Luciano González volvía de trabajar y de llevarle comida a su madre y su abuela. Tiene los permisos correspondientes, porque ellas son mayores y deben evitar salir.
Cuando llegó a la casa, en la ciudad de Bahía Blanca, su compañera sacó a pasear al perro y como era muy tarde la acompañó atrás, manteniendo una distancia.
Se les acercaron dos policías. Les dijeron que no podían andar por la calle. Y empezaron los golpes.
Primero en la cara, después siguieron en el piso, por último le pusieron la rodilla en la cabeza para que se quede quieto. Se lo llevaron en patrullero y estuvo hasta la madrugada detenido.
Al salir, todavía con sangre fresca en la cara, hizo un relato para denunciarlo:
La policía está para cuidarnos, no para hacernos esto, me siento ultrajado, me siento mal, me siento con bronca como hombre por no actuar, porque ni siquiera levanté el dedo en ningún momento
Me re cagó a palos, imaginate que mañana tengo que ir a trabajar ¿cómo voy a ir a trabajar así? Me dejaron en un patio, y continuamente perdiendo sangre. No tienen por qué golpearnos cuando ni siquiera le levante la mano, ni siquiera le hablé fuerte ni lo traté mal.
Me tiró, me pegó, me puso la pata en la cabeza, la rodilla en el oído, cuando yo le gritaba que me estaba haciendo mal.
Estoy lleno de papeles para estar en regla, esto no es justo.Tengo golpes por todos lados, sangre por todos lados.
Antes de salir de la comisaría, donde nunca llamaron a una ambulancia ni lo dejaron hacer llamadas, le pidieron que firmara un acta que decía que había agredido a la policía. No la firmó.
La denuncia por abuso de autoridad que hizo Luciano fue acompañada por denuncias de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) ante la división de Asuntos Internos de la Policía bonaerense, así como ante la fiscalía provincial y federal. Los policías fueron desafectados.