Cosecha Roja
Entre 1984 y 1995, en el Seminario Menor de Paraná (Entre Ríos), el cura Justo José Ilarraz abusó sexualmente de cincuenta chicos que no sobrepasaban los 14 años. Esta información se conoció hoy según el adelanto de la investigación que el periodista Daniel Enz realizó para Análisis Digital, la revista de Paraná, Entre Ríos.
La investigación
Daniel Enz, autor de “Herencia de familia”, le comentó a Cosecha Roja cómo le llegó el tema a las manos: “El dato me lo acercó gente de la misma iglesia. A partir de ahí empecé solo y en silencio absoluto a investigar este tema. La gente de la iglesia tiene mucho temor y le costó hablar al principio. Cuando consideré que el trabajo de campo estaba completo, comencé a escribir la historia”.
El caso
El Azobispado de Paraná tiene dos divisiones. El seminario menor y el seminario mayor. En el primero, se alojan los chicos de entre 12, 13 y 14 años. En el segundo, los mayores de 15. Desde el 8 de diciembre de 1983, el prefecto Juan José Ilarraz fue ordenado como Arzobispo del Seminario Menor. Jun Alberto Puiggari –quien actualmente se desempeña como arzobispo de la capital entrerriana- era el que estaba a cargo de los chicos mayores de 15.
Según la investigación de Daniel Enz, “los niños se encontraban en el pabellón del Seminario, ubicado en el final del predio, en el ala derecha. Eran 100 camas, solamente separadas por una mesita de luz. Al fondo estaba el baño y las duchas. El cura Ilarraz estaba siempre cerca. Tenía una habitación pegada a la capilla, casi lindante con el pabellón, que a su vez estaba contigua a la del rector Luis Alberto Jacob, designado por el entonces arzobispo coadjuntor y administrador de Paraná Estanislao Esteban Karlic.
Los acaricibia, los bañaba, los besaba en la boca y los masturbaba en una habitación cerrada. Todo queda entre las cuatro paredes de su habitación cercana a donde dormían los niños o, si estaba presuroso, los llevaba al baño y hacía todo lo que tenía que hacer, señala la investigación.
Bajo amenaza, Ilarraz les aseguraba que si algo de lo que ocurría entre ellos se ventilaba de la Iglesia para afuera, la iban a pasar mal y se terminarían todos los privilegios. “Ustedes deben saber que ahora, nuestra amistad es más grande. A mayor confianza, mayor es el amor y la amistad”, repetía el cura abusador todas las noches, cuenta el periodista en su texto.
Algunas fuentes ligadas a la investigación, aseguran que durante la década en la que IIaraz llevó adelante las violaciones, los casos llegaron a los 80. Todos ellos provenientes de las zonas más humildes de la ciudad. “Siempre existió una relación muy particular entre las familias de la gente de campo de toda esta región con el Seminario de Paraná. Ellos colaboran mucho con la Iglesia y cuando traen a sus hijos, apenas saliendo de la niñez, saben que los dejan en manos de Dios y que de allí saldrán religiosos hechos y derechos, de los que siempre se sentirán orgullosos”, aseguró una fuente religiosa a la investigación.
Itarraz ya era un hombre de confianza para la dirección del Arzobispado. Durante unos años fue secretario privado y chofer personal de Karlic. “Es un buen hombre; hizo muchas cosas por el Seminario y eso vale mucho”, repetía monseñor Karlic cada vez que alguien le formulaba algún cuestionamiento a Ilarraz, escribe Enz en la investigación.
El prefecto tenía su modus operandi. Una configuración perversa de lo peor. Observaba a minuciosamente a cada uno de los chicos. Muchos de ellos, que estaban solos, se les acercaba y les brindaba todo su amor. “Acá todo es amor y eso es lo que te daré, hijo mío, en nombre de Dios y la Santa Virgen”, les decía.
Durante los primeros meses de 1993, le iniciaron un Juicio Diocesano donde declararon mucho de los jóvenes que fueron violados por Ilaraz –algunos de ellos seguían en el arzobispado siendo parte del Seminario Mayor. La pena, un castigo débil: un año en el Vaticano para que se cure. Según la investigación, un grupo de curas, victimas y ex seminaristas le reclamaron la expulsión de la iglesia a Ilaraz a través de una denuncia judicial. Las respuestas nunca llegaron. Hoy, el cura cumple funciones en una Parroquia de Monteros, provincia de Tucumán.
La iglesia trató de ocultarlo todo. Algunos testigos no se animaron a declarar y así se contribuyó a enterrar todo en los pliegues del tiempo. Las autoridades religiosas, le decían a los testigos que se negaron a declarar que “Sepan que esto afectará mucho a sus familias. No olviden que varios de ustedes tienen hermanas religiosas que pueden ser trasladadas por esta situación, que le hará un gran daño a Dios y al Seminario”.
Durante el año que pasó en el Vaticano, durante el 93, Illaraz decía: “me voy a estudiar a Europa”. Allí, según relata Enz, escribió un trabajo sobre el futuro de los niños en nuestro mundo. El título era: “Los Niños: nuevos misioneros para nuevos tiempos” y le sirvió para finalizar su Licenciatura en Misionología, en la Pontificia Universidad Urbaniana, que es una institución académica que forma parte de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
En el 94 regresó al país. Nunca más pisó su provincia ni ciudad.
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