robledo puch - télam

Cosecha Roja.-

Robledo sale de su casa y va a la verdulería. Después tiene que renovar el DNI. Agarra la Sube, se toma el subte B, baja en la estación Pellegrini, usa la escalera mecánica y se para a mirar el Obelisco. ¿Alguien se daría cuenta de que Robledo es Puch? El “Ángel de la muerte” está preso hace 43 años en Sierra Chica por 10 homicidios agravados, uno simple, 17 robos y dos casos de abuso deshonesto. La Corte rechazó su pedido de excarcelación: es la tercera vez que se lo niegan. “Si no tiene un límite temporal razonable, se coloca al individuo frente a un abismo existencial, ¿cuál es la perspectiva de morir en una prisión? 43 años son equiparables a una pena cruel y degradante”, dijo a Cosecha Roja el juez Mario Juliano.

Para Juliano no es aceptable que delitos comunes, por más graves que sean, puedan tener una sanción superior a uno de lesa humanidad, para el que se preveen 30 años de cárcel. La defensa anunció que quiere llevar la apelación a la Corte Interamericana de Derechos Humanos: “En ese caso, no habría duda de que la República Argentina sería sancionada”. “Si existe algún temor de lo que pudiera hacer este señor que es prácticamente anciano, eso muestra el fracaso del Estado y la cárcel en su única misión que es resocializar de acuerdo al mandato constitucional”, dijo el juez.

La otra pregunta es si Robledo Puch está listo para encontrarse con el mundo actual. “La palabra peligrosidad ya no se usa, estigmatiza, aísla y predispone a una persona. El problema es que él no está preparado para sobrevivir en la calle ¿Qué sería de él parado en Florida y Lavalle? ¿Está socializado? ¿Es peligroso para él salir de la cárcel?”, dijo a Cosecha Roja la perfiladora criminal María Laura Quiñones Urquiza.

Él todavía cree que es “una de las personas más importantes de Argentina, lo dice con un tono bastante enérgico, efusivo, exaltado, como detenido en el tiempo. Afuera de la cárcel, “¿cómo toleraría la decepción, la frustración? ¿Podría tolerar esa cachetada al narcisismo?”, dijo Quiñones.

Robledo Puch mataba por venganza y diversión, con una gran frialdad, incluso a sus amigos como es el caso de Somoza. “Para cambiar un patrón de conducta una persona tiene que pasar por una rehabilitación en la que aprenda a manejar los impulsos, las frustraciones y dar lugar al arrepentimiento frente al dolor que causó en otros, por ejemplo a su familia. Y eso pareciera no estar”, explicó la criminóloga.

Quién es el “Ángel de la Muerte”

Carlos Eduardo Robledo Puch tenía 20, el pelo enrulado, enormes ojos azules, la cara limpia de un nenito bien. Cuando el perito Osvaldo Raffo lo vio por primera vez, en 1972, le preguntó al comisario: “¿Estás seguro que este es el sátiro? ¿No lo habrán confundido? Este pibe no puede ser, si se parece a Marilyn Monroe”. Robledo Puch hablaba inglés y alemán con soltura, tocaba el piano con cierta maestría: estudió siete años y pensaba dedicarse al jazz. Era hijo único de un empleado de la General Motors y la dueña de una panadería. Vivían en una casa de Borges al 1800 en Vicente López, provincia de Buenos Aires. Los domingos iba a misa con la madre. A regañadientes, pero iba.

Los conflictos con sus papás empezaron en la adolescencia: a los 15 años se fue de su casa pero volvió a las pocas semanas, a los 18 vivió en hoteles durante un año hasta que volvió a Vicente López por pedido de su familia. Trabajaba arreglando motos por cuenta propia, pero robaba para comprar los repuestos y ropa. “La primera vez que mi padre se enteró de que había robado, me habló mucho, se enojó pero no me levantó la mano. Le hice caso por un tiempo”, dijo. Podía hablar de los robos, pero no de los doce homicidios por los que estaba imputado. Raffo, en su informe médico, dijo que Robledo Puch tenía “una personalidad psicopática mixta, con predominio de rasgos perversos que lo hacen antisocial y peligroso”.

El 3 de febrero de 1972 Robledo Puch mató a su compañero Héctor Somoza en un robo a la ferretería Masseiro Hnos., de Carupá. Le disparó, le quemó la cara y las manos, agarró el botín y escapó en su moto. El detalle que definió el resto de su vida fue un error de principiante: en el apuro se olvidó de quitarle la cédula de identidad que Somoza llevaba en el bolsillo. Esa tarde el subcomisario Felipe Antonio D’Adamo tocó la puerta de los Robledo Puch en Vicente López con las esposas en la mano.

-¿Por qué mataste a tu banda? No me mientas con que te agarró de atrás y pensaste que te ahorcaba, no soy tonto. Decime la verdad ¿por qué?, lo presionó Raffo en un momento del interrogatorio.

-A Robledo no lo abandona nadie, respondió levantando la mano.

Desde su detención ese febrero de 1972, Robledo Puch vive en el pabellón 10 del penal de máxima seguridad de Sierra Chica. El 22 de enero de este año cumplió 63 años.

Foto: Télam