Suele cultivar un perfil afable y dialoguista, mostrarse como un hombre comprensivo, al extremo que no faltan en el oficialismo quienes lo ven como una figura con chances para las próximas elecciones. Por eso, es bueno que Esteban Bullrich se sincere como lo hizo al inaugurar un hospital escuela en Río Negro: “Hace muy poco cumplimos 200 años de nuestra independencia y planteábamos con el presidente Mauricio Macri, que no puede haber independencia sin educación, y tratando de pensar en el futuro, esta es la nueva campaña del desierto”.
Otra vez la idea del desierto. Basta con recorrer la ruta 40 para comprender que no se trata de un concepto geográfico. El desierto son los que no comparten la idea de civilización de quien lo define. ¿En qué consiste la campaña? En arrasarlos.
La afirmación con que Esteban Bullrich asocia su pensamiento al de Mauricio Macri tiene un tono refundacional. Sería acotado pensar que sólo alude a la extensión de la educación a aquellos territorios donde Roca llevó adelante la campaña del desierto. En ese párrafo queda en claro cómo se piensan respecto a nuestra Argentina: ellos son la civilización y el desierto son los mediocres y los inferiores (siguiendo las categorías definidas por José Ingenieros en El Hombre Mediocre, otra de las lecturas predilectas del ministro). ¿Qué se hace con esas personas? Se las domina y usa o se las extermina.
Consultando las guías de genealogía a que son tan afectas nuestras familias patricias, encontramos que Esteban Bullrich es hijo de Esteban Bullrich Zorraquín, a su vez hijo de Luis María Bullrich Cantilo, que fue hijo de Arturo Rodolfo Bullrich Robbio, que fue hijo de Adolfo Bullrich, que fue hijo de Augusto Bullrich, un alemán que llegó a nuestro país como prisionero durante la guerra con Brasil.
Adolfo Bullrich nació en 1833, estudió en Alemania, se alistó en la Guardia Nacional y el 3 de abril de 1867, fundó Adolfo Bullrich y Cía., una casa de remates. En el solar que hoy ocupa el Patio Bullrich, entraban grandes tropas de vacunos y se vendían vastas tierras ganadas al indio durante la Campaña al Desierto. Julio Argentino Roca lo designaría intendente de la Ciudad de Buenos Aires en su segunda presidencia. La relación con Roca y su Campaña nos ayudan a entender porque los Bullrich se encuentran entre los grupos agropecuarios con más de veinte mil hectáreas en la Provincia de Buenos Aires y porque Esteban Bullrich no vacila en reivindicar la Conquista del Desierto y en proyectar sobre el presente su arrasador sentido del a civilización.
No siempre Esteban Bullrich fue tan sincero. Cuando hizo editar en un volumen el Facundo y el Martín Fierro, intentó mostrarse haciendo convivir dos visiones de Argentina. Incluso al reivindicar a Roca impostó una posición que pretendía ser superadora: “creo que Roca es una figura que realmente se está queriendo atar ahora a una visión muy sesgada, y que ha sido un enorme presidente que puso la educación como eje tanto en la primera como en la segunda presidencia. Y que generó y continuó una política de educación laica y común que realmente fue el camino que abrió a la Argentina al mundo”. No era tan sesgada la visión: el Roca con el que se siente identificado es el genocida de nuestros pueblos originarios. No debería sorprendernos: ese avance criminal permitió que se apropiaran de once millones de hectáreas y la de Bullrich fue una de las familias beneficiarias de su reparto.
La biografía de Truman, aquel presidente granjero de los Estados Unidos que ordenó arrojar la bomba atómica, es otra de las lecturas preferidas del ministro. Muy probablemente piense que Mauricio Macri es el Truman de esta nueva conquista del desierto en la que están embarcados.
“Hermano, cuando los cristianos han podido, nos han muerto; y si mañana pueden matarnos a todos, nos matarán”, escribía Paghitruz Güor (Mariano Rosas), cacique de los ranqueles, en una carta a Lucio V. Mansilla. Que no nos engañe el tono amable del ministro: a eso nos enfrentamos.
“Tendremos que pelear para defender nuestra existencia o nos veremos barridos de nuestra tierra”. Lo dijo Inakayal, uno de los últimos caciques que resistieron el avance civilizador.
Sin embargo allí están la Ley 1420 plantada en la historia y Esteban Bullrich sonriendo en una foto junto a Alicia Kirchner. ¿Cómo identificar con una política tan devastadora a una persona tan cordial? Él puede cultivar ese perfil e incluso tender puentes y hacer acuerdos con algunos protagonistas de la educación y la cultura, porque tiene plena conciencia de su historia y de lo que hacen con el país las políticas del gobierno que integra. Sabe que puede transitar la vereda del sol porque su Truman está al frente “del mejor equipo de los últimos 50 años” y están decididos a llevarse puestas las conquistas y los derechos de la Argentina populista ensanchando la brecha de exclusión y pobreza.
Quienes, como Esteban Bullrich, se identifican con el hombre perfecto de Ingenieros, no terminan de entender que tarde o temprano se hace oír la voz de los pueblos.
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