Maximiliano Montenegro*.-
En mi vida anterior
1) A mi hijo Nahuel (diagnosticado con autismo) le gusta plantear realidades distintas. Es fana absoluto de la saga Volver al futuro. Imagina, el tipo, que se puede ir para atrás y cambiar situaciones. Lo verbaliza con el concepto “en mi vida anterior”. Entonces, ponele, un día viene y te dice: “papá, en mi vida anterior voy a ir hasta Nueva York para que ese forro de Chapman no mate a Lennon”.
2) “Cuidado”, leo a uno, dos, tres, sobre eso que escribí de que fueron “hombres” los que emboscaron, cagaron a patadas y trompadas, violaron entre cuatro, y mataron en Corrientes a Jésica Muñoz. “Cuidado”, me avisan, porque no son todos los hombres los que hicieron eso, no los metamos a todos en esa bolsa. Porque, me explican, sólo son los hombres machistas los que emboscan, pegan, violan y matan.
3) La pibita tiene siete años. Juega en la plaza con dos chicos, varones, de la misma edad. Están en un pelotero. De esos con tuberías. El papá mira, atento. Porque tiene miedo. No es un loquito psicópata que desconfía de dos varoncitos, pero está atento igual. No la ve a su hija, dos minutos, se levanta y se acerca a uno de los tubos. Baja la chiquita. Tiene la carita sin sonrisa alguna. Triste. Pide irse de ahí. ¿Qué pasó gordita?, surge la pregunta. El rostro ahora suma verguenza. Sí, verguenza. Mimos del papá. “Me tocaron la cola. Les dije que no, pero me tocaron y se reían”, cuenta ella. El papá la toma de la mano, van hacia los pibes. Larga perorata: “¿a ustedes les parece lindo lo que hicieron? ¿les gustaría que alguien los tire al suelo y les toque la cola? ¿se sienten mejores nenes por hacer eso?”. Uno de los pibes se quiebra, llora. El otro mira desafiante. La madre o cuidadora de ambos, a unos diez metros, escucha, pero no se acerca.
4) “Cuidado”, lo mismo que voy a decirle a mi hija Sofía en pocos años, cuando salga de noche. Cuidado de los lobos. Cuidado del novio que, capaz es un sol, hasta que por ahí le lee un mensaje de texto de otro pibe y la revienta a piñas. Cuidado. Cuidado. Cuidado. Claro, le hacen algo y me lo harán a mí. Entonces, de la misma usina del miedo, surge el cuidado para que no se enojen los hombres. Pucha. A ver si me dicen puto porque escribo que cuatro pelotudos planean una emboscada, se garchan sin permiso a una adolescente, la golpean y le quitan la vida. Porque se les cantó el culo, nomás. Como se les canta el culo hablar de pijas, conchas, leche, ortos y cosas así en la calle, como forma de piropos, a mujeres de 7 años en adelante (capaz, menos).
5) Me criaron como lobo. No mis viejos. La sociedad entera. Me hicieron lobo. A los 11 tenía mi banda de amigos. A dos se les ocurrió, una vez, salir a tocar culos a la calle. Así que salía la banda a buscar alguna mujer. Un culo. Entonces, iba uno de atrás, caminando rápido, y pum, le tocaba el culo a la mina. Como el ring raje, pero con culos. Culos de mujeres. No me animaba yo. Otros tampoco. Pero salíamos como manada. Y tenías que cagarte de risa de lo que había pasado, con la mina humillada y puteando sola. Si no festejabas, eras puto. Ya bastante con no ser de los que tocaban, con eso te ganabas el mote de pelotudo. Así que me bancaba el pelotudo, pero el puto jamás. Entonces reía. Y acá sigo, tratando de sacarme todos los días ese disfraz de lobo.
6) Puto. Cuidado con echarle la culpa al colectivo de varones. No son todos, eh. Fijate, querido. No, Maxi, sólo son los machistas. Te fuiste al carajo, Maxi. Dale, Maxi. Volvé, Maxi. Reaccioná, Maxi. Aprendé de una vez, Maxi. No seas putito, Maxi.
7) Una vez, de pibe, vi “La patota”, tremenda película con Mirta Legrand. Blanco y negro. Ella es una maestra de barrio. La marcan unos tipos, los de la patota, y en uno de los regresos a su casa después del laburo, la emboscan, le pegan y la violan. Tendría yo unos 10 años. Además de conmocionarme, recuerdo mucho que me provocó una reacción física el momento del abuso grupal. Se me secó la boca, sentí náuseas. Y no se fue más ese sentimiento. Pienso eso, un poco por esto que escribo ahora y otro tanto por el tema de los cartelitos del Ni una menos, y la pregunta de Mirta del otro día. Y creo que hace veinte años, o menos, esa pregunta pasaba desapercibida, naturalizada, como parte de las sillas, la doméstica parada atrás, el morfi de lujo, los aros luminosos. Hoy no logra pasar ese filtro social. Bienvenido.
8) “Yo no violo, ni mato mujeres”, dice uno. Y una asiente con la cabeza, y piensa: te lo dije, no son todos. ¿Cómo hacemos para volar por los aires siglos de patriarcado? ¿Cómo hacemos para enseñarles, de mínima, a los varones a respetar a las mujeres, en todos sus formatos, de niñas, adolescentes, adultas y adultas mayores? ¿Cómo hacemos para evitar los femicidios, apenas la punta del iceberg de las violencias hacia las mujeres? ¿Cómo hacemos para reformatear cabezas de mujeres y varones, que se espantan con el feminismo y al mismo tiempo despotrican con el machismo, mientras perpetúan la simbología, a cada segundo, minuto, hora, día, semanas, meses y años?
9) El próximo 3 de junio vamos a ganar la calle, como dice Silvina Molina. Por fin. Masivamente. Todas. Todos. Las Legrand y sus mierdas de clase. Las minas que sobrevivieron a la violencia. Los que se van de putas (lean el texto de Carolina Rosales Zeiger). Las que tienen hijos y les compran azul, porque el rosa es de puto. Los putos que también son castigados y muchos asesinados por la violencia machista. Las tortas. Lxs docentes. Lxs periodistas. Lxs de la justicia. Lxs funcionarixs. Lxs que quieren ser funcionarixs. Lxs feministas, lxs luchadorxs, lxs que ponen el cuerpo todos los días. Todos. Todas. Yo, el que de pibe reía cuando salía a tocar culos con amigos, al que en su “vida anterior” le gustaría que todo esto, con una mina metida en bolsa, tirada al río o enterrada viva, cada 31 horas, sea una mentira. Ojalá Nahuel me lleve un día a ese lugar, más justo, igualitario y con Lennon haciendo canciones de amor. Mientras tanto, sigamos caminando juntxs.
*Periodista de Diario Popular
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