Una brasileña vestida de Catrina protesta en Buenos Aires exigiendo un alto a la violencia en México, la foto dio vuelta al mundo.
Fue hermoso el día en el que muchos recuperamos la voz.
La invitación a manifestarnos de la mano de las Madres de la Plaza de Mayo la recibimos de la Asamblea de Mexicanos en Argentina. No era cosa menor y decidimos hacer nuestro esfuerzo.
Necesitábamos manos, muchas manos para armar un vestuario, muchos ánimos para hacer un panfleto (el primero en mi vida), muchos brazos para grabar y consignar la imagen de una catrina brasileña-mexicana paseándose por los pasillos del subte (metro) de la capital Argentina.
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Una calaca en silencio suspendida en el ruido del cotidiano bonaerense. Nadie sabe que hace ahí. La catrina se desplaza entre los asientos del transporte, se sienta entre dos mujeres que deciden inmediatamente voltear la cara. Rostros fríos, distantes. (seguramente así me veo cada vez que subo al metro).
Se vuelve necesario abrir la boca, alzar el grito y competirle al ruido del tren con la voz, la que nunca tuve. Curioso cómo siendo periodista la voz propia a veces se pierda.
“No estamos aquí para pedirles dinero”. -¿Chingado, no pude empezar por otra cosa? “Pedimos su solidaridad. Somos estudiantes mexicanos, vivimos en Buenos Aires y queremos que ustedes se enteren lo que está pasando en nuestro país”.
El mensaje escrito solo lo reciben unos cuantos “El estado Mexicano comete crímenes de Lesa humanidad, ¿Qué pasó en Ayotzinapa? (…)”
No aguanto, me quiebro, mi cuerpo tiembla de manera incontrolable, no es pánico escénico (10 años hice teatro) sé que es un poder que me crece dentro pero no sé a dónde me lleva. Sigo. “En nuestro país ser estudiante es motivo de muerte, se cometen crímenes atroces, no queremos ser una cifras más”. Una señora empieza a aplaudir, la acompañan otros pocos. “Nosotros también vivimos una dictadura”, nos dice. El tren para en Tribunales, salimos airosos pero el temblor de mi piel no para.
Retomar la voz y no quebrarse -me digo-. En el segundo vagón lo logro. Cantinfleo, -es normal supongo- el grito por la dignidad es un proceso lento, se necesita práctica, se necesita tiempo. Y tiempo es lo que los mexicanos hemos perdido sumergidos en una vorágine de violencia y que por años hemos normalizado.
Estación Catedral. Ya fuera del tren aparece en pleno centro de Buenos Aires La Catrina exigiendo justicia. Ahora sí la gente se para, la mira “Hermano Argentino, en nuestro país nos están matando” se lee en su pancarta. No hay persona que sobre la banqueta que no la vea.
Viene lo mejor, el encuentro con las madres. Son pequeñitas pero extremadamente fuertes. Los años de lucha en su cuerpo no las paran. Cada jueves dan vueltas alrededor de la pirámide de mayo frente a la Casa Rosada exigiendo justicia por sus hijos desparecidos en la ultima dictadura (1976-1983). Ayer nos acompañaron y nos enseñaron, con una dignidad asombrosa, cómo gritar sin miedo.
“Repudiamos la masacre, la gran represión a los estudiantes en México y expresamos toda nuestra solidaridad. ¡Nunca más desaparecidos!”, dijo Nora Cortiñas, dirigente de Madre de Plaza de Mayo-Línea Fundadora.
Luego se pronunciaron los nombres de cada uno de los estudiantes. “¡Presente! Siempre presentes, hasta la victoria, siempre”, respondimos absolutamente emocionados. Algunos llantos bajitos pero sinceros.
Más lejos de México no podríamos estar, -quizá si, pero no es el punto- ayer nos sentimos cerca de nuestro origen.
Ayer cupo en mí el “nosotros”. Con nuestras diferencias, con nuestras limitaciones. Un nosotros sin fronteras. Una brasileña alentando a argentinos a voltear a ver a ese hermano mayor que por años fue México para Latinoamérica y que hoy está desaparecido.
Sin duda una de las experiencias más fuertes que he vivido acá en Argentina. Gracias a todos los que colaboraron en esto.
Fotos: Mariana Leder Kremer Hernández
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