Charles Parkinson. El nuevo Herald.-
Para Jeison Castaño haber conocido a Elider Varela es tan memorable hoy como siempre: “Fue uno de los raperos más reconocidos de la zona. Su apodo, su ropa, su personalidad me llamaron la atención. Fue uno de los líderes”.
Conocidos como “Jeihhco” y “El Duke”, los dos llegaron a establecer un grupo de rap prominente, Comando Elite de Ataque, y la escuela de música Kolacho para mantener a los jóvenes fuera de las calles en Comuna 13, uno de los barrios más conflictivos de Medellín.
Pero esa asociación de 16 años acabó en una lluvia de balas el 29 de octubre, cuando El Duke fue muerto a tiros en su propia casa en un asesinato atribuido a una banda que controla el barrio El Salado, donde él vivía.
Después del asesinato de El Duke, más de 60 músicos vinculados a él se vieron obligados a huir de Medellín, la segunda ciudad de Colombia, después de las amenazas de las pandillas sospechosas de su muerte.
Otros raperos también han sido ultimados en una batalla que ha situado a la comunidad hip-hop en la mira de las bandas callejeras que buscan infundir miedo en la población.
El representante demócrata Jim McGovern se reunió El Duke durante una visita a la ciudad en agosto del 2011. En una carta del 8 de noviembre al alcalde Aníbal Gaviria, el político de Massachusetts denunció el asesinato y expresó su “profunda preocupación por la reciente escalada de violencia y amenazas contra los líderes de la comunidad y la juventud”.
El Duke, que era considerado un líder de la comunidad, fue el noveno rapero asesinado en tres años en Comuna 13. Un día después de que McGovern escribiera su carta, Roberth Steven Barrera, de 17 años de edad, conocido como “Garra”, se convirtió en el décimo.
Garra, un estudiante de la escuela de El Duke que se dedicó a enseñar rap a otros jóvenes, recibió un disparo mientras cruzaba una calle.
Su abuela le dijo a un periódico de Medellín que ella le había advertido a su nieto que las pandillas estaban matando a los raperos “porque no les gusta que ellos digan la verdad en sus canciones”.
El mensaje de contenido social y contra la violencia de las letras de muchos artistas de hip-hop, y el trabajo emprendido por las escuelas de música de hip-hop para atraer a los jóvenes lejos de los estilos de vida delictivos, han puesto a algunos miembros de la comunidad hip-hop en desacuerdo con la pandillas callejeras, que son conocidas como “combos”.
“Ellos no se enfrentan directamente a los grupos ilegales”, comentó Adriana Arboleda, de la Corporación por la Libertad Jurídica (CLJ), una organización de derechos humanos de Medellín que trabaja con víctimas de la violencia. “Pero al ofrecer a los jóvenes la oportunidad de centrarse en el arte, la música, el graffiti y la danza como una forma de resistencia pasiva, van contra los intereses de las organizaciones criminales, que buscan reclutar a los jóvenes a la fuerza”.
A raíz del asesinato de El Duke, un video musical de su colectivo de hip-hop fue publicado en internet. El Duke aparecía junto a otros raperos despotricando contra la violencia liderada por las pandillas. El presunto líder de la banda sospechosa de su muerte aparecía en el fondo.
El video, calificado por un rapero de “error estúpido”, al parecer fue tomado como una afrenta por la banda, y al día siguiente fue enviada una advertencia a 65 miembros de la Elite e integrantes de Son Bata, diciéndoles que no se dejaran ver en el vecindario.
Muchos huyeron de Medellín y decenas de ellos permanecen en la clandestinidad.
Con una población de 135,000 habitantes en un área de 2.7 millas cuadradas, Comuna13 es una de los sectores más densamente poblados de Medellín. Compuesto por 32 barrios, donde operan hasta 25 pandillas individuales, el distrito es una red de fronteras en disputa y en movimiento, donde las personas pueden ser asesinadas por el simple hecho de cruzar la calle.
Según las estadísticas de la oficina del forense de Medellín, Comuna 13 fue testigo de 191 homicidios en el 2011, lo que supone una tasa de homicidios por habitante más del doble del promedio de la ciudad, y casi 10 veces mayor que la de Miami.
La violencia contra los raperos no es un fenómeno de toda la ciudad, explicó Jorge Iván Henao, conocido como “El Mocho”, quien estableció la primera escuela de hip-hop de Medellín, y es considerado uno de los pioneros de la escena del rap en la ciudad. “Es un fenómeno en Comuna 13. Hay que entenderlo: Comuna 13 es un área muy pequeña, con muchos combos que luchan por el territorio. Hay muchísimas fronteras invisibles”.
Este tema de las “fronteras invisibles” es el que aparece a menudo en las conversaciones con quienes trabajan para ayudar a la gente a lidiar con los barrios más conflictivos de la ciudad.
“¿Qué es una frontera invisible? Es un lugar donde nadie puede estar, sólo los que pertenecen al combo que controla el territorio”, declaró Henao.
Dentro de Comuna 13, los combos luchan entre sí para proteger o ganar territorio.
Y los raperos no son los únicos que han estado muriendo. Cinco policías han sido asesinados por las bandas desde finales de octubre.
Alexandra Castrillón, directora de YMCA Medellín, indicó que no cree que los raperos fueran el blanco específico.
“Eso es lo primero que queremos desmitificar”, amplió. “Todo lo que puedo decir es que [El Duke] fue un líder muy conocido y quienes perpetúan el miedo siembran el conflicto para desestabilizar las organizaciones comunitarias. Muchos líderes han sido asesinados aquí”.
Subrayó que la comunidad está al tanto: “Los que se hacen más visibles, sobre todo en sus muertes, son los raperos jóvenes, porque ellos hablan de política, hablan de lo que está sucediendo en el distrito”.
Críticas por el deterioro de la seguridad ha caído sobre el alcalde Gaviria.
Sede del infame narcotraficante Pablo Escobar y su cartel de Medellín, la ciudad fue conocida popularmente como la capital mundial del asesinato y el secuestro durante el apogeo de Escobar, en la década de 1980 y principios de los años 90. Desde la muerte de Escobar a balazos en 1993, Medellín ha luchado para mejorar su imagen y recuperar la confianza y la prosperidad.
Pero como importante punto de tránsito de las drogas que se desplazan desde las zonas de producción en el este hacia la costa para su exportación, la ciudad ha permanecido bajo la influencia de las organizaciones que luchan por el control del submundo del crimen.
A medida que la organización paramilitar de los Urabeños, dedicada al contrabando de drogas, intenta penetrar en la histórica organización criminal Oficina de Envigado de Medellín, las batallas se han vuelto cada vez más sangrientas.
En una carta del 15 de noviembre en respuesta a McGovern, Gaviria insistió en que los homicidios se redujeron por segundo año consecutivo y que combatir la violencia en la ciudad es una preocupación “primordial”. Pero las cifras del forense muestran que los homicidios han aumentado constantemente desde que asumió el cargo en enero.
Eduardo Rojas León, secretario de seguridad del gobierno de la ciudad de Medellín, afirmó a The Miami Herald que el índice de asesinatos en los “distritos complicados” estaba “bajo control”, a pesar de los incrementos año tras año de la ciudad, observados en septiembre y octubre.
El ministro de Defensa de Colombia, Juan Carlos Pinzón, se ha comprometido a enviar 1,000 policías más a la ciudad.
Pero para quienes viven en las zonas en conflicto, el simple envío de más fuerzas de seguridad no es la respuesta.
“Hay un exceso de policías y militares aquí. Comuna 13 es el territorio más militarizado de Colombia”, explicó Castrillón. “Pero aún así continúa la violencia”.
“Todos esperamos que no haya más pérdidas”, aseguró Arboleda, de la CLJ. “Pero la realidad es que, mientras estos grupos ilegales tengan influencia, la amenaza se mantiene y es probable que veamos más muertes en la comunidad hip-hop. La vida y la seguridad de los jóvenes depende de las medidas efectivas de las autoridades”.
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