Cosecha Roja.-
Hace casi un año, en La Quiaca, Jujuy, un chico de 17 años desapareció después de ir a una peregrinación a Bolivia con seis amigos. Dos meses atrás, dos chicas de 14 y 16 años fueron vistas por última vez en el colegio. Ayer, más de mil personas se movilizaron para exigir la aparición de los tres jóvenes. Los familiares denunciaron la inacción de la Justicia y la Policía y sospechan de una red de trata de personas.
El 20 de septiembre, Antonella Ramos, de 14 años, y Gloria Mendoza, de 16, fueron juntas a la Escuela Normal del barrio San Juan de La Quiaca. La madre de Antonella fue a buscar a su hija al colegio. Como no aparecía, fue hasta la comisaría a hacer la denuncia. Ahí se encontró con la familia de la otra chica. Hasta el día de hoy, nadie sabe nada de ellas.
La mañana del 8 de diciembre de 2011, Ariel Llampa, de 17 años, y seis amigos fueron hasta la capilla de la Virgen de Aguachica, a ocho kilómetros de La Quiaca. Como todos los años para esa fecha, miles de personas de la zona peregrinaron hasta el santuario de la virgen, ubicado del lado boliviano, casi en el límite de la frontera con Argentina. Lo vieron por última vez a las 11 de la mañana charlando con una compañera del colegio. A casi un año de su desaparición, la justicia no tiene ninguna pista sobre su paradero.
Ayer, miles de personas fueron hasta la Plaza Centenario, en el centro de La Quiaca -donde la familia de Ariel Llampa lleva adelante una huelga de hambre desde el lunes- para exigir la aparición de los tres jóvenes. “Están sucediendo muchas cosas en La Quiaca y nadie nos ayuda; la Policía y las autoridades son cómplices de esta situación. Los primeros días desde su desaparición pedí ayuda, que solamente supieron brindarme vecinos; gracias a ustedes tengo fuerzas para seguir luchando”, dijo Justina Cruz, madre de Ariel Llampa, durante el acto.
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El próximo 8 de diciembre se cumple un año de la desaparición de Ariel Llampa. Ese día, después de la misa, se quedó en Agua Chica tomando y dando vueltas por el lugar. La última vez que lo vieron, cerca de las 11 de la mañana, estaba charlando con una compañera del colegio. Su hermano mayor lo había ido a buscar para que fuera a la casa a almorzar, pero el joven prefirió quedarse ahí. A las cuatro de la tarde, como no volvía, la madre, el hermano y una hermanita volvieron a buscarlo. Ariel ya no estaba. Los amigos habían regresado varias horas antes con la mochila, el celular y otros objetos del joven.
Durante quince días, la familia recorrió a diario los 8 kilómetros de tierra que separan La Quiaca del santuario de la virgen. Hicieron la denuncia en la comisaría de La Quiaca y de Villazón, en Bolivia. La policía de La Quiaca esperó 72 horas para empezar la búsqueda.
-Acá todas las semanas se pierde gente. Algunos se encuentran y otros no- les dijeron en la comisaría de Villazón.
“Hemos perdido los momentos vitales”, contó Ceferino Llampa, padre de Ariel, a Cosecha Roja. “Si se hubiera tomado en serio la búsqueda capaz que lo hubieran encontrado”, dijo.
Al principio, la Justicia tomó la denuncia de Ariel fue una fuga de hogar. Ahora la causa está caratulada como averiguación de paradero. La familia exige que el expediente pase al fuero federal y se investigue una posible desaparición relacionada con el delito de la trata de personas.
“Lo único que recibimos –contó Ceferino Llampa- fueron dos mensajes de Facebook. Uno decía: ‘Mis amigos me traicionaron, me vendieron como un objeto”. En el texto, además, figuraban los nombres de dos de los chicos que estuvieron con Ariel en Agua Chica.
Para la familia, Ariel fue entregado por sus amigos. “Planificaron llevarlo a ese lugar, lo embriagaron y lo vendieron. El celular lo tenían los amigos”, dijo Ceferino.
A casi un año de la desaparición de Ariel y a dos meses de las de Antonella y Gloria, toda una ciudad sigue reclama por la aparición de tres jóvenes.
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