#niunamenosAyer, con  un tuitazo empezó la  semana de acciones previas a la nueva marcha #NiUnaMenos del 3 junio, a un años de que cientos de miles de personas salieran a la calle para contra la violencia de género.

La convocatoria en las redes decía: #NiUnaMenos #VivasNosQueremos. El 3J volvemos a las calles xq…” y dejaba los puntos suspensivos para que cada una agregue su experiencia. Los testimonios fueron, cientos, miles.

“A los 11 años un señor de apellido Baldino, amigo de mi viejo, me quiso besar en la boca aprovechando la calle oscura del club a donde íbamos. Él tenía 64. Conmigo no lo logró porque salí corriendo hasta que no me dieron mas las piernas, pero no sé qué habrá pasado con otras nenas”.

 

¿Por qué contarlo? Para abrazarnos, para hacer de la herida un motor. Para intentar sanar. Para que los agresores no queden impunes.

“Al entrar en lo de Peter un taller en el centro de San Isidro, el empieza a tener super buena onda con nosotras, mira mis dibujos, no les da mucha importancia, dice 3 boludeces, me pregunta si yo podría ser su modelo, me hace parar y dar una vuelta, yo maldigo el momento, sobre todo el short que traía puesto, enseguida pienso: porque no me puse algo más largo, pero como el tenía re buena onda pensé que no podía negarme a eso. Gaby ya estaba incomoda, en un momento ví como temblaba. Después nos hace pasar a su cuarto arriba del taller, ahí comienza a dibujar a Gaby y después le toca los chacras….terminando en su cabeza. Yo ahí ya me quería ir a la mierda, Gaby cerraba los ojos y le temblaban los parpados. En un momento le dije que ya entendía como se dibujaba, que nos teníamos que ir, nos abrió y dejo ir. Gaby me hizo prometer que era un secreto nuestro que ella quería confirmar cosas que había visto de chiquita en el taller.”

 

¿Qué mujer no tiene una historia así para contar?

“Fui perseguida dos veces en la calle y en el subte de chica y adolescente por tipos que me querían agarrar, uno estaba casi en bolas. Logré zafar pero no fue fácil y nunca me lo voy a olvidar. Trabajo en equipos de cámara o como camarógrafa desde hace veinte años y varias veces me dijeron con total sinceridad que preferían llevar hombres a determinados rodajes o trabajos fijos”.

 

Romper el silencio es también señalar los discursos que justifican al agresor. Y al femicida:

“Un medio de aquí dice que hallaron muerta a una adolescente desnuda y golpeada; “la chica” de 12 años, fue encontrada con signos de abuso sexual y ahorcamiento y luego agrega que “según familiares, había abandonado su casa hace dos años” No habla de niña, es demasiado fuerte decir que una niña de 12 años fue víctima de femicidio. Es una realidad muy dura y aberrante pensar que una nena fue abusada y ahorcada; hecho del que tendríamos que hacernos cargo como sociedad, pero no. Rápidamente leemos que sus familiares dicen que ella había abandonado su casa hace dos años y es suficiente para tranquilizarnos. Culpabilizaremos a la niña víctima y recobraremos la tranquilidad: “ella se fue de la casa”, “si te exponés, te pasa”; “nuestras hijas están a salvo porque no andan por ahí solas”; “vaya a saber como y de qué vivía o cómo se vestía”. Algo así dijeron de Marina Menegazzo y María José Coni, cuando fueron asesinadas en Ecuador. El foco se pone en que la culpa es nuestra, en que no nos cuidamos los suficiente, en que somos imprudentes y hasta provocadoras. El foco se pone MAL, las mujeres tenemos derecho a vivir una vida libre de miedos y violencias. Tenemos derecho a vivir. Tenemos derechos.”

 

Hablar es saber que no estamos solas:

 

Y que a cualquiera le puede pasar:

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Por último, romper el silencio sirve para saber por qué hay que salir a la calle. Cómo escribió ayer por la periodista Marta Dillon en Facebook:

Hoy, durante todo el día, los testimonios me llenaron de dolor y de rabia. Nos sobran razones para salir a la calle el 3 de junio pero lo mejor es que nos sobra amor para dar. Con razón somos tan bellas cuando bailamos. Con razón nos apropiamos de la calle. Con razón nuestros abrazos dicen tanto.
Amor siempre. Y rabia también.