Cualquier niño conurbano lo sabe: si no dormís la siesta, viene una gitana y te roba. La leyenda circula desde hace unos doscientos años. Llegó a nuestro país con la inmigración europea y sirvió para asustar a niños de distintas generaciones. Cada época le agregó sus condimentos: el tráfico de órganos, el circo, trata de personas. Qué tiene que ver ese mito urbano con una interna por el control de la seguridad es algo que está por verse. El jueves Ituzaingó atardeció convulsionada. Unos doscientos pibes más una retaguardia de vecinos indignados se enfrentaron a la policía en las inmediaciones del Circo Royal. Los incidentes empezaron el miércoles por la noche y se repitieron ayer.
El motivo: en las redes habían circulado rumores de que allí se secuestraban niños. Y la gota que rebalsó el vaso fue la supuesta noticia de que habían rescatado una nena cautiva. En Facebook se agregaron detalles. Que estaba atada en la boletería. Que tenía seis años. Que se la llevaron en un patrullero. La noticia circuló en las redes y terminó por hacer estallar todo. “Son unos malnacidos. Gitanos y negros salidos de una película de terror”, escribió una vecina. “Hay que quemarlo”, escribió otra. “Gente, llegamos a la conclusión de que el circo tiene algo que ver”, dijo otro, todo en mayúsculas.
La falsa noticia se repitió en páginas de compraventa de cosas usadas, en los muros personales y hasta una fan page de un grupo contra el tráfico de bebés. En el camino aparecieron otros rumores: que había once denuncias, que hubo tres chicas secuestradas, que la amiga de una prima había peleado a puño limpio para que no le quitaran a su bebé.
La psicosis colectiva se expandió cómo pólvora. “Vivo a una cuadra del circo: tenemos miedo de salir al patio”, escribió una mujer. “Vi un auto raro, por suerte estaba en la puerta de casa y logré entrar a tiempo. Era el Bora en el que andan secuestrando”, contó otra otra.
En la justicia sólo reconocen dos denuncias, ambas por una tentativa de secuestro que nunca pudieron comprobarse. Una fue una mujer que forcejeó con otra que bajó de un auto. La segunda, una chica con un motociclista que la abordó cerca de una plaza.
Lo que sí hay es una oleada de robos en la calle y en casas. “En mi cuadra”, contó a Cosecha Roja un vecino que prefirió el anonimato, “nos desvalijaron a ocho vecinos. Fuimos al fiscal y le pedimos que uniera las causas, porque hay algo raro. Antes patrullaba la policía local y de dos comisarías de la Bonaerense. Desde hace un tiempo no tenemos nada”.
La primera movilización se hizo el 25 de junio. La segunda, el miércoles, terminó con enfrentamientos a la madrugada. Y el sábado será la próxima. Ayer, mientras los pibes del barrio San Alberto usaban chapas como escudo para resistir a la infantería, quienes siguen el pulso de la seguridad en la provincia intentaban explicar cómo se podía leer el fuego y las balas desde el escenario complejo que plantea la situación policial en la provincia.
De forma arbitraria se puede pensar en un punto de partida. Hace dos meses hubo una reunión entre el actual jefe de la policía, Pablo Bressi, y los jefes de la policías locales. El jefe se ubicó en el centro y el funcionario del Ministerio de Seguridad que lo acompañaba se ubicó a un costado.
-Ustedes -dicen que dijo Bressi- le chupaban la pija a los intendentes. Ahora me la van a tener que chupar a mí.
La frase fue confirmada por dos fuentes y además de ser verosímil en la forma -las metáforas fálicas son comunes la jerga policial- también lo es en el contenido. Si bien la estructura de mando estaba formada por policías de la Bonaerense, las policías locales implementadas por el ex gobernador Daniel Scioli fueron puestas en manos de los intendentes, que incluso incidieron en la elección de los jefes. Con el cambio de gobierno, y los reacomodamientos al interior de la policía, esa situación cambió. Muchos de los intendentes -aunque no todos- dejaron en manos de la Bonaerense el manejo de ‘los pitufos’, como se llama en el conurbano a los nuevos agentes policiales. Y la Bonaerense, a pesar de los pases a retiro, se está reconfigurando para hacer lo que mejor le sale: recaudar.
Un ejemplo: en la departamental Lomas de Zamora, luego de los cambios en la plana mayor, un emisario de la división drogas ilícitas recorrió comisaría por comisaría para proponer un nuevo mapa en el manejo del narcomenudeo: a quienes allanar, a quienes dejar correr, como repartir esa recaudación y dosificar los golpes de efecto. El emisario terminó denunciado por sus propios pares. Quienes recibieron el informe no sabían si sus colegas quisieron “hacer las cosas bien”, como suelen decir, o eligieron esa vía para sacarlo del medio.
En Ituzaingó, el jefe de la policía local, el comisario inspector Jorge Castillo, fue relevado de su cargo el 27 de mayo de 2016. Su caída se dio luego de un robo a dos agentes de su fuerza. Los agentes, dijeron después, custodiaban a un empresario local al que los ladrones le sacaron un millón de pesos. En los medios se habló de adicionales irregulares. Ninguna de las fuentes consultadas por este medio pudo comprobarlo.
La comidilla de los medios locales fue que el intendente Alberto Descalzo se enteró del desplazamiento por los diarios. El Ministerio de Seguridad de la provincia le había mojado la oreja. Luego de eso, hubo varias idas y vueltas: el nuevo jefe renunció enseguida -dijo que lo habían amenazado de muerte- y Descalzo mandó a pedir que la policía local devolviera los 10 móviles y 60 equipos de comunicación que había puesto el municipio para equipar a la policía. Durante más de una semana, la policía local anduvo a pie.
En el medio, la Bonaerense casi abandonó los patrullajes. Si Ituzaingó ya era un territorio complicado, se volvió tierra de nadie. “De una a cuatro de la tarde”, contó una vecina, “directamente no salimos a la calle”. ¿Por qué se retiraron? Nada el conurbano es sencillo. La ausencia policial se puede explicar por múltiples causas. El reacomodamiento de la estructura, la falta de una política de seguridad clara y las internas al interior de la fuerza son solo algunas. Además de recaudar, ‘poner palanca en boludo’ es otra de las especialidades de la fuerza.
Sobre ese escenario lleno de peligros urbanos se montaron dos rumores, que se hicieron virales por Facebook y Wasap. El primero era más político: decía que la gobernadora Vidal había visitado por sorpresa un hospital local y que allí se había encontrado con Descalzo, a quien había increpado. El otro rumor hablaba de secuestros de niños y con los días se convirtió en una oleada. Si se hizo de forma intencional o no, es algo que la justicia puede investigar empezando por las redes sociales, donde se fogoneó la leyenda de los gitanos y el circo.
Lo cierto es que esos rumores se montaron sobre una base real: la situación social de la provincia es cada vez más grave. Seis meses alcanzan para secar el pasto de cualquier barrio popular. Y ya se sabe lo que pasa cuando se hecha un fósforo en esos terrenos.
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