Cosecha Roja.-
Leila Guerriero estaba sentada como una palmera frondosa plantada junto al mar cuando atinó esta definición de crónica: “es como un documental hecho con palabras”. Lo dijo anoche durante el Encuentro Federal de la Palabra junto a otras tres autoridades del periodismo y la literatura latinoamericana: el cronista Cristian Alarcón, la investigadora colombiana Patricia Nieto y la escritora argentina Mariana Enríquez.
Enríquez, que conducía la conversación, planteó dos temas: el vínculo del cronista con sus entrevistados y fuentes y la fatiga de abordar los mismos temas. ¿Cómo es la relación con los personajes después de escribir la historia? Alarcón respiró hondo y agarró el micrófono. “Cuando sigues a un personaje vives momentos de intimidad que exigen una responsabilidad ética. Así que cuando uno de ellos me llama, yo dispongo una energía especial para conectarme con él”.
En Los escogidos, Patricia Nieto cuenta historias macabras de la violencia en Colombia: muertos echados al río Magdalena atraviesan todo el país mientras sus familiares los buscan. Desde esa realidad respondió: “Cuando un personaje me habla trato de no interrumpir su relato. En países en conflicto como Colombia la gente tiene necesidad de ser escuchada y yo logro que me cuenten sus historias esperando en silencio con persistencia”.
“Yo soy una periodista y estoy ahí para ver, así que no me voy hasta que el personaje me echa. Cuando escribí Un historia sencilla acompañé al personaje en momentos muy íntimos con su biblia y yo me preguntaba: ¿debo estar aquí? Mi trabajo es cultivar la confianza con la gente”, contestó Guerriero con la misma voz firme que escribió cosas como esta: “Rodolfo González Alcántara llegó hasta el centro del escenario como un viento malo o como un puma, como un ciervo o como un ladrón de almas, y se quedó plantado allí por dos o tres compases, con el ceño fruncido y mirando alguna cosa que nadie podía ver”.
Mariana Enríquez los escuchaba desde un extremo de la mesa, como agazapada, lista para lanzar la siguiente pregunta, cruda y feroz: ¿No se cansan de esto? Se hizo un ligero silencio en la sala. “Yo lo resuelvo con el psiquiatra”, respondió Patricia Nieto y el lugar estalló en risas. “Un artista en esta sociedad debe estar parado en la indignación y no dejar de narrar porque son hechos que pasan desde hace 60 años”, dijo seria refiriéndose al conflicto colombiano.
La respuesta de Cristian Alarcón combinó la vocación firme que lo distingue, el método obsesivo y la soledad. “La pregunta sobre cómo descubro literatura en la realidad fatiga mucho, pero en la soledad de la escritura uno se renueva. Hay algo metafísico en el paso del tiempo que madura las historias. Yo necesito anotar, pegar cuadros en la pared y organizar”, contestó.
Guerriero prefirió referirse a los temas segregados en el periodismo y a las historias desatendidas de la realidad. La vida de las personas que pertenecen a las clases altas, por ejemplo, los usos del poder que ostentan o las tramas de lo cotidiano donde aparentemente no pasa nada. Ese abandono “refuerza la idea europea de que los latinoamericanos somos gente llena de conflictos”, dijo como conceptualizando el imaginario extranjero, como redondeando, al igual que hizo con la definición de crónica.
“Cuando escribo crónicas, siento que hago documentales, que hago voz en off, primer plano y plano americano”. Con esas palabras zanjó de un tajo la ambigüedad de la ingeniosa frase de García Márquez: “La crónica es un cuento, pero de verdad”.
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