Jornada.mx.-
Si me hacen el honor, compañeros, hay que colocar las veladoras, dice Gerardo Barrera, estudiante de cuarto grado del Centro Regional de Educación Normal (CREN) en esta ciudad. Aquí fue donde culminó la persecución de nuestros compañeros de Ayotzinapa y en aquella parte (señala a sus espaldas) es donde se paró la otra camioneta y los rafagueó.
El letrero lavado y aspirado sobre un portón negro permite identificar el lugar donde quedó tendido uno de los muchachos de la normal de Ayotzinapa la noche del viernes pasado. En ese sitio preciso se inclinan los jóvenes, todos con sus uniformes de normalistas, hasta dejarlo cubierto de veladoras. Poco antes han hecho lo mismo en una de las puertas del palacio municipal, que cerró sus puertas desde antes de las cinco de la tarde.
En la marcha silenciosa de flores y velas participan unos 150 de los 537 alumnos que tiene el CREN. A muchos no los dejan venir sus padres. Claro, aquí fue todo, aquí sembraron el terror, reconoce el líder estudiantil.
–¿Saben algo de sus compañeros desaparecidos (57 jóvenes)?
–No sabemos absolutamente nada. Nada ha informado el municipio ni el gobierno estatal. Obviamente necesitamos que se involucre la Federación, porque es cuestión de todos.
–¿El alcalde los ha buscado?
–Como él no sabe nada, yo creo que no nos va a buscar para nada.
El presidente municipal José Luis Abarca, efectivamente, no sabe nada, porque a la hora de los balazos se encontraba bailando al ritmo de La Luz Roja de San Marcos, como dijo en una entrevista radiofónica mañanera, antes de viajar a la ciudad de México a reunirse con los diputados Silvano Aureoles Conejo y Sebastián de la Rosa.
En ese trayecto debió escuchar al senador Armando Ríos Piter, puntero en la sucesión del gobernador Ángel Aguirre, tocarle otra música, fúnebre y no de baile: Debe pedir licencia, dijo el político costeño que gusta nombrarse Jaguar.
Se diluye respaldo de NI
El cuadro lo completa el deslinde de altos funcionarios del gobierno aguirrista. Uso excesivo de la fuerza, dictamina el procurador estatal, Iñaki Blanco, quien también asegura que investigan posibles vínculos de los agentes municipales con los desconocidos que perpetraron el segundo ataque a los normalistas (da también las cifras oficiales: se presentarán cargos contra 22 efectivos policiacos; en los hechos hubo 6 muertos, 25 heridos y 57 desaparecidos).
El respaldo político de Nueva Izquierda –corriente perredista a la que pertenece el alcalde Abarca– y el apoyo incondicional ofrecido por el diputado federal Sebastián de la Rosa se diluyen a lo largo del día.
A los medios nacionales, el presidente municipal les dice que ordenó a la policía municipal (responsabilidad compartida con el gobernador, deslizan allegados al alcalde, merced el Mando Único) no caer en provocaciones de los normalistas. Que nunca ordenó disparar ni mucho menos (aunque estaba seguro de que “alguien contrató a los ayotzinapos para que vinieran a hacer desmadres”).
La respuesta del gobierno del estado deja claro que han decidido dejar solo a Abarca: El Mando Único no se ha iniciado en ninguna de sus etapas en la ciudad de Iguala, dice el secretario de Gobierno, Jesús M. Garnelo.
En la prensa local –la mayoría de los impresos igualtecos baila al son del edil– Abarca usa otro discurso. Dice, de entrada y para no desairar a los clásicos: Sabemos que estamos limpios y mi conciencia está tranquila.
Se va de largo: Mientras en otros municipios de Guerrero y del país han pasado cosas peores, aquí pretenden responsabilizarme de algo que definitivamente no soy.
Más, por si hubiese duda del talante del empresario joyero: Estos hechos no tienen por qué detener nuestra vida cotidiana. Iguala está de pie y trabajando.
Y está en campaña, le falta decir al alcalde. Centenares de postes de la ciudad lucen la imagen de la esposa de Abarca, María de los Ángeles Pineda Villa. Pendones con motivo de su segundo informe como titular del DIF municipal. La propaganda es burda: debajo de su nombre se lee:Presidenta (del DIF, en letras chiquitas) municipal.
Armados de flores y velas, los normalistas concluyen su marcha nocturna sin gritar una sola consigna. Por la mañana, hicieron otra marcha con carteles y gritos. En ambas, la presidencia municipal estuvo cerrada.
La manifestación es ordenada y la colocación de ofrendas lleva apenas unos minutos. Por seguridad, compañeros, rápido, y nos regresamos todos juntos a la normal, por seguridad, dicen una y otra vez los líderes.
En el ínter, el palacio municipal abrió sus puertas y los ciudadanos siguieron haciendo trámites, aunque en cada pasillo se pescaban conversaciones relativas a los policías municipales: Todos tienen miedo.
Los excesos de los normalistas de Ayotzinapa en sus protestas, sumados a una persistente campaña de descrédito, han generado odio en diversos sectores del estado. Los hubieran bombardeado, dijo una anciana clasemediera de Chilpancingo en 2011, cuando dos normalistas fueron asesinados en la Autopista del Sol. En Iguala no cantan mal las rancheras.
Pero ahora que marchan los estudiantes del CREN, la gente deja sus cosas y los mira con un silencio reverencial. No hay un solo claxonazo. Tampoco aparece ningún policía.
Los hubo, y por montones, apenas el viernes pasado, en hechos que comienzan a ordenarse en los relatos de estudiantes y testigos. Los recogidos por el Centro de Derechos Humanos Tlachinollan informan: “Al salir de la central de autobuses, con dirección a Chilpancingo, varias patrullas intentaron cerrar el paso a los autobuses, empezando a disparar de manera intermitente sin dar advertencia alguna. Los normalistas se bajaron e intentaron defenderse, lo que conllevó aun breve enfrentamiento. Los normalistas regresaron a los autobuses y continuaron la marcha; al llegar al periférico norte (lugar donde esta noche los igualtecos pusieron la ofrenda), una patrulla municipal, la número 320, les cortó el paso atravesándose frente al autobús, al tiempo que llegaron más de 30 policías que se aposaron en posición de tiro en distintas direcciones. Los normalistas quedaron totalmente cercados, al posicionarse las patrullas 017, 018, 022, 027 y 028 en la parte trasera de la caravana de autobuses.
“Así, los normalistas descendieron de los autobuses dirigiéndose hacia la patrulla que se encontraba estacionada frente a los autobuses, en un intento de salir del lugar.
“Sin mediar palabra, los policías municipales comenzaron a disparar en ráfagas, de manera indiscriminada, desde las distintas posiciones, cayendo herido en ese instante Aldo Gutiérrez Solano, alumno del primer año… Los estudiantes que se encontraban en el autobús de atrás fueron violentamente bajados por los policías y sometidos, acostándolos en el piso, a un costado de una tienda de autoservicio.
El resto de los normalistas se dispersaron en diferentes direcciones, al tiempo que los policías municipales continuaban disparando. La balacera tuvo una duración de alrededor de 40 minutos.
Sería el primer capítulo de una noche de horror en la cuna de la bandera nacional.
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