Luis Pablo Beauregard – El País.-
La pesadilla de Ana (nombre falso) duró dos años. Solo llegó a su fin hace unos días cuando percibió que la cadena que la mantenía atada a la plancha de una tintorería del sur de la Ciudad de México estaba floja. Se liberó y salió a la calle, donde encontró a un policía. Después de pedir ayuda fue llevada al Ministerio Público para denunciar a sus captores. Su historia ha sorprendido a los habitantes de la capital de México, que han escuchado un escalofriante relato de esclavitud en el siglo XXI.
Ana conoció a sus captores hace seis años. Comenzó a trabajar para ellos planchando ropa cuando era adolescente. El trato no era malo, pero estuvo poco tiempo laborando para ellos porque se mudó un tiempo con su madre, que vivía en Tamaulipas, al noreste del país. En 2013, sin embargo, regresó a la casa de la familia Molina para trabajar y ganarse un sueldo.
Las hermanas Leticia y Fanny comenzaron a responsabilizarla de robos. Ese fue el inicio de los maltratos. Dejaron de pagarle un salario y le prohibieron dejar la casa ubicada en la calle de Izamal, en la delegación Tlalpan.
Ana declaró a las autoridades que sus captores la alimentaban una vez al día con caldo de pollo con frijoles y algunas tortillas. Para mitigar el hambre el resto del día masticaba el plástico que usaba para cubrir las prendas de la tintorería. Para calmar la sed bebía el agua destilada de la plancha. La mala alimentación hace parecer a la víctima como una persona mucho menor. “La joven tiene un aspecto físico de 14 años, pero sus órganos y funciones de los mismos representan a una persona de 81 años, por los daños que le ha dejado el cautiverio”, explicaron agentes de la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México (PGJDF, fiscalía). Los médicos consideran que las secuelas por los malos tratos significan un riesgo para su vida.
Las autoridades afirmaron que cuando la mujer intentaba tomar un descanso “era golpeada con una llave mecánica” o con un mazo de piedra de mortero. Su espalda también era quemada con la plancha. La familia que la esclavizaba no dejaba que sus heridas cicatrizaran, lo que ha dejado marcas en todo el cuerpo parecidas a las de la varicela. “Se trata del primer caso de este tipo que se presenta en la Ciudad de México”, dijeron estupefactos los agentes de la fiscalía.
Cinco personas han sido detenidas. José de Jesús Sánchez Vera; las hermanas Leticia y Fani Molina Ochoa e Ivette y Janet Hernández Molina fueron aprehendidas en la casa que sirvió de prisión a Ana. La fiscalía las ha acusado del delito de trata de personas en su modalidad de trabajos forzados.
Manlio Fabio Beltrones, el líder del PRI en la Cámara de diputados reprobó el hecho. “Me parece grave y vergonzoso que todavía en algunos espacios en la República Mexicana exista la escalvitud tradicional como esta”, señaló. El Congreso trabaja una ley contra la trata de personas, que aún aguarda la aprobación en el Senado.
Este lunes Ana volvió a la casa en la que sufrió su cautiverio. Allí describió para los agentes encargados de llevar el caso las condiciones en las que trabajó durante dos años. Las marcas en su espalda y las cicatrices en su cuello expresan mejor que las palabras el horror al que fue sometida.
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