Argentina se atrasa para diseñar nuevas políticas y poco tendrá para aportar en la Sesión Especial de la Asamblea General de Naciones Unidas Sobre Drogas que se realizará en abril en Nueva York.
La cita de los líderes mundiales será crucial, porque se evidenciará el quiebre de las políticas prohibicionistas que no lograron terminar con la producción, oferta y demanda de drogas. El problema es que mientras parte del mundo (sobre todo en América Latina y en Europa) avanza en nuevas estrategias para regular el consumo, priorizar la prevención y entender que los adictos son enfermos, no delincuentes, Argentina pone en marcha el añejo y fracasado combate al narcotráfico que no minó el poder de un negocio que es multimillonario precisamente porque es ilegal.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, tradujo en “Narcotráfico cero” el eslogan “Terminar con el narcotráfico” que el presidente Mauricio Macri repitió durante su campaña. Ningún país, nunca, logró metas tan ambiciosas. Muchos ya ni siquiera se las plantean.
En aras de un objetivo imposible, el gobierno decretó una “emergencia en seguridad”, criticada por centenares de intelectuales y especialistas serios, profesionales que, sin sesgos partidarios, advirtieron que la decisión presidencial impulsa medidas que profundizan las peores tendencias en políticas de seguridad, ubicando al narcotráfico como la principal amenaza pero sin haber elaborado previamente un diagnóstico claro.
Tal y como está planteado, el decreto sólo aumenta el poder de acción de las fuerzas de seguridad –que son las principales cómplices del negocio narco en Argentina- y suma a las Fuerzas Armadas, decisión que, como ya se ha demostrado a nivel internacional, sólo incrementó la violencia y las violaciones a los Derechos Humanos.
Argentina acudirá a la Asamblea General de Naciones Unidas sobre Drogas con esta “emergencia de seguridad” bajo el brazo. México, en cambio, llega con un debate social avanzado para legalizar el cultivo y consumo personal de marihuana. Colombia ya autorizó el uso de la marihuana medicinal. Chile permite el autocultivo de hasta dos matas para uso personal, sin posibilidad de vender ni comprar. En Costa Rica se privilegian programas de reducción de daños y se atiende el consumo de drogas como un problema de salud, no de seguridad. En Jamaica se permite el uso tradicional y medicinal de la marihuana. El nuevo gobierno de Canadá prometió la legalización. En Estados Unidos, el país que más drogas consume en el mundo, la regulación de la marihuana ya rige en la capital y en 23 estados, en algunos incluso para uso recreativo. En su precampaña presidencial, Hillary Clinton propuso reducir la categoría de “peligrosidad” del cannabis, que hoy sigue equiparada con la cocaína y la heroína. Y Uruguay, no lo olvidemos, fue el primer y hasta ahora único país del mundo que reguló toda la cadena de producción, consumo y venta de marihuana. En Europa, estados como Suecia, Holanda, España, Alemania, Noruega y Luxemburgo cuentan con salas supervisadas por especialistas en donde los usuarios pueden consumir drogas con menores riesgos a que si lo hicieran en las calles.
Los enfoques novedosos en políticas de drogas avanzan en ambos lados del Atlántico, pero Argentina, en una decisión peligrosa, prefiere seguir mirando al pasado.
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