el gordito pelotudo” del pueblo. La ansiedad del Loco aumentaba si tomaba mucha cocaína. Cierta vez simuló un auto secuestro, le robó 30 mil pesos a su familia y se fue con varias mujeres a Sierra de la Ventana.

En los 2000, tener billetes de 100 pesos era toda una rareza y a Pablo lo obsesionaban. Tenía los bolsillos llenos y le gustaba contarlos en la cancha, cuando iba a ver a Comercial, el equipo de sus amores. Su familia parecía no importarle. En el pueblo todavía se dice que fue adoptado ilegalmente.

A Luciana Moretti la veía a escondidas: la pasaba a buscar en auto por la esquina de la casa y la llevaba al colegio. Los papás de ella no sabían. Liliana, la mamá, lo conocía porque vivían a dos cuadras. Y le daba miedo: “Tenía la mirada de un asesino”.

Antes de asesinar a Luciana, Cuchán había estado de novio con Natalia Paola Barona, desde julio de 2002 a febrero de 2003. El 4 de julio de 2007, la mujer declaró en el juicio: “Vivía con él, a los 15 días de que se fuera, una mañana me llamó por teléfono temprano diciéndome que se iba suicidar y yo me angustié. Fui a la casa donde vivíamos y me encontré con toda la casa llena de sangre y mi perra, que yo le había dejado a él, acuchillada en la bañera”.

Luciana desapareció el sábado 16 de octubre de 2004. A las 6:30 de la mañana de ese día llamó a su mamá Liliana Mirta Salvatori desde el teléfono de Cuchán: “Estoy con Claudia, ahora voy”. Durante el juicio, Liliana declaró que su hija había sido amenazada. Una tarde, al volver del cyber, contó que se había encontrado en su casilla con un mensaje que decía: “te estoy siguiendo los pasos, cuidate porque de mí no te vas a burlar”.

El informe del psiquiatra Américo Matta explicó que no se apreció “arrepentimiento en el imputado porque en ningún momento aceptó la comisión de un homicidio, por consiguiente no aceptó nada de lo cual deba arrepentirse, en todo caso explicó lo que habría hecho con el cadáver por temor, falta de control de impulsos derivado de la emoción, lo que no se compadece demasiado con las características que tiene, que es una personalidad fría. Sostuvo que no mató a Luciana sino que se asustó cuando vió que se moría por una sobredosis. El discurso era pausado, daba la sensación como que estaba convencido de todo lo que decía. Un psicópata le miente al polígrafo y éste no detecta la mentira porque tiene una muy baja reactividad emocional”.

Cuchán está en libertad y hasta ayer buscaba pareja en Tinder con el usuario “Pablo37”.