Cosecha Roja-. Desde la Unidad 32 del complejo penitenciario de Florencio Varela Marilyn escribe: “Ultimas horas!! Q nerviosss”. Anoche se debe haber probado el vestido, como todas las anteriores desde que una mujer que salió en libertad se lo regaló. Como mucho de su vida, el vestido no es el usual. Es negro, blanco y rosa, tiene flores y piedritas bordadas.
Hoy es el gran día. O, como dice ella, hoy sonarán las trompetas en su vida. Se casa, en la cárcel, con Guillermo. “Vendran todos los kanales d la tl y diarios”, adelantó el sábado en las redes. Como tantas parejas que viven afuera, Marilyn y Guillermo conviven hace diez meses, aunque su espacio es más reducido, y más compartido. Es un metro cuadrado de cemento. Alrededor, treinta y seis personas más. Gays y travestis.
A Guillermo lo conoció en un traslado. Cuatro días después del encuentro, se pusieron de novios. Cuando se lo volvieron a llevar prometió, como todos, volver. Como Gustavo, que también había dicho lo mismo. Pero la palabra de Guillermo se cumplió a la semana: volvió con un anillo y la propuesta.
Cuando Marilyn era Marcelo mató a su madre y a su hermano. Por eso está ahí. Porque un día se cansó de las torturas psicológicas, de que no lo dejaran ser lo que era y lo hicieran trabajar sólo a él, para que se hiciera hombre. Fue en 2009, un año después de que muriera de cáncer su padre, el único que sabía que era gay. Cuando se lo dijo, el hombre no lo juzgó. Nada haría cambiar el amor que sentía por él. En ese momento, Marcelo tenía 19 años, los dientes desparejos y el aire campesino que le daba vivir en Oliden, en las afueras de La Plata. Hoy llevas las uñas pintadas y las cejas depiladas.
“Yyyyy……………¿mi regalo d boda?…”, dice en su Facebook. Quiere que alguien le compre un celular nuevo. Sabe que tiene que pagar por las muertes estando encerrada, pero igual sueña con volver al campo y criar una nena. Según la justicia, podrá hacerlo en quince años. Guillermo, que tiene 40, recién saldrá en treinta años. Pero el casamiento les dará la garantía de vivir juntos, aunque no sea rodeados de árboles, ovejas y vacas.
Los profesores de la secundaria del penal le regalaron el peinado, la fiesta y la torta. En estos cuatro años que lleva presa, Marilyn terminó el colegio, da clases de folklore y trabaja como preceptora y bibliotecaria. Lee mucho. Y escribe su libro: Marcelo y mi sufrimiento por no ser igual. Hace tres meses que tiene Facebook dentro del penal. Lo instaló en su teléfono. A partir de ese momento se le abrió un universo: hay gente que la acompaña y la entiende, sin siquiera conocerla.
(Con información de Cintia Kemelmajer, diario El Día)
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