FatimaCatan - Leo Vaca

Cosecha Roja.-

El día que la quemaron a Fátima Catán en su monoambiente de Villa Florito, Martín Santillán tuvo el celular apagado toda la tarde. Era muy común que el novio dijera que estaba haciendo horas extras en el Aeropuerto de Ezeiza donde trabajaba, pero en realidad estaba en un asado. Cuando Santillán volvió a la casa, empezaron a discutir. Un vecino escuchó los gritos: “me quemo, me quemo” y después, un gran silencio. Fátima murió tras pasar casi cuatro días con el 85 por ciento de su cuerpo quemado. Tenía cinco meses de embarazo. La semana pasada la justicia declaró culpable a Santillán por prenderla fuego y hoy dictaminó que deberá cumplir una pena de 20 años.

El Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 4 de Lomas de Zamora decidió que Santillán continúe cumpliendo prisión domiciliaria y que el beneficio se mantenga hasta que el fallo quede firme. Mañana los jueces Eduardo Bancheri, Marcos Martínez y Darío Segundo leerán los fundamentos de la sentencia.

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Fátima Catán entró al hospital Evita el 18 de agosto de 2010 con el 85 por ciento del cuerpo dañado. Tenía quemaduras en la cara, el pecho, las manos y los brazos. Cuando le tomaron las primeras declaraciones a Santillán, dijo que se había tirado encima de su novia para apagar el fuego, que por eso tenía algunas quemaduras en el brazo.

Según la versión de Santillán, esa noche ella estaba limpiando unos cds con una botella de alcohol. Mientras discutían, él quiso prenderse un cigarrillo: el alcohol entró en combustión con el fuego del pucho y la quemó. Pero cuando los peritos reconstruyeron el caso en el laboratorio, no pudieron encender el fuego de esa manera. “Para que el alcohol se prenda fuego, es necesaria una llama; el alcohol no combustiona con un cigarrillo. Es una cuestión de componentes químicos, no es como el vapor de la nafta”, dijo a Cosecha Roja el químico Leonardo Cano.

En las pericias Santillán tenía la yema del dedo quemada. “Y el encendedor que se encontró también tenía la rosca quemada, como si alguien lo hubiese mantenido apretado mucho tiempo”, dijo a Cosecha Roja Gabriel Juricich, el abogado de la familia de Fátima.

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Fátima trabajaba en un boliche y Santillán le hacía escenas de celos todo el tiempo. Las compañeras y el hermano Nahuel coincidieron en que la pareja vivía en una situación constante de violencia. Fatima aparecía con la cara y los brazos golpeados y ellos le decían que se fuera de casa. Un policía que declaró en el juicio aseguró haber intervenido en una de las discusiones de la pareja.

En el monoambiente había una cámara de seguridad. La había instalado él porque quería descubrir quién le había rayado el auto. “La cámara desapareció después del femicidio y quedaron los cables colgando, como si alguien la hubiese arrancado. Además, el monoambiente estaba limpio, como si como si nunca hubiese sucedido nada. Tampoco había olor a quemado, ni a tela quemada. Sólo había una mancha de grasa en el piso”, dijo el abogado. Según Juricich la cámara también tuvo implicaciones en la vida de Fátima: él la usaba para asegurarse que ella no saliera del departamento. “Le quitaba las llaves, la dejaba en la calle”.

Cuando el juez Gabriel Vitale elevó la causa a juicio sostuvo que la muerte “fue producida por mecanismo violento, siendo su causa original quemaduras del 85 por ciento de la superficie corporal y de la vía área superior”. El 22 de abril el TOC 4 de Lomas de Zamora condenó a Santillán pero no dio detalles de la pena. La lectura completa se hará mañana. La fiscalía y la querella habían solicitado entre 22 y 25 años de cárcel.

Colaboró Julia Varela

Foto: Leo Vaca / Infojus Noticias