En Chile aumenta el número de mujeres condenadas, principalmente por narcotráfico. El 40% de las personas detenidas tienen niños menores de edad que quedan en extrema vulnerabilidad. Más de 30 mil niños están en esa condición, invisibles para el Estado y sus instituciones.
Los niños huérfanos de la delincuencia
Por Gustavo Villarubia. Ciper Chile, julio de 2011
Son las cinco de la madrugada. Varios carros de la PDI salen desde el cuartel de la Brigada de Investigación Criminal en la Población José María Caro (Lo Espejo). Los detectives llevan órdenes de detención pendientes de diferentes tribunales. Uno de los carros se dirige a la calle Buena Ventura de la Población La Victoria (Pedro Aguirre Cerda). Allí vive Yarella Balladares Gutiérrez (23 años) junto a sus dos hijas, de 1 y 6 años, quien tiene dos órdenes de detención pendientes: una del 4º juzgado del Crimen de San Miguel y otra del Juzgado de Garantía de Puente Alto.
Yarella se despierta con la irrupción de los policías, quienes la instan a vestirse, indicándole que debe acompañarlos a la unidad. Sus dos hijas duermen: no se han enterado de que su madre está a punto de abandonarlas.
-Tengo a mis dos hijas en el cuarto de al lado y no tengo con quien dejarlas, ¿puedo llevarlas conmigo? -le pregunta Yarella a la joven policía que espera a que se vista.
-No, no pueden ir con usted. La orden de detención es contra usted, no contra sus hijas. Vea si las deja con algún familiar -responde secamente la detective.
Desde que su pareja cayó preso en diciembre del 2010, acusado de un robo con intimidación, Yarella vive sola con sus dos pequeñas hijas. Su familia más cercana vive al otro lado de Santiago.
-Puedo llamar a mi madre, pero como vive en el paradero 26 de Vicuña Mackenna se tardará como una hora en llegar -le dice Yarella en tono suplicante a la detective.
De nada valdrá su tono ni sus ojos húmedos y el temblor que se percibe en sus manos. La respuesta es que los policías no pueden esperar tanto tiempo, por lo que debe buscar la forma de dejar a sus hijas con alguna vecina hasta que llegue su madre. Eso es exactamente lo que hace Yarella bajo la atenta mirada de la detective.
La prisa que exhibe la policía al salir de la casa de la detenida se acaba en el mismo momento en que llegan al cuartel policial. Yarella debe ser puesta a disposición de los tribunales, pero transcurren las horas y la espera continúa. Recién a las 11:20 la llevan a los juzgados de Puente Alto. Pero antes deberán hacer un desvío hacia la comisaría de esa comuna, ya que en el camino los policías se percatan de que se les había olvidado el procedimiento de tomarle las huellas a la detenida.
Casi siete horas han pasado desde que Yarella fuera detenida, cuando su madre, que persigue en un taxi a los detectives de la PDI que llevan a su hija, se baja del auto en la comisaría de Puente Alto y comienza a buscarla con visible agitación. Y se entiende: la mujer lleva a su pequeña nieta en brazos ya que ésta sólo se alimenta de pecho y desde que su madre salió del hogar en calidad de detenida, no ha sido amamantada.
Tras un breve diálogo, los policías permiten que Yarella le de pecho a su hija y luego las vuelven a separar. Ahora emprenden rumbo a los tribunales.
Media hora después de llegar a juzgados, el juez deja nula una de las órdenes de detención, pero dictamina que la segunda debe ser ejecutoriada por quebramiento de condena. La decisión del juez significa que Yanella deberá ser encarcelada 41 días.
Durante la audiencia, la pequeña hija de Yarella ha permanecido en absoluta calma en brazos de su abuela. Ajena a todo lo que está ocurriendo a su alrededor. Pero justo en el momento en que su madre comienza a salir de la sala de audiencias rumbo a la prisión, la pequeña comienza a llorar. Y a gritos.
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