El sargento Rubén Leiva y el policía Lucas Chávez podrían ser condenados por el homicidio de Fernando Alberto “Güeré” Pellico. El joven de 18 murió en brazos de su abuelo en el barrio Los Cortaderos, Córdoba. Le habían disparado los agente cuando manejaba la moto. Ese 26 de julio de 2014, también terminó herido el primo, Maximiliano Peralta. El caso fue el séptimo de gatillo fácil de ese año. Hoy, el fiscal Guillermo González pidió la elevación a juicio de la causa, que debe ser revisada por el juez de Control.
Aquel 26 de junio, Pellico y Peralta salieron en moto a buscar una coca para el fernet que los esperaba en el quincho de su abuelo. Ana María Bustos –madre de Pellico– vio, desde atrás de una ventana, a los jóvenes comprar en el kiosko frente a su casa. Después escuchó el ruido del motor que se perdía entre los cortaderos de ladrillos que le dan nombre a la zona donde viven: “Los Cortaderos”. Es un barrio al noroeste de la ciudad de Córdoba, afuera del anillo de circunvalación.
Cuando volvían, se cruzaron de frente con un móvil del Comando de Acción Preventiva (CAP) conducido por el policía Lucas Chávez. A su lado, iba el sargento Rubén Leiva. Ya habían ingresado al campo cuando el patrullero dio vuelta en U y comenzó a perseguirlos. Sin encender las luces y sin dar la voz de alto Chávez empezó a disparar. A Peralta lo hirieron en la pierna y se cayó de la moto. Del impacto voló una zapatilla que quedó tirada en el camino.
“Cuando corría, las balas me pasaban por el lado de la oreja. Se siente como un silbido. Si me movía o daba vuelta la cara, cagaba. Un balazo se siente como si de golpe te atravesara un hierro caliente”, contó Peralta.
Los disparos siguieron: Pellico sufrió cuatro heridas de arma de fuego de una bala que entró por la espalda. Cayó muerto en el campo de su abuelo. Los policías están imputados por el homicidio de Pellico y lesiones a Peralta, ambos delitos agravados por uso de arma de fuego y calificados por ser funcionarios de la fuerza de seguridad.
“La bala que le quita la vida a Pellico sale del arma que portaba el policía (Chávez), así lo determinaron las pericias. También se comprobó que los chicos no llevaban armas. Nada hace prever que el accionar de los policías fuera en su defensa. El abuso existió, lo que comúnmente llamamos gatillo fácil. Sino no hubieran salido a buscar un arma”, dijo a Cosecha Roja el fiscal González.
El fiscal hace referencia a la versión que ubica a la policía buscando un arma en un taller mecánico de la zona para plantársela a los jóvenes. En el lugar estaba presente un tío de Pellico que escuchó la conversación.
Las autoridades policiales dijeron que fue un intercambio de disparos, versión que también sostuvo el ex Jefe de la Policía, Julio César Suárez. El abogado defensor de Leiva, Juan Manuel Riveros, dijo en su momento que su cliente no declaró porque Chávez ya había contado la verdad: él disparó porque le dispararon.
“Los excesos existen, han existido y van a existir. En este período democrático, que es democrático en algunas cosas y en otras no, la policía tiene que existir y va a existir y va a seguir, habiendo cosas raras, porque los que primero llegan siempre a los lugares son los policías”, dijo Julio Leiva, hermano del imputado.
La elevación a juicio espera la firma del juez. Si los abogados defensores no se oponen dentro de los cinco días hábiles, la causa irá a sorteo para determinar qué Cámara en lo criminal llevará adelante el proceso.
Los vecinos de “Los Cortaderos” denunciaron que los policías eran conocidos en el barrio por el maltrato y el abuso de autoridad con los jóvenes. En noviembre de 2015 la justicia condenó al Comisario Pablo Márquez a tres años de prisión por detenciones ilegales. Usaba la figura del merodeo del Código de Convivencia para elevar las estadísticas de los operativos realizados por la policía.
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