A Celeste la violaron en una comisaría y pudo escapar. La denuncia tardó tres años en convertirse en juicio. Los siete policías imputados fueron juzgados por el mismo tribunal que condenó a Belén a ocho años de prisión por un aborto espontáneo en 2014. Hoy la Sala 3 de la Cámara Penal estalló de bronca: el fallo no hace referencia al abuso. Dos de los siete policías fueron condenados por privación ilegítima de la libertad a cinco años de prisión. Uno fue absuelto y los otros cuatro seguirán siendo investigados.
Durante cuatro días de noviembre de 2013, Celeste estuvo detenida en la Comisaría 4ta de Tucumán. La encerraron por cometer una contravención. En la dependencia, la obligaron a hacer tareas de limpieza. Celeste aceptó y durante tres días nadie la molestó. Hasta que una tarde un policía la arrastró hacia la cocina donde la esperaban otros tres. Los cuatro la golpearon hasta que cayó al piso. Dos se masturbaron sobre ella y luego la obligaron a cambiarse la ropa. Como pudo, Celeste lo hizo. Minutos más tarde la metieron en una celda en la que había otros detenidos. Todos la violaron: los policías lo permitieron.
El cuarto día, el 28 de noviembre, Celeste escapó y corrió sin detenerse hasta el Centro de Salud Santillán. Pidió auxilio. Los médicos la recibieron, la revisaron y corroboraron que había sufrido repetidos abusos. Entonces, hizo la primera denuncia.
Horas antes de que la detuvieran, Celeste discutió con su abuela. Le reclamaba un collar que usaba para salir y los gritos eran cada vez más fuertes. La abuela llamó al 911. Llegó la policía y se llevó a Celeste en un patrullero. Esa noche la dejaron en libertad. El verdadero problema comenzó a la mañana siguiente cuando la policía irrumpió ilegalmente en la casa y la llevó a la comisaría. La dejaron incomunicada: le dijeron que por estar detenida bajo la Ley contravencional, no podía hablar con sus familiares ni pedir un abogado aunque esa medida hubiera sido declarada inconstitucional en 2010 por la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
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Hoy, a casi tres años del hecho, los Tribunales de Tucumán están ardiendo. “Inesperado. Un juicio con condenas demasiado magras. Hay mucha bronca”, dicen los amigos de Celeste. Y no es para menos, el fallo no hace referencia a los reiterados abusos que sufrió la joven. Los policías Walter Trejo y Rubén Aguirre fueron condenados a a cinco años de prisión por el delito de privación ilegítima de la libertad. Por ese mismo delito, Aldo Quiroga, fue absuelto.
El tribunal pidió varias medidas: investigar por privación ilegítima de la libertad y por falsedad ideológica a José Luis Sánchez, el policía involucrado en el “arresto” de Celeste, profundizar la investigación para todos los acusados: Aguirre, Trejo, Miguel Concha, Ramón Ledesma, Roberto Antonio Gallardo, Quiroga y José Luis Décima, y también a las personas estaban presas ese día y a los otros oficiales presentes en la Comisaría en el en el tiempo de la denuncia.
El fallo cita, además, un pasaje del que la Corte Suprema de Justicia aplicó para el caso Belén como antecedente para denegar el pedido de prision preventiva para Aguirre y Trejo.
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Antes de relatar su historia por primera vez, al inicio del juicio oral contra los siete policías imputados, Celeste pidió a los jueces que los acusados se retiraran de la sala de audiencias. Dante Ibáñez, Néstor Macoritto y Fabián Fradejas a cargo de la Sala III en lo Penal le concedieron el beneficio. El tribunal es conocido: es el mismo que sentenció a ocho años de prisión a Belén, una joven tucumana que sufrió un aborto espontáneo.
– ¿Sabe lo que relata el artículo 19 inciso 4 de la ley de contravenciones?- le preguntó Fradejas a Roberto Antonio Gallardo, uno de los imputados en la causa.
– El que causa desorden en la vía pública- respondió el policía.
El juez le recordó que los hechos habían transcurrido dentro de la casa de Celeste, según ellos mismos, los acusados, habían declarado con anterioridad.
– Puede haber sido en la vereda, en el frente- dudó Gallardo.
– La ley dice en la vía pública- dijo Fradejas.
Gallardo era uno de los oficiales a cargo de la comisaría. En la rueda de reconocimiento, fue el único que Celeste no señaló. Por eso el cargo que se le imputa es menor que los de los otros seis: un año de inhabilitación por incumplimiento de deberes de funcionario público. La joven sí reconoció a Ramón Ledesma, imputado por abuso sexual con acceso carnal con pena de 15 años de prisión. Los investigadores demostraron que Ledesma fue el responsable de llevarla a la celda para que la violen los presos.
Walter Trejo y Miguel Concha están imputados por abuso sexual con pena de diez años de prisión. La justicia pide la misma condena para Rubén Aguirre, quien le ofreció dinero a Celeste para que no lo denuncie, responsable de trasladarla desde el calabozo hasta la cocina. Aldo Quiroga y José Luis Décima eran los oficiales a cargo de la dependencia y están acusado de privación ilegítima y encubrimiento con pena de seis años de cárcel.
Los siete policías imputados en la causa continuaron en sus funciones durante el juicio. En sus declaraciones trataron a Celeste de “él” y la describieron como “vestido de mujer”, sin respetar la Ley de Identidad de Género.
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Llegar a la instancia de un juicio no fue fácil para la joven trans. De hecho no se presentó como querellante ya que no sólo no sabía que tenía el derecho de hacerlo, no tiene recursos y no sabe leer ni escribir. La investigación quedó a cargo de la fiscal Estela Giffoniello.
El 19 de octubre fueron los alegatos. En la sala, el público cantó en apoyo a Celeste desde fuera del Palacio de Justicia. Las primeras palabras de la fiscal fueron interrumpidas por uno de los abogados defensores que pidió que el tribunal tomara una medida para silenciar a la marcha. Pero fue imposible. El pedido de justicia por Celeste coincidió con el primer Paro Nacional de Mujeres. Ese miércoles, miles de mujeres vestidas de negro se movilizaron por el femicidio de Lucía: en Plaza Independencia y en todo el mundo.
Un día después, un policía vestido de civil pasó por la filial tucumana del Centro Educativo Trans de Puertas Abiertas (Cetrans) y preguntó dónde paraba Celeste. Unos minutos más tarde, el oficial Décima caminó por la vereda de enfrente del lugar. La joven ya había sufrido amenazas y se encontraba bajo custodia de la Policía Federal. El jefe de los custodios pasó a tranquilizarlos pero dejó un aviso: “Cualquier cosa que pase, tírense al piso”.
Esa noche, un auto polarizado y sin chapa patente paseó por la puerta del Cetrans. Y también por la de Fabián Vera del Barco, de la organización Tucumán Diverso. Cuando volvió a la casa hizo un posteo en Facebook: “Un auto gris con vidrios polarizados acaba de detenerse unos minutos, motor encendido, mientras yo me bajaba de mi auto en casa. Basta de abusos policiales”.
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