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Silvina Tamous.-

El domingo dos jóvenes rosarinos aseguraron ser sicarios frente a la cámaras de televisión. Contaron que las tarifas para matar por encargo pueden llegar hasta los 50 mil pesos. Uno de ellos habló con el conductor Jorge Lanata del crimen de un abogado. “Lo maté de un tiro en el pecho”, dijo el entrevistado. De ser cierto, se trataría de un crimen del que no hay registro. Sólo una vez asesinaron a un abogado en Rosario. Fue un joven que defendió a una chica de un robo, se trenzó en lucha con el ladrón y recibió un balazo que le causó la muerte.

¿Hay sicarios en Rosario? ¿Hay realmente un brazo armado de las bandas narco, o grupos armados a los que se contrata para cometer un asesinato? Si se repasan las investigaciones judiciales queda claro que las bandas no necesitan sicarios para sus venganzas. En la pelea entre Los Monos y Los Garompa, una sangrienta saga que dejó una treintena de muertos, los que terminaban presos eran los miembros de ambos grupos, no terceros contratados para matar. Ni el tamaño ni el poder de fuego de la bandas, ni el territorio en disputa permitieron construir una industria del crimen, con oficios y jerarquías diferenciadas al estilo de un gran cartel.

El criminólogo Enrique Font, que lleva adelante investigaciones en territorio desde la Universidad Nacional de Rosario, sostiene que en esa ciudad no hay nada que se parezca a una banda colombiana o mexicana. “Hay pistoleros, hay asesinatos por encargo, pero no sicarios. Hay gente que integra una banda y también mata. Pero nadie podría vivir de eso”, sostiene.

Y afirma que si se analizan los homicidios en Rosario son muy pocos los que se realizan por encargo, ya que no hay una industria: “Hay algunos homicidios entre bandas y alguien que los hace, pero no hay una industria del crimen. Incluso son hechos comunes en los ámbitos penitenciarios”.

Las bandas matan, pero no lo hacen a través de terceros. Y además, no hay roles tan definidos dentro de la estructura. No hay un grupo de personas que sólo se dedican a cometer asesinatos.

No existen tampoco crímenes demasiado cuidados o realizados por una mano experta. Muchos de los asesinatos quedaron registrados en las cámaras de seguridad. En todos los casos, las investigaciones apuntan a miembros de las propias bandas, no a personal externo contratado para esos fines. Ni siquiera se puede asegurar que sea un mismo asesino el que haya cometido las venganzas de un grupo contra otro.

Las escuchas de la megacausa Los Monos muestran cómo matan. El 31 de mayo de 2013, a pocos días de la muerte de Claudio “El Pájaro Cantero”, líder de Los Monos, el Narigón Ángel Villa habla con el Gordo Leandro Vilches. Ambos son miembros de la banda.

-Rescatate, Gordo -dice el Narigón-. Estás recontramil cómodo, nosotros andamos matando gente por todos lados. Rescatate, hermano, te estamos llamando por una urgencia y no podemos contar con vos. Boludo, estamos renegando, recién venimos de allá, de Roberto (Ariel Máximo “Guille” Cantero, hermano del Pájaro”). Todo, boludo, ahora vinimos acá a La Lata.

-Tenés razón, Narigón, tenés razón. Recién me quedé dormido, no es que me vine a dormir.

-El Ema ahí se durmió en la mesa, guacho, mira lo que te digo, yo también, ahí de Roberto me estaba durmiendo, boludo. Tenía que aguantar […] Por todos lados anduvimos, boludo.

Los sicarios existen en las bandas colombianas y en las mexicanas. En los carteles narco cumplen la misión de asesinar a aquellos que interfieren en los negocios. Incluso en Ciudad Juárez, donde se llegaron a registrar 3 mil homicidios al año, los sicarios estaban devaluados: había demasiados, no iban presos, y cada vez mataban por menos dinero. También en México los Zetas comenzaron como un grupo armado desde el Estado y entrenado en la Escuela de las Américas para combatir la insurrección zapatista. Luego se enrolaron como sicarios del Cartel del Golfo, para terminar liderando su propio cartel, el más sangriento de todos. Pero, ¿qué tiene que ver Rosario con todo eso? ¿Se puede hablar de sicariato en Rosario? ¿Existen dentro de las bandas narco personas que se dediquen a matar?

La antropóloga mexicana Rossana Reguillo desconfía de esa especulación. “Estoy en contra de ideas como: la ‘mexicanización de Argentina’ o la ‘colombianización de México’. Ese lenguaje hay que combatirlo. Podemos pensarlo en términos antropológicos y ver cada caso por separado para dejar de ver los datos objetivos de la violencia”.

Sicarios en la tele

Los supuestos sicarios que aparecieron en televisión se atribuyen una veintena de crímenes y aseguran tener actividades legales como pantalla de su actividad. Suena poco creíble. “Nunca asesinaron a un abogado de un tiro en el pecho en Rosario. Si había alguna duda de que Jorge Lanata comparaba pescado podrido, la ha disipado por completo”, dice Carlos Varela, abogado de la familia Cantero, sindicada como líderes de Los Monos. “No se puede pensar que alguien crea en esa entrevista. Alguien que mata como oficio no enfrenta a cara descubierta a un periodista. De cualquier lado se vuelve menos del ridículo”.

El abogado sostiene que de acuerdo con la presunta conducta que se les imputa, y que sus defensores rechazan, los Cantero son parte de una organización criminal enorme con mucho dinero y un grupo de soldados que obedece. “Pensar que tengan que contratar sicarios es  porque no tienen una organización criminal”. Y sostiene dos hipótesis: o que la nota fue armada con una finalidad que no es la nota misma, o que compraron pescado podrido. “En ambos casos, la credibilidad es cero”.

En Rosario, y en todas partes, gente que mató por dinero hubo siempre. El 27 de noviembre de 2007 el sindicalista del gremio de camioneros Abel Beroiz fue sorprendido en el estacionamiento del Automóvil Club, ubicado en San Juan y San Martín. Lo mataron de 3 disparos y 7 puñaladas. El inexperto asesino a sueldo Raúl Flores –quien actuó acompañado de un adolescente de 14 años- no parecía conocer la forma más eficaz de ejecutarlo y utilizó todo lo que tenía a mano para terminar con la vida de Beroiz, que resistió el ataque solo y poco le faltó para poder doblegar a sus adversarios. Flores era el último de una larga lista de convocados para cometer el crimen. Muchos fueron los que se negaron y otros optaron por agarrar el dinero y no cumplir con el contrato. Para las pymes del delito no es tan sencillo mandar a matar: aunque cada vez más violentos, todavía siguen haciendo todo por ellos mismos.

 

 

 

Foto: A la izquierda, el Pájaro Cantero