Santiago Igartúa y Mathieu Tourliere – Proceso.-
“Contra la indiferencia y el olvido”, decididos a no claudicar en su búsqueda, a cinco meses de distancia, los familiares y compañeros de los 43 estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre en Iguala, Guerrero, volvieron a tomar las calles de la capital del país con una convicción clara: “la justicia también se busca”.
Cobijados por estudiantes y trabajadores, parte de la novena acción global por Ayotzinapa que se replica en todo el país y más de 20 ciudades en el mundo, miles de hombres y mujeres marcharon del Ángel de la Independencia al cruce del Paseo de la Reforma con Calzada Chivatito, a unos metros de la casa presidencial, para hacerse escuchar.
“¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, gritaron una y otra vez, como han gritado desde aquella noche de otoño en que los estudiantes que cimbraron al país fueron atacados por fuerzas del Estado.
Con los pies cansados, movidos por la indignación y la esperanza, los familiares de los normalistas rechazaron la “verdad histórica” que la Procuraduría General de la República (PGR) fabricó para intentar cerrar la investigación, el pasado 27 de enero.
“Sabemos que fue el Estado. Ellos los tienen o saben dónde están. Las mentiras sólo han ratificado su culpabilidad. Engañarnos es cometer el crimen dos veces”, se escuchó, al iniciar la marcha, desde un par de bocinas colocadas en el toldo de una vieja camioneta verde que los transporta desde Iguala.
“Cuánto tiempo los medios de comunicación ocultaron la participación de la Policía Federal y del Ejército. No vamos a descansar. A ver hasta dónde llegan con su mentira”, repetirían en el trayecto los indignados.
A las voces se sumaron centenares de consignas escritas en mantas, en pancartas, en la piel, en las calles…
Reclamaban la barbarie, el encubrimiento, la impunidad, la complicidad con el narcotráfico, la corrupción de los políticos de todos los partidos políticos, las casas…
Protestaron también por el asesinato del maestro jubilado Claudio Castillo Peña, a manos de la Policía Federal, durante la represión al magisterio disidente en Acapulco, hace dos noches.
“Ya basta con los asesinatos por parte del Estado. ¡Cuántos más!”; “Pedimos justicia y presentación con vida y castigo a los culpables materiales e intelectuales”; “Cada cuatro horas en México desaparece una persona joven. ¿Hasta cuándo?”; “Las desapariciones y las ejecuciones son una pesadilla hecha realidad por el narcotráfico, sí, pero también por el gobierno”; “Justicia del pueblo es la solución. Qué sean ellos los que tengan miedo”; “Quiero ser contado entre los que hicieron la diferencia, no en el número de apáticos e indiferentes que complacieron la tiranía y se doblegaron ante la injusticia”; “Nuestros sueños no caben en sus fosas”, fueron los ecos que se extendieron por más de dos horas, hasta caer el sol.
“¡No habrá elecciones!”
Amontonados en la esquina de la calle Chivatito y Paseo de la Reforma, centenares de personas escucharon a las madres y los padres de los normalistas repetir “No nos rendiremos” desde un templete, agarrando entre sus manos las mantas con las fotos y nombres de sus hijos desaparecidos.
A más de cien metros detrás de ellos se adivina el acceso a la inaccesible casa presidencial de Los Pinos, resguardada por vallas metálicas y un muro de granaderos.
Agradecidos ante la presencia de las organizaciones sociales y estudiantiles, muchos de los familiares llamaron a que no se realicen las elecciones del próximo 7 de junio.
“Las marchas no nos van a ayudar, ahora debemos organizarnos colonia por colonia, barrio por barrio, municipio por municipio para que no haya elecciones”, exhortó un padre para añadir: “¡Que chinguen a su madre los políticos!”, arenga que desató los aplausos de los manifestantes.
“Ningún partido es la solución al problema”, añadió otro orador, al advertir que “si no hay casillas, no hay dónde votar”.
Dirigiéndose al presidente, María de Jesús Concepción dijo: “Muchísimos ciudadanos tienen el ojo puesto sobre ti, Enrique Peña Nieto, ven lo que dices, mentiras tras mentiras”, e insistió en que “lo único que te sigo exigiendo es nuestros hijos”.
Uno tras otro, los familiares afirmaron su repudio a la versión de la Procuraduría General de la República (PGR) sobre el supuesto asesinato y la posterior cremación de sus hijos en el basurero de Cocula.
La madre de César Manuel afirmó: “Nuestros hijos no están muertos, no hay nada de ellos en las cenizas como dice el procurador” Jesús Murillo Karam, mientras que un padre señaló que “en las fosas se encontraron restos humanos, pero no de normalistas; el procurador decía que los militares no tenían nada que ver, y ayer salieron las fotos”, refiriéndose a las gráficas tomadas por militares en la clínica Cristina de Iguala la noche del 26 de septiembre.
“Son los hijos del mundo entero ahora”, exhortó Doña Carmelita, vestida con una chamarra de deporte negra y una gorra de color rosado, al añadir: “Tienen mucho valor para muchos, pero no de dinero”.
Muchos de los familiares de desaparecidos denunciaron la “brutalidad policiaca” durante el desalojo de la Autopista del Sol, en Acapulco, el martes anterior.
“He visto y constatado la represión, a dos alumnos les dispararon con balas de goma, uno está por perder la vista. A mí me tocaron ocho puntos en la mano al protegerme de un proyectil”, lamentó Mario, el padre del desaparecido Manuel.
Al terminar el mitin, el vocero de los padres pidió un aplauso para el “compañero Claudio”, –el maestro jubilado muerto en el desalojo y “ejemplo de muchas generaciones”–, y encabezó el himno revolucionario, “Venceremos”.
Para ese momento el Paseo de la Reforma estaba ya prácticamente vacío.
Fotos: Francisco Cañedo / Sin Embargo (tapa) – Hugo Cruz / Proceso (interior)
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