Cosecha Roja.-
Leonardo Rodríguez apareció muerto en la comisaría 27 de Godoy Cruz, Mendoza. “Tenía tendencia al suicidio, se ahorcó con la remera”, le dijo la fiscal a Carolina, la hermana. Lo había detenido la policía por “averiguación de antecedentes” la madrugada anterior, a las 3, cuando volvía de tomar algo y jugar al pool con una amiga. No era la primera vez que pasaba la noche preso ni que dormía con los golpes de los oficiales marcados en el cuerpo. El 17 de enero no lo dejaron hacer una llamada ni comunicaron la detención al juez. La versión oficial dice suicidio, la familia denuncia que lo asesinaron.
Las hermanas y la mamá de Leonardo se enteraron de la muerte porque un primo vio en la televisión que habían detenido a un joven de 30 años. A las 10 estaban en la comisaría y recién a las 16 pudieron ver el cuerpo: tenía moretones en la cara, el cuello, debajo de la panza y en la pierna y le faltaban dos uñas de cada mano. Ellas no creen que Leonardo se haya suicidado. “Estaba por irse de campamento a Tunuyán con los amigos, dudo que haya hecho eso”, dijo a Cosecha Roja Carolina.
“Esto es parte de una práctica sistemática por la que la policía hostiga, persigue. detiene sin ningún motivo a los pibes de los barrios populares de la ciudad”, dijo a Cosecha Roja el abogado Lautaro Cruciani. A veces los llevan a la comisaría y los liberan después de las 2.30, cuando ya no pasan los colectivos. Como los barrios quedan lejos del centro de la ciudad, los “verduguean porque tienen que irse caminando”, contó Cruciani, integrante de la Campaña Contra la Violencia Institucional.
A Leonardo le decían Chino. Vivía con la mamá, las hermanas y tres sobrinos en el barrio Parque Sur de Godoy Cruz. Hacía changas y tocaba el cajón peruano en la Plaza Independencia y en los colectivos. Era fanático del Indio Solari y escuchaba rock nacional. Tenía 30 años.
Jonathan y Mauko
Leonardo no fue el primero que sufrió abusos de la policía provincial. El 17 de mayo de 2006 Jonathan Chandía salió con dos amigos a festejar su cumpleaños y lo detuvo un patrullero. El oficial Juan Carlos Oruza se bajó, le puso la pistola en la boca, lo tiró al piso y le disparó. El joven murió minutos después en el hospital.
Los pasos siguientes de la policía estuvieron dedicados a encubrir el crimen: Oruza plantó un arma en la escena y sus compañeros levantaron las pruebas antes de que llegara el fiscal. El jefe de la policía Héctor Quiroga fue expulsado de su cargo por el entonces gobernador Julio Cobos y Ozura, condenado a prisión perpetua por el crimen.
Mauko Cuello, amigo de Leonardo, también fue víctima de violencia institucional. El 12 de noviembre lo subieron a un patrullero y estuvo diez horas desaparecido. Los padres recorrieron hospitales y comisarías hasta que lo encontraron detenido sin motivo. Cuando supo lo que le pasó a su amigo, Mauko escribió en su cuenta de Facebook: “Nunca voy a poder volver a conocer a alguien como el Chino, él siempre fue especial”.
La Campaña Nacional Contra la Violencia Institucional Mendoza, la Asociación de Abogados por la Justicia Social (AAMJUS), abogados de Xumec y la secretaría de Derechos Humanos de la Nación están siguiendo el caso. Cruciani espera que mañana lo dejen acceder a la causa.
FOTO: Facundo Nívolo
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