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Cristian Díaz golpeó la visera de la gorra del Pity Álvarez y se puso cara a cara con el músico.

—Si vas a tirar un tiro tirá, gato —le dijo.

El Pity no respondió. Sacó la pistola Lorcin calibre .25 que llevaba en el bolsillo derecho de la campera y gatilló. Cristian cayó sobre la vereda, frente a la torre 12B del barrio Samoré, en Villa Lugano. El músico se acercó y disparó cuatro veces más apuntándole a la cara. Tres dieron en el blanco.

El cantante de Viejas Locas había bajado del edificio unos minutos antes. Según reconstruyó el juez Martín Yadarola a partir de la declaración de los testigos, Cristian lo saludó y se le acercó. La charla se convirtió en discusión. El joven de 36 años se quejó de que el músico lo había acusado de haberle robado una mochila.

—Vos sabés quién soy, te acordás cuando yo te llevé a la villa, vos dijiste que te faltaban cosas en la mochila y yo no soy rastrero —reclamó Cristian.

La discusión se convirtió en un duelo. El ritual incluyó golpes en el pecho, movimientos de manos, el sacudón en la visera de la gorra delante de los vecinos.

¿Qué es lo que se pone en juego en esa disputa? “Honor y masculinidad”, explica a Cosecha Roja Pablo Alabarces, licenciado en Letras, magíster en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural, doctor en filosofía e investigador de la cultura popular y la cultura de masas. “Una va unida a la otra: sos honorable porque sos macho”, agrega.

“Este caso toma relevancia porque hay una figura pública de por medio pero puede servir para iluminar sobre otros casos y pensar por qué hay varones que deben disputar su masculinidad en el espacio público como algo ligado a mostrar valentía, aguante y que ‘se la bancan’, explicó Eugenia Cozzi, docente y becaria post doctoral de Conicet a Cosecha Roja.

Durante varios años, Cozzi investigó la regulación de la violencia altamente lesiva en dos barrios de Santa Fe. El resultado de ese trabajo es su tesis “De juntas, clanes y broncas” (2014). “El despliegue de la violencia altamente lesiva aparece vinculado a muestras de valentía, fuerza y hombría, relacionados a determinadas formas de construcción de masculinidad”, explica en la tesis.

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El tipo lo provocó y lo buscó. Lo trató de cobarde. Todo eso delante de los vecinos. “Hay una comunidad que te juzga cómo te comportás, es diferente que si estás solo con el tipo que te está amenazando”, explica Alabarces.

Toda la escena previa a los disparos responde a los códigos de violencia y masculinidad de la mayoría de los barrios de Capital y el Conurbano. “Siempre te sujetás a un código”, explica.

Alabarces detalla cómo funcionan estos códigos citando una vieja frase: “Acá es así”. Cuando al Pity lo bajaban del patrullero y lo llevaban a la comisaría, habló unos segundos con los medios. No negó el crimen pero lo justificó en esos códigos: “Yo disparé, sino me iba a matar él: cualquiera en mi barrio haría lo mismo”.

En la segunda temporada de El Marginal, Borges y su hermano Diosito dialogan en el patio del penal en el que los acaban de encerrar.

—Acá es así— dice el mayor— O cogés o te cogen.

—Yo no quiero cogerme a nadie de acá —dice Diosito.

—No hay tercera posición —replica el más grande.

Si bien la serie funciona como caritatura -y subraya hasta el grotesco lo que pretende mostrar- la base es la misma.  “Acá es así” no sólo puede referir a Cardenal Samoré, el barrio de Villa Lugano donde el Pity mató a quemarropa al tipo que lo invitó a pelear. “‘Acá’ puede ser un espacio territorial, de clase o moral en el que te estés moviendo”, define Alabarces.

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Un testigo de identidad reservada contó que la pelea había comenzado cuando Cristian  llevó al Pity a buscar drogas. El Pity le recriminó que ese día le había robado cosas de la mochila y Cristian buscó saldar esa discusión a las piñas.

Cristian buscó una “pelea cuerpo a cuerpo”, dice el expediente. Entonces lo apuró, le sacudió la gorra delante de todos. Lo trató de cagón. “En los códigos masculinos esa provocación te obliga a pelearte, no te obliga a matarlo. El fierro es eludir el combate, es no tener aguante”, explica Alabarces. El Pity Álvarez quebró esos códigos a los tiros.

En una entrevista con la revista Rolling Stone, en 2008, el músico contó que le encantaría “cagarse a trompadas”. O que lo caguen a trompadas. Pero ya pasó eso -explicó- porque todos andan armados. “Con un fierro te cagan, boludo. Yo tengo que tener los mismos entrenamientos”, explicó.

La madrugada del 12 de julio el Pity salió a la calle con una pistola en el bolsillo derecho de la campera. Cristian lo vio y lo llamó. Y el Pity fue.