Martín Cortés. Cosecha Roja.-
Decenas de detenidos y heridos, balas de goma, gases lacrimógenos. San Pablo vive días convulsionados a partir de las protestas multitudinarias contra el aumento en el transporte de 3 a 3,20 reales. Ayer fue la cuarta manifestación en el centro de la ciudad y en los próximos días se espera que se repitan a partir de la repercusión en medios y redes sociales.
Las protestas comenzaron cuando se conoció la noticia del aumento. Convocados por el Movimento Passe Livre, una concurrencia de entre 5.000 y 20.000 personas (según la policía y los organizadores, respectivamente) llenó el centro de San Pablo, donde todos los años se realizan las multitudinarias marcha evangelista y del orgullo gay. Si el miércoles medios de comunicación y figuras de la política condenaron la violencia de los manifestantes, luego del episodio de ayer el eje pasó a la violencia de la policía.
Sólo ayer hubo 100 heridos (entre ellos varios periodistas), 235 detenidos, 30 de ellos antes de que comenzara la marcha y 14 en flagrancia, según la Policía Militar de San Pablo. Muchos de los manifestantes fueron detenidos por llevar vinagre encima, que sirve para aliviar los efectos de los gases lacrimógenos. Por esta razón, la serie de protestas está comenzando a ser llamada “Revuelta de la ensalada” en las redes sociales para ridiculizar el afán punitivo de los policías.
Respecto de las fuerzas de seguridad, los excesos pueden indignar pero no sorprender. La base de la política de seguridad pública brasileña consiste en tener cuerpos de policía militar en las calles, junto a los civiles, cuando normalmente este tipo de policías actúa sólo dentro de las instalaciones de las fuerzas armadas. En mayo de 2012, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU sugirió la simple y pura extinción de la Policía Militar, teniendo en cuenta los efectos que había generado su existencia y el fracaso en controlar el crimen organizado. Según el diario Folha de San Pablo, la policía militar mató entre 2006 y 2010 a 2.262 personas. En el mismo período, todas las policías de Estados Unidos mataron a 1.963 ciudadanos.
Las críticas a los métodos de la policía en las manifestaciones de los últimos días también estuvieron basadas en el recuerdo de la dictadura. Y es que el origen de este plan de seguridad pública tampoco es olvidado por los paulistas: el proceso comenzó durante la última dictadura militar entre 1964 y 1985, una de las más largas de la región. El paradigma represivo de la dictadura, común a los otros regímenes latinoamericanos de este tipo, se vio agravado en Brasil por el surgimiento, en esas décadas, de poderosas organizaciones criminales como el Comando Vermelho en Río de Janeiro y, más tarde, el Primeiro Comando da Capital en San Pablo.
La sorpresa en Brasil es grande porque, más allá de las realizadas por colectividades religiosas, minorías sexuales y usuarios de drogas, las manifestaciones multitudinarias no son comunes desde hace algunos años. Hay quien dice que éste es un punto de quiebre en la relación de la sociedad con el gobierno del PT, partido gobernante desde 2003. Otros incluyen las protestas dentro del movimiento de “los indignados”, por la relación violenta con la policía, la viralización de la protesta en redes sociales y el protagonismo de la juventud. Lo cierto es que el prefecto de San Pablo, Fernando Haddad, del PT, declaró que es imposible bajar la tarifa y que ésta se ubicó por debajo de la inflación, ya que debería ser de 3,40. El problema de la inflación, así como su origen y sus efectos, no es menor: muchos periodistas dicen que ésta tiene que ver con la emisión de moneda para concluir a tiempo las obras de infraestructura del mundial de fútbol. Por esa razón, los manifestantes explican que no se trata sólo de 20 centavos, sino de hacer oír su reclamo a un gobierno que beneficia la imagen de Brasil hacia el exterior a costa del encarecimiento de un servicio básico como es el transporte.
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