Cosecha Roja.-
Lo agarró de la ropa, le apoyó el arma reglamentaria en la carótida y disparó. Así mató el policía Héctor Amarilla a Nicolás Vázquez, de 18 años, en Lanús. Al menos eso demostraron las pruebas recolectadas en la etapa de instrucción del juicio en el que está imputado por “homicidio doblemente agravado por alevosía”. El oficial estuvo libre hasta el lunes, cuando el fiscal pidió la detención: desde entonces está prófugo.
Nicolás Kazewsky, fiscal de la UFI 8 de Lomas de Zamora, ordenó la detención. El juez de Garantías 3 de Lomas de Zamora avaló la medida. Cuando lo fueron a buscar ya no estaba en la casa. No estaba en el trabajo. No estaba en la Comisaría 2 de Lanús, donde trabajaba cuando asesinó a Nicolás el 25 de septiembre del año pasado. No estaba en ningún lado conocido. El martes se pidió su captura nacional e internacional.
El accionar es frecuente: no es el primer policía que vive el juicio en libertad y, cuando se acerca la condena, se fuga. El 4 de septiembre, el ex cabo Martín Naredo se escapó mientras lo condenaban a perpetua por fusilar a Jon Camafreitas, un pibe de 18 años. Al sargento Bonifacio Garay lo buscan desde 1994: dos años antes le había disparado a Omar Lencina porque “estaban buscando a unos ladrones”. A Miguel Ángel Rojido y Luis alberto Farese, que picanearon hasta la muerte a Sergio Durán en la comisaría 1º de Morón, los buscan desde 1998. Marcelo Pelleroni torturó en la comisaría a siete jóvenes en 1999 y se escapó antes del juicio. A Fernando Rodrigo Báez lo mató el oficial Rodrigo Ruiz en los festejos de año nuevo de 2007. Nunca más volvió: pidió que escondan su pistola y desapareció.
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El 25 de septiembre de 2013 Nicolás había ido al centro centro de Lanús para comer algo con los amigos. Eran cerca de las 3 de la tarde cuando se colgó mirando unas zapatillas deportivas en un local. Entró, se probó tres remeras y se fue con una puesta. Sonó la alarma y corrió. Amarilla, que era custodio del local, lo persiguió dos cuadras y disparó.
En las cámaras de seguridad se ve que el joven corría desarmado. En la calle Las Piedras al 1400, Nicolás frenó, se dio vuelta y levantó las manos. La pericia balística demostró que la pistola estaba apoyada cuando dispararon: le encontraron gránulos de pólvora en el cuello. Ese mismo día pero unas horas después, el policía apareció en la comisaría con un disparo en la pierna y dos armas: la reglamentaria y otra con el número limado que, luego se demostró, era de otro policía.
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