Cosecha Roja.-
A Christian Domínguez lo detuvieron el 5 de febrero de 2005 en la comisaría 1º de Berisso. Horas después apareció colgado en la celda. La familia no creyó la versión y logró demostrar en la Justicia que lo mató la policía. En septiembre de 2012 condenaron al sargento Víctor Gómez a 14 años por “homicidio simple”: era el policía de más bajo rango de toda la dependencia. A diez años del asesinato, la familia y la Asociación Miguel Bru exigen que la Sala II del Tribunal de Casación no dilate más el pedido de revisión que hicieron en noviembre de 2013. “Reclamamos que se dejen de pasar la causa de mano en mano”, dijo a Cosecha Roja Pedro, el papá de Christian.
“Hay una gran lentitud judicial”, Rosa Schonfeld de Bru dijo a Cosecha Roja. Durante la investigación y el juicio hubo “muchas irregularidades”. Entre ellas la primera autopsia: la hizo una médica que pertenece a la misma fuerza. Según Pedro, “hizo cortes innecesarios a propósito para disimular que las heridas fueron post-mortem”. Además, el cinturón con el que supuestamente Christian se había suicidado apareció cortado en cuatro pedazos y los cordones de las zapatillas desaparecieron. “No se pudo peritar para ver si aguantaba los 80 kilos que pesaba mi hijo”, explicó. Por estas desprolijidades la justicia recusó a los fiscales Leandro Heredia, Ana Medina y Tomás Morán, que fueron apartados de la investigación en estos diez años.
El juicio oral y público fue en 2012. Las audiencias duraron tres meses y el Tribunal III condenó a Gómez por homicidio simple y absolvió a Leandro Antonelli -ayudante de guardia imputado por encubrimiento-. También condenó a 3 y 4 años a dos expolicías (Luciano Príncipi y Germán Cernuschi) por privación ilegal de la libertad agravada, pero no fueron presos.
La familia pide que se revise la sentencia: no alcanza para explicar cómo Christian pasó de comer una pizza a estar colgado en una celda. Exige que se tome en cuenta el agravante de que el crimen fue dentro de una comisaría y que se juzguen las torturas de las que fue víctima el joven. Recién 8 años después del crimen, Pedro y su mujer pudieron enterrar a su hijo: habían pasado 2922 días.
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Christian tenía 30 años y una hija de 2. Trabajaba en una pizzería y ayudaba en la empresa de catering del papá. El 4 de febrero de 2005 tenía Franco y se tomó una cerveza en un local de Montevideo y 13. Cuando fue a pagar el mozo le quiso cobrar tres bebidas. Discutieron un rato y, después, los empleados del local lo sacaron a los empujones. Christian caminó hasta la esquina y se dio cuenta de que le faltaba la campera. Entonces volvió y se cruzó con un patrullero. Pareció casualidad, pero durante el juicio se demostró que lo habían llamado desde el local. “Quiero denunciar que me robaron mi campera”, les dijo a los oficiales. El subcomisario le contestó que subiera al patrullero, que lo llevaba para hacer la denuncia. Cuando llegó a la comisaría 1º de La Plata quedó detenido por “disturbios en la vía pública”.
Estuvo esa madrugada en la celda de contraventores y apareció colgado de un cinturón. La familia nunca creyó la hipótesis oficial e impulsó una investigación: la primera autopsia confirmó la versión policial pero la habían hecho peritos de la misma fuerza. Los abogados de la Asociación Miguel Bru que los patrocinan pidieron un segundo estudio en manos de expertos judiciales. Ahí se demostró que Christian murió “a causa de un síndrome asfíctico compatible con la acción de terceros”. A eso se se sumaron los testimonios de otros 26 hombres que estaban detenidos esa misma noche y que contaron que a Christian lo golpearon. Igual que a Miguel Bru y a Daniel Migone en la comisaría novena de La Plata.
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