Matías Máximo – Cosecha Roja.-
La voz no habla, acuchilla. Es la voz en primera persona de una mujer que perdió cada rincón de su libertad y se inventa una religión para justificar una vida robada y puesta al servicio del abuso. Le viste la cara a Dios, de Gabriela Cabezón Cámara, habla del sufrimiento de las mujeres que son encerradas, drogadas y obligadas a prostituirse. El libro está dedicado a la “aparición con vida de Marita Verón y de todas las nenas, adolescentes y mujeres esclavas de las redes de prostitución”, pero también parece haber sido escrito para ser leído por todos los que sostienen que esos crímenes sigan, desde el cliente hasta el político.
Bautizada en el prostíbulo como la Beya durmiente, la protagonista de la historia sufre hasta olvidarse del dolor y convertir la luz del pánico en un mensaje divino, un dios nuevo bajo su pulgar que la rescata y la mece como única devota, que pervierte la realidad basura en un altar íntimo hecho de una estampita de San Jorge, una flor y un bebé imaginario.
Aunque las secuencias parecen detenidas en un ciclo de delirio-sufrimiento, la historia avanza temporalmente y todo va de mal en peor. Cada vez que la esperanza de Beya crece, aumenta la desilusión del lector, que tiene todas las herramientas para interpretar que un centro clandestino de detención y un prostíbulo tienen mucho en común.
La locura como estado de hiperlucidez: una desesperación que lleva a inventar cosas que nadie podría negar que existen en ese universo de encierro. Entonces, el poder de abstracción es lo que salva de la muerte en el prostíbulo, o peor, la convierte en un lento camino hacia la nada donde la voz dice “ya casi no sufrís: lo ves todo muy de arriba, ahí está tu cama, ahí tu cuerpo abajo de otro, ahí tu garganta aullando”.
Le viste la cara a Dios es un grito desesperado, una elegía poética donde Cabezón Cámara usa el tono de los mudos de miedo para reventar la semiótica de la muerte.
La nouvelle inicia una nueva colección (Incidencias) de la editorial La isla de la luna. “Nuestro proyecto”, dice Ana Longoni, una de las animadoras del sello, “es publicar libros signados por ciertas condiciones ´de urgencia´, que quieren intervenir o tomar posición desde la escritura en asuntos que nos interpelan -en esta oportunidad, el caso Marita Verón y la trata de blancas-. Por eso no nos restringiremos a un género (la narrativa), sino que la colección podrá albergar textos de muy diferentes tipos: conversaciones, manifiestos, ensayos, etc”.
¿Qué títulos siguen?
Estamos preparando un segundo proyecto con un texto de Ticio Escobar sobre el reciente golpe de Estado en Paraguay. Ticio, además de ser un incisivo crítico cultural (con muy conocidos escritos sobre arte contemporáneo, indígena, popular, urbano y de modernidades latinoamericanas), fue el ministro de cultura del derrocado Lugo.
¿Qué tipo de imprenta es Superhabundans Haut? ¿Por qué la eligieron?
Se trata de un extraño milagro. Una vieja imprenta de tipos móviles de 1905 que fue del editor y artista Raoul Veroni y hoy es impulsada por jóvenes editores, que encaran estos proyectos como una producción artística a la vez que una forma de militancia. La imprenta funciona en Tejedor al 200, Caballito, en el mismo local donde la artista Mariela Scafatti, quien realizó la serigrafía de tapa del libro, tiene su taller y donde también funciona REA, Radio Experimental Artesanal. Una convivencia formidable.
Librerías:
Biblos: Puán 376
Otra lluvia: Bulnes 640/ 4866-4440
Fedro: C.Calvo 578/ 4300-7551
Crack Up: Costa Rica 4767
Eterna Cadencia: Honduras 5594/ 4774-4100
Usina cultural: Thames y Nicaragua
De las Madres: Irigoyen 1586
De la mujer: Pasaje Rivarola 133 / 4372-5930
La Barca: Scalabrini Ortiz 3048 /4806-0395
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