Julia Muriel Dominzain – Cosecha Roja.-
La frente o la nuca: esa es la cuestión. A Roberto Claudio, un pibe de 16, lo mató un policía de la Metropolitana, que antes fue parte de la Bonaerense. La versión del agente es que le dio un tiro “entre ceja y ceja” porque lo “sorprendió robando”, no acató a la voz de alto y estaba armado. Los docentes del Centro Educativo Isauro Arancibia -donde el joven aprendió a leer y escribir- denunciaron que la bala entró por la nuca y que le disparó a 50 centímetros de distancia. “Quedó un banco vacío”, dijo Susana Reyes, la directora de la escuela. “Estamos ante el fusilamiento de un joven de la población más vulnerable, un pibe en situación de calle”, dijo Pablo Ferreyra, legislador porteño por Seamos Libres.
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Robertito (así le dicen sus maestros) llegaba siempre tarde a la escuela. Se sentaba en el banco, se tapaba la cabeza con la capucha y se acostaba sobre el brazo. Todos coinciden en que era muy tímido y callado. “Era el abrazo más silencioso”, lo definieron. Llegó al Isauro Arancibia cuando tenía 10 años, en 2009, lo llevó una psicóloga del hogar en el que vivía. No sabía leer ni escribir. Su mamá dormía en la calle y su papá en la villa Zavaleta. “Se copaba mucho con los juegos como el ping pong que fabricamos con un pizarrón o el tutti frutti para aprender los sustantivos. Se notaba que en la infancia no había jugado”, dijo a Cosecha Roja Pablo Garacotch, uno de sus últimos maestros.
Evangelina fue su primera docente y lo acompañó durante la etapa de nivelación. Robertito entró en confianza, aprendió rápido y pasó a segundo ciclo. Desde entonces hasta los 16, sólo hubo dos momentos en los que no fue a la escuela: cuando la institución se mudó de San Cristóbal a San Telmo y a comienzos de este año. Las clases empezaron en marzo y enseguida se sintió su ausencia. Los docentes se enteraron de lo que había pasado por un militante del Centro Cultural y Social Agustín Tosco. Robertito paraba cerca de su local, en San Telmo.
El 7 de febrero el adolescente estaba por la zona Parque Rivadavia con tres pibes más. El oficial de la Metropolitana, Sebastián Ezequiel Torres, los encontró tratando de abrir un auto estacionado y dio la voz de alto. Ellos corrieron pero el agente disparó. Otro policía (de la Federal) detuvo a uno y los otros dos escaparon. El cuerpo de Robertito quedó tirado en Rosario al 300. La justicia caratuló la causa como “robo con arma no apta para disparo”.
Antes de ser de la Metropolitana, Torres trabajó en la Bonaerense durante cuatro años y nueve meses. “La Metropolitana recicla las peores prácticas de la fuerza de la Provincia”, dijo el legislador. Ferreyra hará un pedido de informe al Ejecutivo de la Ciudad. En la conferencia de prensa lo acompañaron los legisladores Gabriela Alegre, José Cruz Campagnioli, Quito Aragón, Lorena Pokoik y Paula Penacca, la Directora de Niñez Género y Diversidad en la Defensoría del Pueblo María Elena Naddeo y el Secretario General de UTE-CTERA Eduardo López, entre otros.
En la conferencia de prensa recordaron los casos de Luciano Arruga y Miguel Bru y contaron que las cámaras del parque “estaban averiadas” y que las imágenes de la puerta del edificio en donde murió Robertito se borraron. Un informe de la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) reveló que hay 749 funcionarios públicos de fuerzas de seguridad y custodia investigados en 209 causas judiciales por violencia policial y en instituciones de encierro y corrupción.
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“No se tapa la felicidad ni el dolor
no se tapa la tristeza, la amargura
no se tapa el amor
ni la voluntad de hacer cosas
no se tapa la traición
no se tapa la crueldad”
Eso escribió el adolescente, con lápiz y en mayúscula, cuando en la escuela charlaron sobre Rodolfo Walsh y le preguntaron “¿qué cosas no se deben tapar?”. Desde que murió, los maestros llevan el cuaderno a cuestas para recordarlo con sus propias palabras. Lo tienen porque es común que los pibes lo dejen en la escuela: como viven en la calle, si se lo llevan, lo pueden perder.
La directora de la escuela contó que en Arancibia a los chicos los despiden todos los días con un fuerte abrazo: “Cuidate, volvé mañana”, les dicen. Saben que no es fácil dormir en la calle. Robertito vivía en hogares, en las plazas o en Zavaleta. Había días que se la pasaba de gira: “Hoy vamos a buscar a mamá”, les contaba a los docentes. Se refería a él y a Juan, uno de sus hermanos, que tiene dos años más y va a la misma escuela. Eso fue antes de que ella muriera, en 2010. Ese mismo año internaron a Juan con una crisis psicológica. Robertito iba a verlo todos los días, se paraba cerca de la ventana y esperaba que se asomara para saludarlo.
Cuando los docentes le pidieron que escriba la letra de una canción, eligió “Entre el cielo y vos”, del grupo de cumbia La Liga:
“Me visitas de noche en mis sueños
vienes a mí, me abrazas, me despierto,
Donde estas que ya no puedo verte.
pero sigues conmigo eternamente…
Dicen que en el cielo
uno es feliz no existe la tristeza
pienso en vos y miro las estrellas… ”
Fotos: Cosecha Roja
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