Alejandra Pintos – El País.-
El 5 de noviembre de 1965 tres delincuentes argentinos morían luego de un operativo que duró casi 16 horas. Se habían atrincherado en el apartamento 9 de un edificio que hoy, 49 años después, puede parecerse a cualquier otro de la ciudad.
En el 1182 de la calle Julio Herrera y Obes se levanta un edificio que a simple vista, es como cualquier otro del Centro. Fachada de mármol y letras de bronce que anuncian su nombre, sin ninguna particularidad. Pero no es uno más, es el Liberaij. El lugar donde hace unos años las marcas de un episodio emblemático para el Río de la Plata podían verse en los días de humedad.
A diferencia de lo que puede suceder en otras partes del mundo, Uruguay no se destaca por tener historias policiales memorables. Salvo excepciones, no hubo grandes botines ni héroes delictivos que pasaran a la historia.
Pero hace 49 años, este edificio era protagonista de un operativo policial que, décadas después se transformó en una película. Marcelo “Nene” Brignone, Carlos “Cuervo” Mereles y Roberto “Gaucho” Dorda eran tres delicuentes argentinos que huyeron de Buenos Aires y se refugiaron en Montevideo. Habían robado un furgón que transportaba dinero y asesinado a varias personas. Tras varios días en Montevideo murieron acribillados por la Policía en un espectacular operativo montado entre el 4 y 5 de noviembre de 1965, que duró casi 16 horas. Murieron también dos policías, el agente Héctor Horacio Aranguren y el comisario Washington Santana.
Esos días quedaron grabados a fuego en la memoria colectiva: hasta entonces nunca nadie había visto algo igual. La violencia del hecho fascinó a muchos. Y la historia truculenta sacudió a la sociedad uruguaya, inspiró artículos, libros y quedó inmortalizado en las estrofas del clásico “Brindis por Pierrot” de Jaime Roos. “Plata Quemada”, del director argentino Marcelo Piñeryro, y protagonizada por Eduardo Noriega, Leonardo Sbaraglia y Pablo Echarri fue un éxito de taquilla que a comienzos de este siglo puso el episodio en la atención de nuevas generaciones.
Sin embargo, no todos quieren seguir recordando el episodio. Tal vez porque el recuerdo de ese día parece estar de algún modo en sus paredes, los vecinos que hoy viven en Liberaij buscan borrarlo de sus recuerdos.
La mayoría de quienes viven hoy ahí son personas jóvenes, desligadas de lo que sucedió ese fatídico 5 de noviembre de 1965. Otros recuerdan el operativo, pero dicen que simplemente decidieron no darle demasiada importancia. “Hace cincuenta años si me decían que iba a vivir en el Liberaij no lo creía”, dice una vecina.
Hoy casi no hay testigos del tiroteo viviendo en el 1182 de Julio Herrera y Obes. Quienes estaban en el edificio en aquel momento murieron o no viven más en esas paredes. Pero una mujer aún habita el mismo apartamento desde 1965. Así lo confirmó su marido, aunque ella prefirió no hablar de lo ocurrido.
Nadie quiere hablar. Ni “que se revuelva el tema”, dice una vecina. Pero todos saben que al acercarse la fecha, empiezan los timbres a sonar de nuevo. Periodistas, estudiantes, investigadores y curiosos se acercan. Tienen, tal vez, la esperanza de llevarse con ellos un poco de la mística que aún flota en los pasillos del Liberaij.
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