Jonatan IRAR

Juliana Mendoza – Cosecha Roja.-

Jonathan Retamoso apareció ahorcado con una sábana alrededor del cuello en una celda del Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario (Irar). Era diciembre de 2011, tenía 16 años y un hijo de 18 meses. En la versión oficial fue un suicidio, murió por asfixia y sin signos de defensa a agresiones. La familia desconfía y cree que lo mataron. Pero la sábana nunca fue analizada, la justicia no hizo la reconstrucción del hecho y archivó la causa sin aviso en febrero de 2013. La semana pasada el caso se reactivó: el juez de apelaciones pidió que se investiguen las pruebas ofrecidas por la fiscalía y la querella. “¿Cómo hace un pibe de un metro setenta para colgarse de unos barrotes que estaban a metro y medio del piso?”, dijo a Cosecha Roja Ramiro González, abogado de la familia de Jonathan.

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Jonathan se las rebuscaba. Estaba terminando la primaria y también con sus adicciones. Tenía un hijo recién nacido del que se iba a hacer cargo y quería darle una vuelta a su vida. A veces se quedaba en lo de la mamá Sandra, con sus ocho hermanos, o con una tía, otras dormía en las calles del barrio Las Flores. A los 16 ya tenía un par de causas por robos menores y arrebatos, pero nunca estuvo implicado en hechos violentos. “Me parece difícil que un pibe que sobrevivió todos esos años se haya suicidado”, dijo el abogado defensor.  

El día que Sandra fue a buscar el cuerpo de su hijo al Irar, estaba golpeado. “Tenía los labios pegados con la gotita, el cráneo hundido y el tabique nasal no existía. Tenía tres tajos en el gemelo de la pierna izquierda, hematomas en la cara, y la rótula de la pierna izquierda no existía”, dijo en una entrevista a Rosario/12 Juan Carlos Alonso, padrastro de Jonatan. La autopsia mostró que no tenía lesiones en el cuerpo, pero su familia está convencida que fue un homicidio.

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El juzgado instructor no informó a la querella que iba a archivar la causa. “Me enteré por los diarios. Presenté una nulidad diciendo que no me notificaron, que no podíamos controlar el archivo y que nos habían denegado evidencia”, dijo González. Pero le rechazaron el pedido y González llevó el caso a la Cámara de Apelaciones: “Quería que un juez controle la investigación”.

“Nosotros propusimos la sábana como evidencia y dos testimonios de personas que conocieron a Jonathan, pero el juzgado instructor las rechazó. Pedimos que se investigue en profundidad”, dijo González. El juzgado de instrucción tomó como verdadero el relato de los agentes de servicios penitenciarios del Irar: encontraron a Jonathan la madrugada del 16 de diciembre de 2011, arrodillado, con una sábana en el cuello y atada en uno de los barrotes de la mirilla de su celda. Uno de los oficiales cortó la tela para liberarlo de la horca.

El abogado denunció que se modificó la escena del crimen y que no se investigó la sábana: cuando una persona se suicida, se tiene que analizar si el elemento resiste el peso el cuerpo. Tampoco se convocó a la policía para hacer una reconstrucción del hecho.

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Era la tercera vez que Jonathan Retamoso pisaba el Irar. Las dos primeras llegó por robos menores o arrebatos. Esta vez fue distinto: Jonathan fue a ver al hijo a la casa de la suegra y ella lo denunció por abuso sexual de una de sus hijas, una nena de 8 años.

La jueza de Menores María del Carmen Mussa ya lo conocía: sabía que era un adolescente con el que podía trabajar. Dispuso el traslado al Hogar Granja de General Lagos, un instituto para pibes de 16 y 18 años con problemas con la ley, y pidió un ADN para comprobar si hubo abuso o no. Pero Jonathan murió antes. Meses después, el examen genético dio negativo y la mamá de Jonathan denunció que la familia de la suegra tenía antecedentes penales.